La campaña electoral: ¿sirve el Plan de Gobierno?
¿Para qué sirve el Plan de Gobierno? Al parecer, tan solo para cumplir con el trámite ante la autoridad electoral. ¿Conocen de algún gobierno civil que se haya regido por su plan de gobierno? ¿Algún partido político hace su campaña electoral enarbolando su plan de gobierno? ¿Elegimos a los gobernantes por su plan de gobierno? Responder a estas interrogantes ponen aprueba nuestra conciencia política y nuestra actitud frente a lo que podría ser un delito contra la fe pública.
Los abundantes candidatos presidenciales han iniciado su campaña electoral con ideas sueltas, sin una perspectiva integradora sobre su plataforma y programas con los que su organización política pretende gobernar el país. Buscan ganar adeptos ofreciendo no un plan de gobierno, sino medidas que impacten la sensibilidad de los electores. “En mi gobierno no habrá adendas”, dice un candidato, denotando un estilo de vulgaridad como punto de partida para su oferta.
Otros en cambio, tienen tras de sí, una maquinaria que diseña la campaña electoral partiendo del diagnóstico del electorado, para explotar sus anhelos en una estrategia manipuladora. Ponen en marcha todas las estratagemas para vender la imagen del candidato, cubriendo todos los medios de comunicación. Es el marketing político y abarca más de 30 áreas de acción.
Al igual que el marketing comercial, que busca convencernos sobre un detergente, que lava suciedad y manchas, con solo introducir la prenda en una bandeja, el marketing político pone la carnada para que piquen los incautos y de este modo, los oprimidos otorgan el voto al que será el gobierno de sus opresores. Previo pago oculto, los medios impactan el cerebro de los electores que, por reflejo condicionado, deciden su voto.
La campaña electoral depende mucho del dinero disponible y por ello, las opciones populares no tienen las mismas oportunidades que los medios mercenarios brindan a los adinerados previa factura. Ahora que la pandemia impide las aglomeraciones, surge con fuerza el marketing digital que explota todos los recursos disponibles para poner el anzuelo, vender imagen y ganar adeptos.
El movimiento heterogéneo de protesta juvenil, atizado por los medios que explotaron la sensibilidad de este sector social, es una muestra del poder de convencimiento a que pueden llegar las vías digitales, hasta la inmolación. ¿Quiénes fueron los beneficiarios de esta movida? No ha sido la juventud peruana. ¿Quiénes serán los beneficiarios de la campaña electoral maquinada? No serán las clases populares, como ha sido siempre en esta república bicentenaria.
La campaña electorera está dirigida a obtener los resultados esperados de la inversión. Los testaferros de los grandes intereses son los que aparecen en el escenario, pero detrás de la cortina están los que mandan. El fin, justifica los medios, aunque estos, no sean correctos. El régimen electoral que tenemos es tramposo, pero lo permitimos. Privilegia el dinero y las leguleyadas. No luchamos por corregirlo. Nos adaptamos a sus disposiciones.
En la izquierda, tenemos escasas opciones compitiendo en condiciones alevosamente injustas, contra una veintena de opciones de derecha que nos venden la imagen de ser centristas, ocultándose detrás de sus mascarillas. Basta ver el número de veces que aparecen diariamente en la televisión y el tiempo que dan a cada cual, para darnos cuenta que hay un manejo detrás de todo y que más tarde se reflejará en las encuestas opinión prefabricadas.
Pero volviendo al punto, los candidatos del campo popular, ¿Tienen una visión de plan de gobierno? ¿Las propuestas que enarbolan, están en el aire o, están estructuradas en la perspectiva de un gobierno popular concordante con las condiciones imperantes? ¿Estamos preparados para gobernar? ¿Podremos cumplir las promesas que ofrecemos? No se trata de “prometer y prometer, hasta meter”, como dicen muchos. De la calidad de las propuestas depende también el resultado.
Entonces, pensar bien lo que decimos es muy importante. Si algunos son buenos agitadores activistas quizá no tengan la calidad requerida para ser gobernante, legislativo y ejecutivo. Manejar un vocabulario fuera de contexto, y despotricar desordenadamente contra enemigos políticos, con un lenguaje altisonante, pero sin sustentación ideológica, podría restar credibilidad.
Si Barrantes convirtió a IU en la segunda fuerza electoral en las elecciones generales de 1985, quedando expedito para la segunda vuelta, fue en gran parte por su convincente manera de hablar con sencillez, pero con fundamento. (Estábamos en una crisis económica, endeudados y con terrorismo). En plena campaña electoral un periodista del diario EL PAÏS, le preguntó:
P. ¿Y empezarán a construir el socialismo si vencen en las elecciones del 14 de abril?
R. Ese proceso comenzó con la victoria de IU en Lima, pero, hablando con realismo, no vamos a hacer un Gobierno socialista. Aspiramos a un Gobierno democrático, realmente popular, a partir del cual se puedan sentar las bases de un futuro desarrollo del socialismo, sin negarnos a la alternabilidad que la Constitución señala.
P. ¿Cuáles son, en su opinión los tres problemas principales de Perú en estos momentos?
R. Primero, la alimentación; segundo, el problema de la salud, y tercero, el problema del desempleo.
P. ¿Qué propuestas tiene su partido para solucionar estos problemas?
R. Nosotros creemos que hay que darle prioridad a la reactivación del proceso económico en el campo; hay que lograr de todas las maneras una moratoria selectiva de la deuda externa, de tal manera que el no pagar en un plazo mínimo de cinco años los intereses que unilateralmente son elevados por nuestros acreedores, permitirá destinar esa suma para la reactivación del campo, la alimentación y la salud. Hay que establecer el control del comercio exterior. El manejo de las divisas tiene que estar en manos del Gobierno.
Aunque las circunstancias son ahora muy diferentes, la experiencia es interesante. Su estilo moderado pero firme despertaba confianza porque traslucía nivel de mandatario. Los radicaloides, que nunca faltan, lo pechaban para exigirle que fuera agresivo en sus mensajes, pero siguió fiel a su estilo. Aunque aquellos le dieron la espalda, sin embargo, los líderes de la Revolución Cubana, de indiscutible autenticidad revolucionaria, lo avalaron y le brindaron atención médica en la isla hasta su expiración.
Salvador Allende ganó las elecciones de 1970 en Chile, no por un leguaje agresivo, sino por su fe en los métodos democráticos. El programa básico de Unidad Popular decía:
El Gobierno Popular garantizará el ejercicio de los derechos democráticos y respetará las garantías individuales y sociales de todo el pueblo. La libertad de conciencia, de palabra, de prensa y de reunión, la inviolabilidad del domicilio y los derechos de sindicalización y de organización regirán efectivamente sin las cortapisas con que los limitan actualmente las clases dominantes.
(…)
Una nueva Constitución Política institucionalizará la incorporación masiva del pueblo al poder estatal.
Se creará una organización única del Estado estructurada a nivel nacional, regional y local que tendrá a la Asamblea del Pueblo como órgano superior de poder.
La Asamblea del Pueblo será la Cámara Única que expresará nacionalmente la soberanía popular. En ella confluirán y se manifestarán las diversas corrientes de opinión.
Este sistema permitirá suprimir de raíz los vicios de que han adolecido en Chile tanto el presidencialismo dictatorial como el parlamentarismo corrompido. (…) (1)
En el Chinchaysuyo escuchamos decir a la gente “Perro que ladra, no muerde” en alusión a quienes son pura boca, sin pasar a los hechos. En una campaña electoral hay que dar muestras de capacidad de gobierno y de credibilidad, sosteniendo propuestas factibles. No solo discursos emotivos, sino también con fundamento técnico ideológico. Las hormigas pueden picar fuerte pero sus amenazas son ridículas.
Esto mismo nos puede pasar si nuestros candidatos hacen su campaña sobre la base de bravuconadas con amenazas incoherentes. Hablar de una nueva reforma agraria sin precisar el fundamento solo denota desconocimiento, dando lugar a malas interpretaciones. Barrantes hablaba de “darle prioridad reactivación el proceso económico en el campo” que es una concepción, más profunda y completa, que sigue siendo válida.
Ofrecer una constitución que ponga fin a los monopolios es ignorar que eso ya está en ella hace muchos años, o que “hay monopolio en el sector financiero y que los bancos cobran los intereses que les da la agana”, es desconocer la labor del BCR. Sería bueno que nuestros candidatos proyecten una imagen de estadista con nivel de calidad. Si se habla de agricultura, de economía, minería, o de cualquier otra problemática, habrá que hacerlo con fundamento y no por simple emotividad.
Gobernar, no es buscar un arreglo o, pacto social como si se tratara de una componenda negociada. Este enfoque deja todo a la incertidumbre de un “arreglo” futuro. Renegociar las concesiones neoliberales otorgadas por la corrupción gubernamental a inversionistas transnacionales, solo es mantener el mismo régimen, bajo un nuevo pacto, sin cambiar la política entreguista antipatriota. La recuperación de nuestro territorio capturado no se renegocia. ¿O, sí? Ustedes qué dicen.