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«¡Vamos a la fería de la Alasita…!» [Opinión]

Actualizado: 2 mayo, 2017

Fuster Alfredo

Esta hermosa tradición puneña data desde antes que se pudiera vender o comprar empleando el uso del dinero, sistema occidental traído por los españoles desde épocas pre incas; el intercambio de productos entre los indígenas era conocida como trueque, el trueque era una forma justa de intercambio de productos o actividades que solían pactar entre dos personas o pueblos.

Este sistema fue cambiado a la llegada de los españoles y con la instaurada nueva economía, se empezó a depender del dinero como elemento fundamental para comprar o vender.

Alasita quiere decir “Cómprame”, es una feria donde se puede encontrar un sinfín de objetos en miniatura, aquellos que son vendidos a todo aquel que desee suerte en la salud, el dinero y el amor.

En esta gran feria se compran los más anhelados deseos con la esperanza que se hagan realidad.

Estos objetos son representados en miniatura, aquellos que son ch’allados antes de su venta, pueden ser desde: carros, casas, dinero o viajes, hasta títulos profesionales. Sin duda el anhelo de aquella carrera que se desea culminar con satisfacción y que es necesario asegurar ese futuro con la ayuda de las divinidades del mundo andino; empero, lo más sorprendente es ver que incluso existen personas que compran representaciones de niños(as) en figuras pequeñas, las mismas que retratan el deseo de convertirse en padres.

Alasita es, sin duda, el lugar donde los deseos de las personas se ven representados en esas pequeñas figurillas que con ayuda de las divinidades ancestrales y los rituales a estos se hacen realidad, siempre y cuando se haya cumplido con asistir 3 años consecutivos a esta feria y comprar tu deseo con toda fe y con la convicción de que se logrará obtener lo solicitado al gran Ekeko y a la Pacha Mama.

El protagonista de esta fiesta es, nada más y nada menos, un pequeño hombrecillo que aparece ataviado con una cantidad impresionante de objetos en el cuerpo, aquel que siempre se le observa esbozando una gran sonrisa y fumando un cigarrillo; este hombrecillo hecho de yeso es conocido como Ekeko, una representación moderna del Dios Tunupa, un antiguo Dios venerado desde antes del apogeo de los Tiahuanacos.

Esta divinidad tenía control sobre elementos naturales como el fuego y el agua, se dice que Tunupa era quien se encargaba del orden del mundo.

Tunupa obtuvo su esplendor en la época de los Aymaras, su culto se extendía por el Altiplano y era famoso por ser el gran controlador de los rayos y volcanes, no es casualidad que haya sido temido en aquellos tiempos por muchos pueblos.

El Dios Tunupa se relaciona al Ekeko porque, además de controlar los rayos y volcanes, tenía también el poder de fecundar la tierra al controlar las lluvias; se le atribuye ser un Dios de productividad y abundancia, los mismos con los que se le relaciona al Ekeko que todos conocemos, por atraer la abundancia y la productividad a todo aquel que lo posee. 

La representación de un hombrecillo, tal como lo vemos ahora, sea producto de la formas de como el poblador andino ha plasmado en elementos  e imágenes contemporáneas la presencia de sus antiguos dioses, dándole el poder que estos tuvieron en algún tiempo y que estaban relacionados a la existencia del hombre y su relación con sus dioses, cordón umbilical que la conquista no pudo cortar.

La tradición dice que todo Ekeko debe ser obsequiado, se le debe hacer fumar cuando se le va a solicitar algún deseo, solo se puede pedir algo al Ekeko los días martes y viernes como nos lo cuenta la señora Emilia Condori, una de las comerciantes de Alasita en Puno, aquella que asegura que el Ekeko cumple todo lo que se le solicite, siempre y cuando la persona que le haga saber su deseo fume con éste.

Sin duda, la feria de Alasita es motivo de fiesta en Puno, hoy en día se pueden ver que no solo se encuentran objetos en miniatura, sino una serie de puestos donde se venden novedades de todo tipo.

Aún recuerdo, cuando asistíamos a Alasita con los amigos, disfrutando de los dulces que se encuentran ahí y observando un sinfín de puestos que ofrecen todo tipo de deseos; era para mí toda una experiencia ver jóvenes que compraban con mucha fe sus pequeños títulos profesionales, los mismos que eran llenados con el nombre y los apellidos de estos para su más exacto cumplimiento, juegos mecánicos, osos de peluche, un eterno muñeco Barney -al que una vez de casualidad le volé la cabeza con mi pie por colocarse muy cerca de la silla voladora donde me subí- músicos al paso y hasta algunos individuos de malas mañas que a veces aprovechan en hacer de las suyas ante los distraídos compradores.

Hay de todo en Alasita y sigue siendo una de las tradiciones puneñas más antiguas que debemos cuidar. En Alasita hay deseos y nostalgias.


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