Poder sin moral
Estamos viviendo en Perú, un lapso histórico degradante que es consecuencia de un sistema político obsoleto cuyo régimen electoral arroja resultados nefastos en la calidad de los órganos de gobierno. Pero todas las miradas están puestas en la cloaca y no en los orígenes. No es cuestión de personas, pues su protagonismo es solo circunstancial. Si no se corrigen las fallas procesales, de nada sirve indignarse pues el producto final seguirá siendo defectuoso.
No es casualidad que, desde que se implantó el neoliberalismo en el país, la corrupción se haya extendido a todas las instancias de la administración estatal, hasta los poblados más pequeños. Donde hay inversión pública, o privada hay corrupción. Todas las concesiones para negocios privados, llevan el sello de la corrupción neoliberal, abierta o encubierta. Está en todos los sectores. No hay un solo ministerio limpio de corrupción.
Echemos una mirada retrospectiva a los años que siguieron al gobierno de Velasco y encontraremos los cambios en el sistema político y régimen electoral que han contribuido a crear la situación que ahora lamentamos. Toda la legislación ha sido modificada para favorecer los malos manejos de gobierno, al amparo de la Constitución fujimorista de 1993. Sin embargo, en lo que va del siglo, lejos de derogar la constitución a todas luces espuria, se ha seguido gobernando con ella por conveniencia, y solo extemporáneamente se pide cambiarla.
Todos los gobernantes del país en el periodo neoliberal, están procesados por corrupción. ¿Es que no logramos ver este fenómeno? Se ha creado una falsa democracia, pero nadie pide cambiarla y todas las agrupaciones políticas se alistan para participar en las próximas elecciones al amparo del régimen que el pueblo repudia. ¿Por qué tanto interés? ¿Acaso lo hacen por ideales políticos? Hay que ser cándidos, para no ver lo que persiguen los candidatos.
Para candidatear a la alcaldía de un distrito pobre limeño, se requiere de unos 30,000 dólares para financiar la campaña electoral y un múltiplo de esta suma para postular a la gobernación regional. Entonces, ¿Es por amor al chancho? En esto, las empresas corruptoras invierten en política, como adelanto a cuenta, y es así que, la corrupción entra mucho antes que la autoridad elegida.
“No hay lonche gratis” nos dijo el ministro de economía del primer gobierno neoliberal. Esta es la concepción de que todo tiene un precio. Lógicamente, también los cargos públicos, los ascensos militares y civiles. De modo que, en nuestro tiempo, la política ha pasado a ser una mercancía de mercado bursátil. Los “commodities” políticos se cotizan a futuro. Pero entonces, ¿Todo esto se arreglará con una asamblea constituyente?
Como ya lo dije anteriormente, de convocarse a una asamblea constituyente, con el actual régimen político y electoral, amañado para dejar fuera a los sectores mayoritarios, tendríamos los mismos resultados adversos. Serían los partidos políticos, desprestigiados y detestados por corruptos, los que coparían dicha asamblea con los testaferros de los grupos económicos que los financian. De ser así, no habrá cambio esencial. Solo apariencia.
Entonces, no basta enarbolar la bandera “nueva constitución”. La derecha también podría estar de acuerdo pues, tiene todas las de ganar con el actual régimen eleccionario. La lucha popular puede ser muy heroica, pero sin estrategia es como luchar a la ciega, terminando en fracaso frustrante. Los objetivos deberían ser claros, pero también las metas y la metodología para cada fase operativa.
En el mundo estamos en una encrucijada en la que, se define un nuevo orden mundial. El viejo régimen de dominación mundial, se resiste a perder su hegemonía. La guerra en Ucrania es solo la piedra de toque, en la confrontación por el predominio mundial. De su desenlace depende el futro de las naciones, de sus dependencias políticas y económicas.
En la tabla de contrapeso mundial los nuevos poderes van de menos a más, ocasionando desequilibrios en la vieja dominación liderada por EE UU, que va de más, a menos, entrando en un proceso de erosión inexorable. Esto no es espontáneo. Obedece a una estrategia geopolítica estudiada y ejecutada sobre cálculos preconcebidos.
Es lo que tenemos que hacer en nuestro caso. Desarrollar estrategias que nos permitan ir ganando espacio hasta inclinar la balanza a favor nuestro. Solo entonces, estaremos en condiciones de imponer nuestras condiciones. Lamentablemente, con la actual administración estatal las fuerzas populares ya no confían ni en la izquierda, porque la deshonestidad del actual mandatario es nauseabunda.
Es que, hasta hace poco, ciertos líderes izquierdistas decían “Estamos contra la corrupción, venga de donde venga” ¿? Hoy, guardan silencio cómplice. No deslindan con la barbarie gubernamental para salvar la honradez ideológica. Incluso hay quienes se ponen de lado corrupto y disparan contra la derecha culpándola de todo, haciendo al corrupto, víctima hasta de las autoridades judiciales que persiguen los delitos.
Pero la derecha hace lo que le corresponde. La que no hace lo que le corresponde es la izquierda. ¿Acaso esperábamos que la derecha actúe de otra manera? Tenemos que ser honestos, aunque nos duela. Nadie respeta al deshonesto. Los candidatos izquierdistas a la presidencia en las últimas elecciones están escondidos. Han perdido protagonismo en el escenario nacional, quizá para “no hacerle el juego a la derecha”. Pero todo tiene un límite. Hay que dejar en claro que no comulgamos con los malos manejos, y pronunciarse salvando los principios ideológicos.
¿Con qué moral, vamos a pedir apoyo a la población, si no demostramos que somos distintos a los derechistas? El gobernador regional de San Martín, Pedro Bogarín, afirma: “He acompañado a los dirigentes arroceros junto con Conveagro a Palacio de Gobierno, donde se trató nuestras demandas. El Presidente se comprometió a que en su mensaje iba a exponer lo que se había acordado, pero nada”. (Agraria.pe). Si no cumple ni sus promesas electorales, menos podemos esperar que cumpla con las organizaciones populares. Hoy tenemos baja producción y alza de precios en alimentos.
El desenlace a este enturbiamiento está cercano y no deberíamos esperar que pase el cadáver por nuestra puerta, para lamentar sobre leche derramada. Tenemos que actuar y no dejar el campo libre al neoliberalismo. ¿Quienes pagan el costo de la crisis de gobierno? Ya lo sabemos, pero es necesario pensar en lo vendrá después y en la recuperación de nuestra credibilidad.
Lo dicho, seguramente choca con la corriente. Pero es solo una opinión personal y admito que puedo estar equivocado. El tiempo lo dirá. Ojalá que ustedes tengan mayor ecuanimidad y lo digan, para aprender. ¿Será posible?