Plata como Cancha: ¿Qué le duele tanto del libro a Cesar Acuña?
El Chiclayano Cristopher Acosta Alfaro le hizo a César Acuña lo peor que se le puede hacer a un político: desnudarlo aunque no por completo pues no mencionó sus supuestas relaciones con Sánchez Paredes, cosa que sí hace Francisco Durand.
Es seguro que el político famoso por los “memes”, es tan o más vanidoso que Alan García, de manera que prefirió perjudicar su imagen al defender, paradójicamente… su imagen. Castigó al periodista pero se ganó el repudio general.
Es una verdad milenaria que el ego impulsa al político y, eventualmente, lo traiciona. ¿Pero qué es lo que le duele tanto a César y su metro 57 de amor obsesivo por sí mismo?
Plata como Cancha, es mucho más que el prontuario de un presunto violador y maltratador de mujeres porque nos asoma a la mente de un hombre que, según recoge Acosta, se siente un “milagro divino” predestinado a ser presidente y, a la vez, le encanta lanzar frases del tipo “me limpio el poto con tu notificación”.
Parejas como cancha
Lo más doloroso siempre es lo más amado y, en general, somos más crueles con los que más amamos o, en el caso de gente como Acuña, con las que deseamos.
Por esto, una de las 34 frases por las que sentenciaron al acucioso Cristopher es una lanzada por la fallecida abogada Miriam Pilco Deza a un diario: “Acuña es un violador y lo digo con conocimiento de causa”.
La frase fue dicha al calor de una campaña electoral por una aprista. Es el mismo autor quien se encarga de recordarlo pero, como alude al supuesto abuso contra una menor de 16 años que era alumna de la academia dirigida por Acuña, no se lo perdonan.
Acuña tampoco soportó que traigan a colación lo que dijo su ex esposa sobre cómo se comportaba en casa, donde no hay prensa ni aduladores: “Él era muy violento cuando llegaba mareado a casa. Me jalaba de los pelos, me pateaba”.
Lo que le dice a su pareja de turno es, obviamente, muy personal, pero relevante cuando se trata de alguien que pudo ser presidente. Al menos eso sostienen los juristas consultados por el caso.
Otra de las “pepas” (dato importante, curioso, útil o picante en el argot periodístico), de la vida personal de Acuña es haberle dicho a una de sus parejas, guapa y de gran estatura: “Podrás ser más alta que yo, pero jamás serás más grande que yo”.
El dato de la cantidad de hijos, infidelidades, maltratos, traiciones e idilios es mejor dejarlo en el aire para que lo descubra el público que compre su libro.
El que escribe no cree que un infiel sea necesariamente un político negativo para la sociedad. El pastor Martin Luther King era chantajeado por sus correrías sexuales pero nadie puede dudar que pagó con la vida su integridad moral en lo político.
En todo caso, el elector debería ser quien decida si es relevante o no, el comportamiento casero de un político y jamás un juez peruano, o mejor dicho, corrompible.
“Que primero estudien como César Acuña”
Plata como Cancha también hurga en la gestión del investigado en el municipio de Trujillo pero, en las propias palabras de Acuña cuando se refiere al uso de los fondos de la Caja Trujillo “todos hacen así”.
Y quizá tiene razón. En el Perú, decir político y decir corrupto es redundar, por eso Acuña cuidó más su prestigio “académico” que su imagen política.
Cristopher Acosta tuvo el mérito de acceder a los acuerdos confidenciales y a las maniobras para ocultar lo que parece evidente: El Acuña académico es tan real como Naruto o Sherk.
El acuerdo confidencial se dio con su profesor Otoniel Alvarado Oyarce para que desista de reclamar la autoría de una obra que, a las luces dadas por su “publicación académica”, fue plagiada descaradamente.
El libro también escarba en sus correrías en España donde se dio el lujo de contratar al abogado de Messi para que no le quiten el grado de doctor pese a que, en una primera instancia, una comisión determinó que, al menos de la mitad de su tesis no era de su autoría.
Valgan verdades, Cristopher Acosta hizo menos que César Acuña al momento de revelar su verdadero nivel intelectual pues, una frase como “Uno es feliz cuando logra su felicidad”, desbarata fácilmente el respeto que le pueda dar un doctorado.
“Educación vence a pobreza”
¿Y cómo no iba a contratar al abogado del mejor futbolista del mundo si se compró una casa en el mismo barrio donde viven las estrellas del Real Madrid?. Si cuando le va mal en política se consuela con un terno de 39 mil soles que compra con su tarjeta Bankia.
En efecto, a César Acuña le gusta decir que tiene dinero pero, lo que no le gusta, es que toquen su historia casi mítica del peruano que se hace solo, con estudio, mucho sudor y visión.
El hombre que se hizo una estatua en honor a sí mismo y citó a sus correligionarios a una peregrinación a su casa en Tacabamba no puede aceptar que, su dinero se hizo con más astucia que sudor o inteligencia, tal como lo demuestra el autor.
Que su entonces ex esposa, Rosa Núnez haya aportado buena cantidad del capital o que haya indicios de que usurpó el primer local donde funcionaba la academia universitaria y le arrebató la mitad del negocio a su hermano, revela la trayectoria de un ladino y no la de un doctor.
La cita con el tío Vladi
Evidentemente Acuña no le tiene miedo a la cárcel. Su enorme fortuna lo hace inmune o, al menos eso piensa y no sin razón. Que haya indicios de corrupción cuando fue alcalde, congresista y gobernador regional no es sorpresa.
Pero igual, el libro revela, y con todo fundamento, cómo es que Acuña fue uno de los tránsfugas que se pasaron al lado del fujimorismo y presenta testimonios sobre ello.
Documenta muy bien cómo es que, siendo alcalde, el hombre fuerte de la Universidad César Vallejo, entregó dinero del Estado a electores faltando poco para su ansiada reelección.
Le hace un seguimiento a las investigaciones fiscales por lavado de activos y, enumera los delitos por los que fue sospechoso pero nunca sancionado:
“Estafa, usurpación, defraudación de renta de aduanas, fraude en la administración de persona jurídica , falsedad genérica, falsificación de documentos, asociación ilícita para delinquir, desobediencia y resistencia a la autoridad, defraudación tributaria, abuso de autoridad, contaminación ambiental, fraude electoral, ejercicio ilegal de la profesión, alteración de resultado electoral, corrupción de funcionarios, colusión, negociación incompatible, lavado de activos, maltrato físico y psicológico, abandono, usurpación de funciones, plagio, y reproducción y difusión ilícita de obras”.
Acosta es minucioso con la documentación, los testimonios, las publicaciones periodísticas y, al final de cada capítulo, señala sus fuentes.
Es decir, el periodista de 35 años hizo su tarea con absoluto escrúpulo y, sin embargo, el dinero pudo más.
A manera de colofón
Cesar Acuña no mandó a balear ni poner dinamita a Cristopher Acosta antes que publique, cosa que sí hicieron con Hugo Bustios o, de manera similar, con Luis Choy.
Los periodistas empresariales no pusieron el grito al cielo con ellos como sí lo hicieron con Cristopher. El denunciado por matar a Bustios, el político Daniel Urresti fue absuelto con argumentos débiles pero nadie los ha cuestionado.
¿Será porque, a pesar de todo su dinero, Acuña aún no tiene el poder que sí tuvieron quienes mandaron a eliminar a sus colegas y enviaron a los militares (Como el capitán “Arturo” ) para hacer el trabajo sucio?
El asesinato de Bustios quedó impune solo hace algunos días pero la absolución pasó inadvertida. Una vez más, unos son más importantes que otros.