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Octubre revolucionario: Lenin, Velasco y el «Che»

Actualizado: 1 octubre, 2020

Milcíades Ruiz

“Yo creo que la guerrilla le hizo mucho bien al Perú.
Nos hizo pensar en que debían venir soluciones.
Una guerrilla, es una guerra interna,  entre peruanos.
Un país no está seguro cuando está dividido.
Por eso yo quise unir a peruanos,
unir a la fuerza armada con el pueblo”. 

Gral. Juan Velasco Alvarado1

Siempre es un deber de consciencia evocar los actos heroicos de quienes lo dieron todo por la causa del pueblo y expresar nuestra gratitud por lo que hicieron por nosotros. Pensando en ello, traigo a la memoria cuatro acontecimientos históricos ocurridos todos ellos en este mes.

“La revolución de octubre”, que hoy nadie menciona, se entendía en el siglo pasado, como el triunfo más grande del socialismo contra el capitalismo, en referencia a la revolución bolchevique de 1917, liderada por Vladimir I. Lenin y que dio nacimiento a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Fue un faro que irradió la esperanza de los revolucionarios de todo el mundo, estimulando la lucha popular.

En Latinoamérica, sus logros y heroicidades, provocaron un hervidero de ideales sobre todo entre los jóvenes universitarios y los obreros. Surgieron muchos movimientos revolucionarios contra las dictaduras, y los partidos comunistas emergieron masivamente. Para frenar este avance, el capitalismo tomó toda clase de medidas preventivas incluyendo la propaganda anticomunista.

Se inició entonces una gran persecución de líderes populares, aunque no fueran comunistas. Redadas policiales, torturas, desapariciones forzadas, encarcelamiento, deportaciones, asesinatos, masacres, ilegalización de partidos políticos y muchos más, eran prácticas gubernamentales para frenar el espíritu revolucionario. No obstante, el pueblo siguió luchando sindicalmente, reorganizando sus filas, y adoctrinándose.

En Perú, fueron muchas las jornadas de combate y heroísmo inspirados en la “revolución de octubre”. Surgieron los líderes doctrinarios que hasta ahora recordamos como forjadores del socialismo peruano. Paros y huelgas por la jornada de las ocho horas, pasaje universitario, derechos sindicales, seguro social, jubilación, vacaciones, derecho de voto a los analfabetos y otras conquistas sociales, que hoy disponemos, tuvieron esa fuente revolucionaria. Sería una ingratitud histórica de parte nuestra, olvidar lo que significó la “revolución de octubre”.

La oligarquía terrateniente gobernaba nuestro país, acaparando los diversos rubros de negocios en todos los sectores económicos. Los oligarcas, presidían la Cámara de Diputados, la de Senadores y todos los altos cargos de administración estatal, claves para los negocios turbios. Se clamaba por una reforma agraria, que devolviera las tierras arrebatadas por la dominación feudal, pero los oligarcas controlaban el poder legislativo que eludía todo clamor. Tenían comprados a los partidos políticos representados en el Parlamento.

El país exigía la recuperación de los yacimientos de petróleo en poder de empresas norteamericanas que los explotaban onerosamente. Se llevaban la riqueza petrolera sin dejar nada para el Perú, ni pagar los debidos impuestos. Había complicidad con los políticos entreguistas y corruptos. La oligarquía manejaba la prensa manipulando la opinión pública a su favor. Las movilizaciones populares de protesta eran reprimidas sangrientamente.

El triunfo de la revolución cubana y sus medidas de confiscación de empresas extranjeras, reforma agraria, reforma en salud, educación y su incorporación al bloque socialista, hizo brotar entre los revolucionarios, la opción de la lucha armada como alternativa para lograr justicia social y cambiar las estructuras del país. Los revolucionarios de esa época consideraban que no había otra salida.

Los menores de 60 años, no saben lo que es vivir en un país dominado por la oligarquía latifundista que tenía a su servicio todo el aparato estatal, el poder judicial, y el poder electoral. El sufrimiento era inmenso para el pueblo, porque policía, juez y sacerdote estaban coludidos con el hacendado latifundista. Las violaciones de las hijas y esposas de los vasallos quedaban impunes. Hasta tenían su propia cárcel en la casa hacienda.

Contra esta situación se alzaron en armas los movimientos guerrilleros de la década de 1960. En 1965, se combatió en diversos frentes de la ciudad y el campo, enarbolando las banderas de la revolución socialista con un gobierno popular obrero campesino. Precisamente en octubre 23 de 1965, se cumple un aniversario más del acto heroico de Luis de la Puente Uceda, líder del MIR que combatió hasta morir, en la montaña de “Mesa Pelada”, La Convención- Cusco.

Con él, también cayeron combatiendo Paul Escobar, Rubén Tupayachi, Edmundo Cuzquén, Agustín Marín, Carlos Valderrama y otros guerrilleros socialistas. También sería una ingratitud histórica de parte nuestra, olvidar el sacrificio de estos luchadores sociales que lo arriesgaron todo por una causa noble. Va en esta nota mi reconocimiento y homenaje a los combatientes del MIR, como seguramente lo harán muchos peruanos.

La gesta de los heroicos guerrilleros de 1965, no fue en vano. El impacto de esa heroicidad caló profundamente en la sensibilidad del provinciano que, en ese entonces era Jefe del Comando Conjunto de la Fuerza Armada, Gral. Juan Velasco Alvarado, quien tomó el mismo camino de rebelarse contra la oligarquía gobernante. El 3 de octubre de 1968, lideró a un grupo de oficiales del ejército que tomaron el poder con la fuerza de la razón y la razón de la fuerza, para emprender una revolución socialista con ideales similares a las de los guerrilleros.

Fue un acontecimiento insólito que desconcertó a toda la población peruana. Se pensó que se trataba de un golpe militar más, como era frecuente en Latinoamérica y en el Perú, con fines personalistas y pro imperialistas. Pero nadie sabía de lo que había en los planes del gobierno revolucionario del Fuerza Armada que, al día siguiente de tomar el poder anuló el “Acta de Talara”, con el que el gobierno tramaba mantener el petróleo en manos de la empresa norteamericana, International Petroleun Company, filial de la Stándar Oil.

El 9 de octubre las tropas ocuparon los yacimientos de La Brea y Pariñas, así como también, la refinería de Talara, expropiándolas a dicha empresa, dando a este acto el nombre de “Día de la Dignidad Nacional”. Luego vendría la reforma agraria que resultó ser más radical que la de Cuba, pues no solamente los grandes latifundios fueron expropiados, sino cayeron también medianos terratenientes y hasta los dueños de fundos que no cumplían con los derechos laborales a sus trabajadores.

El objetivo del proceso revolucionario emprendido por el Gral. Velasco era, edificar una nueva sociedad supuestamente “ni comunista ni capitalista” en el que regiría una democracia de participación plena y una economía de autogestión. Sorprendentemente, dio amnistía a los movimientos guerrilleros, liberando a los presos. Acto seguido, los invitó a participar en el proceso. Nadie lo podía creer.

Como sabemos, el proceso se truncó al ser desplazado Velasco, con la salud disminuida, por su compañero de gobierno Gral. Francisco Morales Bermúdez, ganado por la Central de Inteligencia Americana, CIA y otros traidores castrenses, con el cuento de que lo hacían para profundizar la revolución. Años más tarde, Velasco diría1“Yo estoy seguro que la CIA tuvo que ver con mi salida. El imperialismo nos la juró. Morales tiene que llevar ese pecado en la frente, haber terminado con la soberanía, con la dignidad, con todo lo bueno que le dimos a nuestro pueblo”.

Pero también, octubre es de una alta recordación para los revolucionarios, porque el 9 de octubre de 1967, se puso fin a la vida de uno de los más grandes paradigmas de la heroicidad revolucionaria mundial: Nuestro compañero, Ernesto “Che” Guevara. Y también en el mismo escenario histórico, acabaron con la vida de nuestro compañero del ELN, compatriota Juan Pablo Chang “Francisco”, que participaba en esa gesta guerrillera con el propósito de liberar a Sudamérica desde las montañas de Bolivia.

El día anterior habían combatido en la quebrada del “Churo”. Eran 17 guerrilleros contra varias unidades del ejército enemigo, que descargaron sobre ellos sus ametralladoras y granadas de mortero. Los guerrilleros respondieron con todo lo que les quedaba de municiones. Los disparos enemigos dañaron el fusil del Che, quien siguió combatiendo hasta agotar las cacerinas de su pistola. Un proyectil impactó su pantorrilla derecha sin orificio de salida, quedando solo son una pierna para caminar.

No obstante, ayudado por su compañero “Willy” (Simeón Cuba- minero boliviano), trató de romper el cerco, pero era inútil. Prisionero ya, fue llevado al pueblo La Higuera, donde lo interrogaron y maltrataron. Pasado el mediodía del 9 de octubre, escuchó la ráfaga con la que apagaron la vida de Juan P. Chang. Se preparó entonces para morir con dignidad y pasó a la inmortalidad histórica.

Pese a su fortaleza de convicción para asumir tan grande misión a costa de perder lo obtenido con la revolución cubana, era muy humano y amoroso. Presintiendo lo peor, dejó a sus hijos el siguiente escrito2:

“A mis hijos queridos Hildita, Camilo, Celia y Ernesto:

“Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque ya no esté entre ustedes. Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada. Su padre ha sido siempre un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones.

“Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que, cada uno de nosotros solo, no vale nada.

“Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.

Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de

Papá.

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Notas.

1.      “Los últimos días del general Velasco”- A. Zimmermann Z. -1078

2.      Juventud Rebelde. La Habana- Cuba/ “El Gran Rebelde”. – Luis J. Gonzales- Gustavo Sánchez-Bolivia, 2007


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