Domingo, 24 de noviembre 2024 - Diario digital del Perú

Kallawaya, Carabaya

Actualizado: 20 febrero, 2019

Guillermo Vásquez Cuentas

1. El grupo étnico Kallawaya

A. Algo de historia      

Grupos nómades dedicados a la recolección, caza y pesca, estuvieron en los orígenes de la civilización andina. Muestras de esa antiquísima presencia humana son las pinturas rupestres dejadas en Huiquiasa, Carachilla, Punquini, Chilcuru, Corani y Coasa, lugares ubicados en algunos distritos de la actual Carabaya.

Como pueblo sedentario los Callahuayasse ubicaron en los espacios de la Cordillera de los Andes que mira hacia el oriente. En tanto otro grupo cercano a ellos, los Mashcos, de clara prosapia Arahuak, ocupó la parte norte de la cordillera de Carabaya entre los ríos Inambari y Madre de Dios.

Es comúnmente aceptada la afirmación según la cual el origen del pueblo Kallawaya se remonta  a la época de esplendor de la cultura Tiawanaco, desaparecida en el siglo XI de nuestra era. Luego del colapso de esta gran cultura, los Kallawaya fueron tal vez uno de los grupos que peleaban por la hegemonía en el Collao, en especial en torno a las tierras adyacentes al lago Titicaca; lucha que cesó cuando los collas (llamados “aimaras” desde la invasión española) venidos de Copiapó y Atacama, invadieron violentamente la meseta, dominando –entre otros ocupantes de ella- a los Kallawayas y empujándolos hacia la franja de la cordillera oriental.

Los Kallawaya, antes de ser incorporados por los Incas a su organización estatal, constituían un señorío independiente, situado al norte del Lago Titicaca, en la región caracterizada por las cordilleras de Apolobamba y Carabaya. El famoso arqueólogo y antropólogo John Rowe[i], considera a los Kallawaya como uno de los señoríos aimaras coetáneos a los Lupaccas, Collas y Pacajes.

Durante el incario, los cusqueños incorporaron esos pueblo y territorio al imperio y gobernaron desde Sinchi Roca. En esa época, los amautas tenían conocimiento de las propiedades curativas de ciertas plantas y un gran número de curanderos ambulantes, esto es, los Callahuayos, se internaban en los bosques para recogerlas, ganando prestigio como médicos viajeros que recorrían regiones de varios países.

Los invasores hispánicos, noticiados de la riqueza aurífera de Carabaya y de la no probada existencia de Paititi o El Dorado, supuestamente ubicado en el llano de la amazonia, intentaron encontrar los muy mentados fabulosos tesoros.

El primero que se internó en la abigarrada floresta en búsqueda del “País del oro y de la canela” fue Pedro de Candia que salió del Cusco el año 1538 con una expedición que llegó hasta el mismo llano amazónico. Ese viaje fue tan trágico como los que siguieron: Pedro Azures de Campo Redondo en 1538; Pedro Álvarez de Olguín 1541; Francisco Hernández de Girón 1549; Gómez de Tordoya 1561; Antón de Gasto 1562[ii].

El escritor puneño Teobaldo Loayza refiere con detalle la incursión de Pedro de Candia y Pedro Anzures[iii] en la que “habíanse muerto de hambre y enfermedad ciento cuarentitrés españoles y más de cuatro mil indios e indias y habíanse muerto y comido doscientos veinte caballos”; esto entre otros muchos datos.

“Durante la época del Coloniaje todo el espacio Kallawaya fue ex­plorado por los españoles. Y aunque sus riquezas eran iguales en sus tres rei­nos, dieron preferencia a la explotación de sus minerales, porque ellos reportaban para la corona mayores benefi­cios” y porque se trataba del yacimiento aurífero más rico del Perú.

Es probable que producida la invasión española, los kallawayas que estaban al servicio de la corte incaica regresaran a refugiarse en sus comunidades originarias. Sus conocimientos sobre las artes curativas sobrevivieron durante la colonización. “Guardaron celosamente los secretos de sus saberes y habilidades, transmitidos de forma oral sólo de padres a hijos utilizando una lengua propia”[iv]que muchos sostienen fue el uro-puquina.

En el virreinato, los españoles supieron de la riqueza minera del altiplano especialmente de Carabaya donde establecieron uno de los corregimientos altiplánicos y explotaron en volúmenes apreciables el oro de la región.

En la época de la lucha por la emancipación, cuando el virrey Juan Antonio de Mendoza administraba el poder colonial, el carabaíno Juan Santos Atahualpa provocó la gran revolución reivindicadora de 1742. Santos era un indio noble inca de Carabaya. Por lo demás, en 1780 Carabaya aportó con centenares de hombres para el ejército del General Vilca Apaza, que se levantó en armas desde Azángaro.

B. Ámbito Territorial

El inmenso territorio de la meseta del Collao al decir de  Pablo Cingolati[v]  “pertenecía a lo que bajo la cosmovisión aymara de opuestos complementarios se denominaba Umasuyu, es decir el mundo líquido, húmedo, vegetal, oscuro, femenino e inferior en la jerarquía dual y en oposición al Urcusuyo que caracterizaba al altiplano, la región desértica, mineral, con luz potente y masculina y donde se desarrollaron las culturas más estudiadas del horizonte andino. Uma y Urco eran espacios en torno a un eje acuático –formado por el Lago Titicaca- que los dividía y que también caracterizaba a sus pobladores. En el Urcusuyu, vivían los hombres propiamente dichos; en el Umasuyu vivían los urus y los puquinas, también los yungas, y por último, sumergidos en la inmensidad desconocida de la geografía, los chunchos, los «salvajes».

Los Kallahuayas cumplían función de enlace entre la gente de las alturas y y la gente de la selva.

Si bien los médicos herbolarios están aun nítidamente asentados en la región de Bautista Saavedra, al noroeste de La Paz, Bolivia en las localidades de Charazani, Curva, Niño Korin, K’anlaya, Chajaya, etc., ello no fue siempre así.

En determinado momento Carabaya comprendía la actual Sandia. Por decisión de la corona española se dividió en dos gobernaciones “la parte norte Selva pertenecía a la gobernación de Nueva Castilla, para Francisco Pizarro; el Sur, ceja de la selva y sierra, pertenecía a la gobernación de Nueva Toledo, para Diego de Almagro”.

Durante la época virreinal hacia 1776, Carabaya –junto con las de Chucuito, Lampa, Azángaro- pertenecía a la audiencia de Charcas del virreinato de Buenos Aires. Mas tarde (1796) pasa a la Intendencia de Puno, Audiencia de Lima del virreinato del Perú.

El espacio territorial de los Kallawayas, con los mayores contrastes geográficos del mundo, ocupaba todo el flanco oriental de las cordilleras de Carabaya y Apolobamba, constituyendo además, zona de distintos pisos altitudinales. Abarcaba toda la vertiente oriental de la cordillera andina, desde Usicayos a 3875 metros de altura, actual provincia Carabaya, y la provincia Sandia en el departamento de Puno, ambas situadas detrás de la cordillera que hoy se conoce como de Carabaya y se prolongaba en ese flanco oriental hasta Ambaná, un valle al sur de Charazani, hacia el Titicaca, entre los cerros de la cordillera de Muñecas (municipio de Carabuco, provincia Camacho, departamento de La Paz).

Pablo Cingolani[vi] refiere que  ”Hacia el siglo XII de la era presente, organizaron su propio señorío, luego del declive del imperio teocrático de Tiwanaku. Escribe Thierry Saignes que el Kurakazgo de los Kallawayas estaba dividido en dos mitades: la mitad superior formó la provincia de Hatun Carabaya (Carabaya La Grande; cuyos territorios hoy forman parte de la República del Perú). La cabecera era Sandia y eran importantes los pueblos de Ollachea y de Ayapata; el señorío tenía relaciones fluidas con el Kollasuyu, hay documentos que prueban el traslado a Phara y a las minas de oro de mitimaes desde el Collao”. 

La otra mitad era Carabaya la chica, la mitad inferior, y tenía por capital a Charazani e incluía los pueblos de Moco Moco, Carijana y Camata, la puerta de entrada al valle cocalero de Apolobamba, donde el Inca trasladó trabajadores para la producción de la hoja sagrada desde la lejana y norteña Chachapoyas. En la actualidad, estos territorios forman parte de Bolivia.

Waldir Tuni, estudioso del pasado y presente de Carabaya, de la que es uno de sus notables hijos, precisa durante sus aclaraciones por Facebook sobre el real aniversario de la creación de Carabaya: “Carabaya antigua; aún esa del tiempo Colonial, fue otro retazo, el retazo Hatun Callahuaya que además de las actuales Sandía y Carabaya, también estaba conformada antes de 1775, por la actual Putina. Mientras la Huchuy Callahuaya, se quedó en la Audiencia de Charcas -hoy Bolivia- desde 1573”.

En la actualidad el territorio Kallawayo está dividido por una frontera política, una raya, un límite entre dos repúblicas: hace bien un gringo llamado Michael Schulte en hablar de la “región kallawaya”.Siempre fue una sola, a un lado y a otro de la actual línea demarcatoria. “No hay duda de que los territorios que hoy dependen administrativamente de las repúblicas de Bolivia y Perú formaban parte de la misma unidad territorial y étnica” dice Schulte.

El historiador y político boliviano Jose de Meza[vii] ratifica que “La provincia Callahuaya, llamada por los españoles Carabaya (región muy rica en oro) quedó dividida entre Perú y Bolivia, pese a su unidad histórica.

Cabe resaltar que la UNESCO (United Nations, Educational, Scientific and Cultural Organization) a pedido de Bolivia, proclamó la ciencia y la cosmovisión del pueblo Kallawaya asentado en ese país, como «Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad» mediante acuerdo fechado el 7 de noviembre de 2003, en París.

El prestigio de los kallawayas emana de su reconocimiento general como conocedores y usuarios de una farmacopea natural surandina que se dice está muy cerca de las mil especies.

Los Kallawaya, que son multilingües, po­seyeron –además del aimara- un idioma especial que, según aseguran por tradición, es el mismo idioma secreto de los incas el que según el lingüista Cerron Palomino, es el puquina.

En 1821, cuando se jura la Independencia del Perú, no se había creado aún el departamento de Puno. Aparece recién en el Decreto Supremo de 26 de abril de 1822 por el cual se reglamenta las elecciones para Diputados a Congreso, en donde Puno como departamento aparece con sus provincias incluyendo a Carabaya.

Encinas y Mercado refieren como datos de interés histórico que ”Proclamada la independencia, Carabaya continuó como provincia del de­partamento de Puno desde el 21 de junio de 1825., haciéndose la demarcación y arreglo de ella en virtud del decreto dictatorial dado en el Cuzco el 2 de mayo de 1854.

Permane­ció así hasta 1875, en que por ley del Congreso de 5 de febrero de ese año se la dividió en dos provin­cias:

La Provincia de Carabaya tenía como capital el pueblo de Crucero, y como distritos a Crucero, Ayapata, Maeusani, Cuyucuyo, Patambuco, Sandia, Quiaca y Phara. Por esa misma ley, además secrearon los distritos de Coa­sa, Corani, Ituata, Ajoyani, Ollachea y Usicayos y se trasladó la ca­pital de esta provincia al pueblo de Macu­sani”.

Provincia de Sandia con los antiguos distritos de Cuyucuyo, Patambuco, Phara, Sandia y Quiaca y los nuevos de Sina y Poto (hoy Ananea), este último segregado de la provincia de Azángaro.

C. Consideraciones etimológicas

El antiquísimo pueblo-territorio conocido como los Callahuayas, Carwayas, Calabayas, Carabayas, Kallawayas etc. todos topónimos del mismo lugar, ha sido objeto de muchas aproximaciones etimológicas para establecer su origen. David Frisancho dice que también se los conoce como “kamilis”, “jampiris”, «médicos bolivia­nos”, “doctores viajeros”[viii] y otros agregan: Yatiris, Laykkas, brujos.

Hay quienes postulan que la etimología del término kallawaya proviene de dos palabras aymaras: qolla que significa medicina herbolaria y huaya que significa portar-llevar.[ix]  Téngase en cuenta que Qollasuyu, significa «tierra de la medicina» nombre que seguramente fue puesto como reconocimiento a la identificación cultural curanderil extensiva de los Kallawayos en parte de los territorios que hoy día están integrados en Bolivia, Argentina y Chile.

En esa misma línea Jose Portugal Catacora[x] sostiene que “Callahuaya deriva de la voz compuesta aymara Qolla—Huayo, qolla es medicina y huayo significa jalar. Diríase que ambas voces se refieren a quien jala medicinas. De modo que la denominación Callahuaya quiere decir el que jala o lleva medicinas”.

Hernán Amat Olazabal, afirma que kallawayo es una desvirtuarían idiomática de los vocablos “COLLA” (medicina, medicamento, en aimara) y “WAYU” (llevar, el que lleva,en la misma lengua derivado a su vez del verbo WAYUÑA, llevar jalando) Según este arqueólogo puneño, CARABAYA deriva de ese vocablo compuesto.

Otros autores pretenden explicar el origen de la palabra Carabaya señalando que el término proviene de caruwaya, que quiere decir «alforja lejana». Algunas crónicas apuntan, que Carabaya deviene de Qoriwaya, «alforja de oro». Y hasta hay quienes mencionan que proviene del nombre de un rey llamado Carabaya quien gobernó a un pueblo antiquísimo asentado en esta zona, derivándose luego en Callahuaya.

Felipe Guaman Poma de Ayala habla de Calla Uaya para referirse a Carabaya, lo cual indica que ese término compuesto sería un topónimo con sesgo etnónimo.

El profesor Oscar Lino Añasco, postula que la etimología de Carabaya deriva del quechua Ccori Huayacca, que traducido al castellano significa Bolsón de Oro.

Otros dicen que viene de Ccolla ahuayo : atado de medicinas, de vegetales de diversa índole para la cura de enfermedades de la región. Los colla-ahuayos, conocidos después por derivaciones lingüísticas como Kallawayas de donde, ya sin duda, deriva “Carabaya”.

Cingolati[xi] acucioso estudioso de los Kallawayas afirma enfáticamente que “Carabaya es la castellanización de los términos originarios Kallawaya, Callahuaya. Mientras que la UNESCO refiere en documento oficial que “El origen del nombre Kallawaya es consistente con los fonemas aimaras «Qolla-waya» que significan «medicamento» y «llevar al hombro». Entonces, el nombre aludiría claramente a los que cargan y los que llevan medicinas.

También hay quienes sostienen que en lengua aymara, la palabra Kallawaya alude a la expresión «irse de casa». En quechua, se refiere al «hombre que anda cargando hierbas medicinales». No se ha encontrado registro documental etimológico alguno que postule que el término de viene de la lengua puquina[xii] ni en la lengua uru-chipaya. Luego, los kallawayas estarían vinculados filológicamente a los aimaras.

Hay un ácido debate entre aimaristas y puquinologos sobre el origen del término Carabaya. Los primeros señalan que no porque los topónimos como Tiabaya, Ilabaya, Mollebaya, Socabaya, sean probadamente puquinas, tenga que suceder eso mismo con Carabaya, cuyo origen aimara tiene el respaldo de la mayor parte de los lingüistas dedicados a estos menesteres.

2. Carabaya

A. La fama del oro y de los recursos naturales

Mariano Paz Soldán en su clásica y monumental  GEOGRAFIA DEL PERU, reafirman el aserto de muchos cronistas de la historia del Perú y de especialistas y profesionales nacionales y extranjeros sobre Carabaya: “Es la más rica quizá de toda América del sur…en los tres reinos”, sobre todo por sus minas de oro, las más opulentas del continente.

José Antonio Encinas y Juan Luis Mercado[xiii] dicen que en Sandia y Carabaya “la madre naturaleza espar­ció toda la esplendidez de sus dones”. Agregan ilustrando que “Carabaya fue conocida desde la épo­ca de los incas. Su descubrimiento se remonta, según Garcilaso, al Gobierno del inca Sinchi Roca, que había llega­do en sus conquistas “por los Antis (Andes) hasta el río Callahuaya o Ca­maya donde se cría el oro finísimo que pretende pasar de los 24 quilates de su ley”.

Carabaya aportó fabulosas cantidades de oro durante el  incario y se destinaron a adornar los templos del sol en el Cusco.

Garcilaso de la Vega se refiere al oro de Carabaya encomiásticamente, al decir que “Todo el oro del Perú es de diez y ocho a veinte quilates de ley, poco más, poco menos. Sólo el que se saca en las minas de Callauaya o Callahuaya es finísimo, de a veinticuatro quilates, y aun pretende pasar de ellos, según me lo han dicho algunos plateros de España”.

El padre José de Acosta en su Historia Natural y Moral de las Indias (libro cuarto, cap 4) dice “del oro que se labra en Indias el más celebrado es el oro de Carabaya en el Pirú”.

Antonio Vásquez de Espinoza al describir la provincia de Carabaya en su “Compendio y Descripción de las Indias Occidentales” dice que en esa provincia “ay riquísimas minas, o desbarrumbaderos de oro volado de pepita de subida ley. Sus pueblos principales son Sandia, Phara y otros, ay fundadas en esta prouincia de Carauaya dos villas de Españoles, sin otros asientos de minas, la villa principal es San Joan del oro…la prouincia está toda lastrada de oro…de 18 kilates”

B. Una pretensión que no llegó a prosperar

Parte del extenso territorio Kallawaya fue de origen preinca y no estaba físicamente delimitado. Ese territorio, según es posible leer en la página webb de Wikipedia, se asigna a la jurisdicción política de Puno al momento de su creación como Intendencia en noviembre de 1776. Sin embargo, clericalmente siguió perteneciendo al obispado del Cusco.

“Conforma definitivamente parte de la actual Región Puno sólo desde 1912”. Antes, Bolivia disputó la propiedad de parte del territorio de Carabaya esgrimiendo diplomáticamente el principio de derecho internacional denominado uti possidetis o sea “lo que poseeis, seguid poseyéndolo”, en este caso todas las provincias que eran parte de la Audiencia de Charcas al año 1810. En la controversia, el Perú hizo valer, finalmente, el derecho por pertenencia clerical (al obispado del Cusco) e integración de facto, en los hechos, al territorio peruano, por su fluida interacción con otros pueblos y provincias colindantes del Perú.

3. El arte dancístico popular de los Kallawayas

A. Práctica en lugares y tiempo

No es posible determinar si esta danza que integra el acervo del arte coreográfico popular de la región altiplánica y áreas adyacentes culturalmente influidas, proviene desde tiempos tiahuanacotas tal como ocurrió con su grupo étnico, o solo se formó durante la colonia como una forma de representar el oficio de esa suerte de médicos trashumantes que recorrían todo el espacio collavino “llevando brebajes, pócimas, yerbas, zahumerios y rezos para curar las enfermedades del cuerpo y el alma”[xiv].

Como ocurre en todo lo que nos rodea, los Kallahuayas como antigua etnia supérstite y como expresión dancística de su cultura, han estado y están en constante cambio y transformación, debido a su inevitable interacción con la civilización contemporánea y sus productos.

Lo cierto es que esos antecedentes convirtieron a los Callahuayas o Collahuayos en personajes mitológicos y han inspirado la creación de la danza de los Callahuayas que hoy se sigue practicando en Puno, especialmente por la APAFIT (Agrupación Puno de Arte Folkórico y Teatro) institución empeñada en evitar su desaparición.

Nos limitamos a comentar la participación de solo dos personajes principales del conjunto dancístico:

El KALLAWAYA VARÓN: Básicamente lleva un poncho relativamente corto; porta la llant’ucha (llanticj) o sombrilla que es el principal elemento de esta danza, la misma que representa la protección del sol y lluvia que usaban los kallawayas en sus largas caminatas; y, el kapachu o bolsón adornado con borlones de lana conteniendo hierbas, amuletos, talismanes, ofrendas y material vario para ceremonias y curaciones. El pantalón es generalmente oscuro y totalmente simple. Lleva una faja llamada chin-chin de color vivo cubierta con monedas de plata sujeta su cintura.

La KALLAWAYA MUJER, el complemento femenino («No hay sol sin luna, ni día sin noche») oficia de vidente y también participa en curaciones. Lleva pollera multicolor, blusa generalmente blanca con encajes y usa trenzas largas sujetadas con tullmas.

Todos los danzarines adornan el poncho y/o lliclla con objetos de plata, vajilla y utensilios que les sirven para preparar los brebajes. En la versión puneña (distinta a los estilos boliviano  y de Cuyo Cuyo en Sandia) “…los danzarines, sin excepción, van tocados por sombreros generalmente negros con cuatro hendiduras en la copa que los hacen terminar en punta”[xv].

B. movimientos y ritmo

Durante la ejecución de la danza, varón y mujer se saludan constantemente inclinándose y deteniéndose por un instante, para luego seguir moviendo e imprimiendo giros a las sombrillas según el ritmo y la cadenciosa melodía musical. Las sombrillas son llevadas rítmicamente y en alto, a la vez que se les imprime movimientos rotatorios.

El conjunto hace también movimientos en grupo, cambiando constantemente la disposición de las parejas

Augusto Vera[xvi], destacado músico puneño nos ilustra: “La melodía, compuesta de dos partes, consta en cada una de ellas de compases de dos, tres o cuatro tiempos, el último de los cuales finaliza con un silencio que sirve de descanso de tal forma que, en ese momento, los bailarines permanecen inmóviles y en posición de saludar con reverencia a su pareja. En este pequeño lapso, las sombrillas permanecen también inmóviles”.


[i] https://carpetapedagogica.com/periodificaciondejohnrowe

[ii] : Presidencia del Consejo de Ministros: ESTUDIO DE DIAGNÓSTICO Y ZONIFICACIÓN DE LA PROVINCIA CARABAYA :

[iii] Teobaldo Loayza HISTORIA DE PUNO en PUNO. APUNTES HISTORICOS. Ed. UNA 2015 p 172

[iv] Anónimo. “El origen de los kallawayas”, articulo breve

[v] http://www.cingolani.ssolucion.com/

[vi] Pablo Cingolani  http://sugieroleer.blogspot.com/

[vii] José de Meza, Teresa Gisbert y Carlos Meza Gisbert: “HISTORIA DE BOLIVIA” Cuarta Edición. Ed Gisbert, La Paz, Bolivia, 2011, p. 41

[viii] David Frisancho Pineda: MEDICINA INDIGENA Y POPULAR. Ed. Mejia Baca

[ix] Diario LA PATRIA Oruro, 1 de marzo de 2014: KALLAWAYA, DANZA DE LOS MÉDICOS NATURISTAS.

[x] José Portugal Catacora DANZAS Y BAILES DEL ALTIPLANO. Ed. Universo 1981 p. 37

[xi] Cingolani op.cit.

[xii] Oblitas Poblete, E. (1963). Cultura Callawaya. Talleres gráficos bolivianos. La Paz, Bolivia

[xiii] PUNO ILUSTRADO marzo 1919. Año 1 N° 1, p 7 Directores. Jose Antonio Encinas y Juan  Luis Mercado

[xiv] Enrique Cuentas Ormachea “PRESENCIA DE PUNO EN LA CULTURA POPULAR”, Ed. Nueva Facultad, Lima 1995, p.  95 y s.

[xv] Augusto Vera Béjar: MUSICA, DANZA, TRADICIÓN Y PERSONAJES PUNEÑOS. TREINTA AÑOS DESPUÉS. Arequipa, 2005, p 34

[xvi] Augusto Vera Béjar: Op Cit.


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