La irrupción de los informales e ilegales en la política peruana
El agudo Charles F. Walker apuntó que José Gabriel Condorcanqui era un próspero comerciante perjudicado por la corona española antes que un revolucionario místico. En su época, los comerciantes deI interior habían articulado una red comercial y productiva que perjudicaba el mercado fuertemente controlado desde España.
En la Francia pre revolucionaria los comerciantes padecían la sobrelegislación tributaria que no permitía el traslado de un solo producto entre Francia y otros países sin atravesar docenas de controles con distintos tributos y restricciones.
Los cambios sociales se dan más por fenómenos económicos que por genuino idealismo. Los ideales como el de la libertad son más un eco de comerciantes frustrados que de intelectuales iluminados.
Planteado esto, es oportuno ensayar que el factor que transforma la realidad peruana es el crecimiento del llamado «sector informal» alimentado por el narcotráfico, el oro ilegal y la «sangría» de recursos del Estado.
Se dice «alimentado» porque las actividades ilegales son solo el resorte financiero de múltiples actividades económicas y circuitos comerciales que se desarrollan con su propia vitalidad.
Con un mercado tan pequeño, un sistema financiero sumamente costoso, nulo respaldo al emprendimiento, desprotección estatal, alto costo de bienes de capital, en el Perú, las medianas fortunas son inexplicables sin una «palanca» ilegal de alta rentabilidad (narcotráfico, contrabando, minería informal, tala y otros).
De informales a formales
Pongamos el ejemplo de un tal Moisés Mamani quien, como muchos, a partir de un pequeño capital ilegal obtuvo poder económico y politico que para un asalariado peruano sería imposible obtener aunque se rompa el lomo doscientos años.
Las personas que amasan capital ilegal quieren entrar en el mundo legal. De ahí que es aspiración y necesidad adquirir cobertura legal; de ahí que el ilegal emprenda negocios legales y lave su dinero mezclando fondos propios con los procedentes de créditos bancarios costosos pero útiles.
Cuando se habla de cobertura legal, se habla de los nexos forjados entre ilegales y funcionarios. Las bolsas de dinero entregadas a los jefes policiales, los compadrazgos forjados con jueces y fiscales, los «narcocongresistas», el financiamiento de campañas electorales son ejemplos de ello.
Si se trata de ambición, la muestra perfecta es César Acuña. Periodistas como Cristofer Acosta han desvelado parcialmente los origenes de su fortuna con los cuales forjó su pequeño imperio educativo que necesita leyes favorables las cuales se pueden obtener mediante congresistas amigos o siendo presidente.
La gran transformación política de los últimos 30 años es la protagonizada precisamente por gente desagradable como Moises Mamani y César Acuña pues son ellos los que acabaron con el monopolio político de la oligarquía peruana (o, los grupos de poder económico) que arrastraba las secuelas de las reformas de Juan Velasco Alvarado.
El dilema como sociedad
Las contradicciones comienzan a salir a flote: ¿Cobrarle más impuestos a los ricos o ampliar la base tributaria (perseguir a los informales)? ¿ Controlar los altos intereses bancarios? ¿Cerrar universidades abiertas por pequeños magnates de la informalidad para despejar la cancha a favor de oligarcas metidos en ese negocio?
En décadas pasadas, la oligarquía no tenía rival; sin embargo, la lenta acumulación de capital (de los informales), las mejoras en infraestructura, el crecimiento del mercado interno, el aumento de cobertura en servicios básicos y mejora del nivel educativo, han cambiado el escenario.
La clara tendencia indica que las medianas fortunas de los informales e ilegales crezcan tanto que su influencia política y económica invada más terrenos que antaño solamente eran dominados por la oligarquía.
En opinión del que escribe esta alteración en el balance de poder es la causa de la actual inestabilidad política y no tendrá solución hasta que cambie el orden económico, no hacia el socialismo o a la justicia social, sino hasta que responda a los intereses de los poseedores de pequeñas y medianas fortunas.
El proyecto político que aspire a imponerse, deberá dar una solución política al problema económico de los pequeños y medianos propietarios y a los llamados informales e ilegales.
El cambio ideológico necesario implica dejar de lado la falsa moralidad que manda condenar aquello ilegal o informal y entender que la ley emana de intereses. Por lo tanto, lo bueno y lo malo es una ficción contada por el poderoso.