Viernes, 22 de noviembre 2024 - Diario digital del Perú

La batalla de ser nosotros mismos

Actualizado: 11 junio, 2020

LAPATRIA

¡Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
César Vallejo

Delfina Paredes *

El oficio de la actuación en teatro, cine o televisión precisa de una permanente observación de las diferentes actividades del ser humano: las circunstancias, lugares, situaciones, contexto social e histórico en las que estas se desenvuelven. Ello nos permite conocer, asimilar, sentir y encarnar al personaje que debemos representar.

Las consideraciones que presento en este artículo las debo a ese oficio y a mi condición de ciudadana peruana con deberes y derechos inherentes.

La etapa de incertidumbre, confusión y miedo que estamos viviendo nos cuestiona sobre el pasado y nos interroga hacia el futuro. ¿Qué hicimos? ¿Qué dejamos de hacer? ¿Qué deberíamos hacer? Entonces se agolpan los recuerdos…

Quizá la primera percepción que guardo de las reformas estructurales que realizó Velasco tiene que ver con las cooperativas que luego de la Reforma Agraria se instalaron iniciando su aprendizaje; algunas con la conducción de caporales cercanos a los intereses del hacendado y las menos bajo la conducción de los propios campesinos.

En los primeros años de la década del 80, por iniciativa del Ministerio de Agricultura, se legisló otorgando a las cooperativas agrarias la libertad de desintegrarse individualizando los bienes. Así fue como los campesinos seccionaron las tierras para repartírselas y, al influjo del modelo individualista, fueron olvidando las costumbres ancestrales.

Las empresas estatales se fueron vendiendo, empezando por la Compañía Peruana de Teléfonos. AeroPerú fue adquirida por una empresa mexicana y el aeropuerto Jorge Chávez se concedió con el exclusivo propósito de que la empresa beneficiada construyera la segunda pista, la cual aún estamos esperando.

La industria se minimizó: la avenida Argentina adquirió un aire fantasmal y la carretera Central que alternaba fábricas con sembríos se transformó en un colmenar de tiendas que ofrecían los más variados artículos importados. ¿Dónde quedaron la productora de electrodomésticos Moraveco, la siderúrgica de Chimbote y su proyección a producir acero? ¿Dónde trabajan ahora los jóvenes que se capacitaron en SENATI y en otras academias técnicas?

“¡Cada peruano un empresario! ¡Libre competencia!”. Bajo ese conjuro se fueron llenando las calles de mujeres, varones y niños que vendían productos surtidos. Las sorprendidas pistas fueron circuladas por miles de carros importados que en el país del norte se desechaban. El trabajo informal se reafirmaba con la elogiosa posibilidad de convertirse en “emprendedor”.

Limitados los dispositivos legales, brotaron farmacias en todo el país sin la participación de profesionales químico farmacéuticos. Empresas particulares pudieron abrir locales para ofrecer instrucción escolar y superior. En un buen número de casos, el resultado es cuestionado.

La educación es un tema que nos implica a todos y esperamos que sea abordado con eficacia en la conmemoración del bicentenario, pues incide en la realización del ser humano.

Tren de carga y dignidad

El transporte ferroviario, que fue concedido en la década del 90, ocupa también un lugar en mi preocupación ciudadana. Tiene una línea que se inicia en El Callao y concluye en Huancavelica, atravesando en su recorrido 65 túneles y 67 puentes. Es una obra de ingeniería asombrosa. Mientras la carretera Central se interrumpe por los frecuentes huaycos, esta pasa por debajo de los puentes y el convoy puede llegar con seguridad a su destino. Además del transporte diurno de pasajeros circulaba de noche el tren de carga que conducía mercadería, particularmente producción agraria de toda la región (Tarma, Huánuco y Pasco se embarcaban en La Oroya), así que recuperarlo constituiría un alivio enorme para la carretera Central y, consecuentemente, para el tráfico de Lima.

El Gran Mercado Mayorista está ubicado en Santa Anita, a una cuadra de la línea férrea; podría construirse allí una estación con su consiguiente almacén, aliviando el desembarco y la distribución desorganizada.

La empresa se ha limitado a transportar minerales desde La Oroya hasta El Callao, descuidando clamorosamente su mantenimiento. Con cierta regularidad programa viajes turísticos a precios astronómicos.

La línea del sur tenía el siguiente recorrido: Mollendo, Arequipa y Juliaca, bifurcándose a Puno y Cusco. Actualmente, se utiliza el tren de carga solo para llevar combustible: gas, petróleo, gasolina. En su recorrido atraviesa paisajes variados de ciudades y pueblos en los que antes el tren de pasajeros se detenía para dejar o recibir viajeros y adquirir manufacturas, como la diversa y prolija cerámica de Pucará (más conocida por el emblemático torito). Hoy, los exclusivos turistas que pueden pagar más de 500 dólares son los que se embarcan en Cusco para llegar directamente a Puno. Recuperar la administración de este medio y devolverle la tarea que desde el siglo XIX había cumplido es una necesidad perentoria y un deber patriótico.

Es dolorosa la resignación del Estado y de la sociedad: no teniendo riqueza económica, renunciamos también a un posible enriquecimiento de ser nosotros mismos, de aprender a vivir en esta tierra que sí fue testigo y continente de culturas avanzadas, científica y artísticamente, con una ejemplarizante práctica comunitaria de bienestar colectivo

En abril de 1879 el Batallón Zepita, a las órdenes del general Andrés  Avelino Cáceres, salió de Cusco y luego de una travesía bordeando el río Vilcanota arribó al pueblo de Santa Rosa, en Puno, que era hasta donde llegaba la línea férrea. Allí pudo embarcarse en el tren que lo condujo a Mollendo para continuar por mar al puerto de Iquique, donde el 21 de mayo se produjo el primer ataque del invasor.

El 15 de abril de 1883, cuando Lima estaba ocupada, Cáceres se embarcó clandestinamente en la estación de Viterbo, pasó por Chosica y desembarcó en Chicla, última estación del ferrocarril, para iniciar la Campaña de la Breña. No puedo dejar de detenerme en este punto para expresar mi enorme admiración y reconocimiento a Antonia Moreno, que con sus tres pequeñas hijas y en las condiciones más precarias acompañó esa gesta heroica que salvó la DIGNIDAD de la patria.

Trabajo y cultura

El actor o intérprete es un trabajador eventual de empresas televisivas o cinematográficas, las que participan en dos sectores fundamentales de la sociedad:

1. Económico, constituyéndose en industria para cubrir la demanda del público nacional y susceptible de ser exportada.

2. Cultural, realizando producciones cuyo contenido contribuya eficazmente a la formación del ser humano en el ejercicio de valores nacionalistas y sociales.

Hay consenso en señalar la radiodifusión televisiva como elemento de influencia en el comportamiento humano; se llega a sostener que se constituye en eje de educación, instrucción e información a través del aporte que en su contenido pueden trasmitir los productos llamados de ficción o argumentales (series, telenovelas, cine), pues la forma subyugante y reiterativa con que se ofrecen los dota de poderes casi irresistibles que orientan la conducta pero también aportan conocimientos de historia, costumbres, lugares, diferencias económicas y sociales. De ahí que sus héroes suelan constituirse en paradigmas de jóvenes y niños cuyas aventuras quisieran encarnar. Lamentablemente, al no existir producción peruana solo se toma en cuenta la mentalidad en la que los personajes de otras realidades se desenvuelven, casi siempre enfocada en la violencia y un consumismo desenfrenado.

En nuestro Perú, la mayor producción se realizó en las décadas del 60 y 70. En 1980, la extranjera (México, Venezuela, Colombia) ingresó masivamente liberada de impuestos. Actualmente, son varios países los que alimentan nuestras pantallas. En esas condiciones, el trabajo para la actuación y la técnica es limitado y poco estimulante para el actor que pone su imagen para ofrecer los contenidos.

Es preocupante y dolorosa la resignación que adopta el Estado y la sociedad en su conjunto: no teniendo riqueza económica, renunciamos también a un posible enriquecimiento de ser nosotros mismos, de aprender a vivir en esta tierra que sí fue testigo y continente de culturas avanzadas, científica y artísticamente, con una ejemplarizante práctica comunitaria de bienestar colectivo.

En estos días, un elemento microscópico ha paralizado la actividad mundial. Una inmensa mayoría de los habitantes estamos aferrándonos, si es que sobrevivimos, a la esperanza de mantener un trabajo o encontrarlo.

Personalmente, he lamentado la desaparición de empresas e industrias estatales y aliento la recuperación de esas fuentes de trabajo. Sin embargo, tengo que reconocer que, con frecuencia, los nombramientos para la conducción de las mismas se daban por vinculaciones político-partidarias, familiares y/o amicales, mas no por conocimiento y responsabilidad. Para la elección del personal, los jefes ya nombrados repetían el método.

En la perspectiva del post COVID-19 no creo imposible que una empresa estatal funcione eficientemente. Sería como negar la reeducación del ser humano, pero dependerá de la honestidad y mística con la que de rey a paje se asuma el trabajo.

Esta guerra nos cuestiona a todos y en medio de ella hay un grupo enorme de varones y mujeres que están en el frente de batalla: médicos, enfermeras, policías, el ejército de tierra, aire y mar; barredoras, trabajadores que recolectan la basura. Para todos ellos, la inmensa gratitud del pueblo y el recuerdo que aflora del poema de Vallejo:

¡Extremeño, dejásteme
verte desde este lobo, padecer,
pelear por todos y pelear
para que el individuo sea un hombre,
para que los señores sean hombres,
para que todo el mundo sea un hombre, y para
que hasta los animales sean hombres,
el caballo, un hombre,
el réptil, un hombre,
el buitre, un hombre honesto,
la mosca, un hombre, y el olivo, un hombre
y hasta el ribazo, un hombre
y el mismo cielo, todo un hombrecito!


(*) Primera actriz. En radioteatro participó en adaptaciones como Todas las sangres, de José María Arguedas (1988). En TV es recordada por Evangelina (1975); su trabajo en cine incluye Caídos del cielo (1990), de Francisco Lombardi, y en teatro fue la primera versión de La Chunga, de Mario Vargas Llosa. Secretaria general del Sindicato de Actores del Perú en dos ocasiones, fue reconocida como profesora honoraria de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y por la Asamblea Nacional de Rectores.


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