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Pensión de dos soles [Opinión]

Actualizado: 4 agosto, 2017

Fuster Alfredo

Recordaba mi vivencia en Puno, cuando siendo estudiante de Arte en la ESFAP, metía la mano al bolsillo y mi precaria economía solo me permitía desayunar, almorzar y cenar en las famosas pensiones, lugares donde un desayuno solía costar un sol cincuenta y el almuerzo dos soles; los precios han variado, el alza de los alimentos se hace notar, un menú en éstas pensiones era la salvación de los que andábamos con poco presupuesto; un cuello de pollo con una papita sancochada y juguito con sabor a estofado lo eran todo.

Muchos jóvenes estudiantes de educación, generalmente venidos de comunidades y éste muchacho recién llegado de Lima, nos sentabamos al lado del pujante gremio de tricicleros -señores que suelen almorzar en estos lugares-, con quienes compartíamos la mesa; ahí también se aprendía y mucho ya que esos señores provenían del campo, tanto del sector quechua como aimara, aquel lugar era testigo de conversaciones que casi siempre referían añoranzas de sus comunidades, situaciones de necesidad que pasaba cada uno de ellos y desde luego historias de sus pueblos de origen; algunas palabras las hablaban en su lengua materna y aunque en principio no entendía, con el paso del tiempo, y al verme siempre a la hora del almuerzo, compartían conmigo sus conversaciones y me enseñaban el significado de esas palabras.

Al pasar por éstas pensiones, trae la nostalgia a mi corazón pues de esos tricicleros también aprendí, de esos estudiantes de educación que venían de sus comunidades para salir adelante, de esa situación, sobre todo del esfuerzo tan grande y el sacrificio que representaba para estos jóvenes, también se queda uno con la sensación de desigualdad de oportunidades y la todavía latente tara de discriminación que aún pervive en algunos sectores de Puno. Fui testigo de la lucha constante de estos jóvenes por hacerse de una carrera, comí de la misma olla que ellos, compartí en una sola mesa con ellos y fueron mis compañeros de merienda los años que viví en Puno.

Sin duda ver un letrerito de pensión me trae a la mente esos buenos años y experiencias, aquellas que te enseñan a valorar lo que la vida te ofrece, y aunque haya sido dura, es una enseñanza que me sirvió de mucho.

Mi hija me pregunta, papá de veras almorzabas en pensiones?, y yo le digo, así es hija mía y no hay manjar más delicioso unado llega con esfuerzo y sacrificio, es una bendición tener un pan que comer, y más aún, trabajar por ello. Gracias a esa enseñanza de vida es que me esfuerzo en el trabajo todos los días para ganarme el pan honradamente, aunque para nuestras autoridades y Gobierno, no le interese que el pueblo coma, ignorando que existen personas a las que les a costado sangre estudiar, y terminar una carrera, ¿y para qué?, para recibir una patada del gobierno que retribuye el esfuerzo y lucha de un maestro con una miseria de sueldo, una migajas de parte de un sistema mezquino que no valora la loable y honrosa labor de los maestro.

Un maestro es la pieza fundamental para eliminar la ignorancia, ignorancia que gusta al poderoso, ignorancia que conviene a los capitalistas, inmenso es el temor que un estudiante despierte del sueño en que el sistema lo tiene, pues sabe que un pueblo que conoce no es engañado nunca.

 


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