José Antonio Encinas, maestro de maestros
Una vida dedicada a la educación, al indio y al pueblo es quizá la mínima idea que trasluce el itinerario vital del gran educador peruano José Antonio Encinas, quien naciera un 30 de mayo de 1888 en la ciudad de Puno.
En el siglo XX hubo varias innovaciones en educación. La Escuela Nueva tenía varias propuestas: crear interés en el niño por el aprendizaje, personalizar la educación según las necesidades del alumno, preservar la libertad, estimular los intereses intelectuales, afectivos y morales. En el Perú, Encinas fue una figura clave de la educación, preconizó tesis pedagógicas surgidas por la aplicación del método dialéctico al proceso de la enseñanza, como: escuela laboratorio, formación política del educando, capacitación para el trabajo productivo, orientación científica; puntualizando que el maestro debe enseñar yendo de lo fácil a lo difícil, de lo concreto a lo abstracto; habituar al niño a que analice y explique científicamente su trabajo, de modo que sea capaz de remontarse del problema práctico a la idea general teórica; y de aquí -en etapas superiores- buscar la solución de nuevos problemas.
Un ilustre contemporáneo suyo, Albert Einstein, había dicho acerca de la tendencia que afectaba a la educación europea: “Había que meterse todo aquello en la cabeza del modo que fuera, disfrutándole o aborreciéndole. Tamaña coerción produjo en mí un desaliento tan grande que, tras mi examen final pasé un año entero sin encontrar el más mínimo placer en la consideración de ningún problema científico”[1]. Coincidentemente Encinas advirtió: “Se asfixia sin piedad imponiendo a los estudiantes la pesada tarea de tener que aprender lo que no se entiende, lo que no se quiere, lo que a veces, el espíritu repugna y rechaza”.
La grandeza de Encinas radica justamente en haberse rebelado contra esta mentalidad servil y ciega proponiendo desde su propia realidad sociocultural un enfoque social, activo y liberador, es decir, profundamente humanista de la escuela. No resulta extraño, considerando que la educación es un pilar de la estructura de dominación que abarca lo económico, social y político, que su ideario provocase abierto rechazo de los poderosos.
Encinas, estuvo muy convencido de difundir y aplicar un novedoso ideario pedagógico; enfrentándose al “Civilismo”, escribió, “ha hecho de la Educación Pública lo que ha querido, y entre otras cosas, la ha usado para pagar favores políticos”. Puso como ejemplo la designación de un entomatólogo como profesor de Psicología en la Escuela Normal. Nos recuerda las decisiones de gobernantes regionales y nacionales que improvisan la conducción educativa, colocando a genuflexos y áulicos burócratas improvisados, por el solo hecho de haberlos acompañado en las elecciones.
Encinas tenía muy claro que la charlatanería, la improvisación y el empirismo en la educación es más dañina que en materia de medicina. En su ideario pedagógico “Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú” señalo: “Mientras en una, las consecuencias del error recaen sobre una persona, en la otra, el error es de orden colectivo”. Acertadamente hizo hincapié en que, en el campo educativo, promociones íntegras sufren las consecuencias de la incompetencia.
Mercantilismo en la educación
Encinas[2] era enemigo acérrimo de la intromisión del comercialismo en la formación de los educadores. Decía: “¡Es inadmisible la vulgar idea de suponer que un maestro solo requiere unos cuantos principios de técnica de enseñanza (…) Gente sin escrúpulo, han convertido la misión de preparar maestros en una fuente de explotación con menoscabo de los intereses de la colectividad. Anuncian que pueden dejar expeditos a los candidatos al diploma de maestro en ¡tres meses!” “El magisterio es ante todo un apostolado que exige una permanente agitación espiritual. El maestro que ha convertido su misión en una rutina ha perdido el dinamismo necesario para transformarse en un líder social”
Encinas, condena esta aletargada actitud: “La sociedad castiga mediante la ley el ilegal ejercicio de la profesión de curar y establece restricciones para quienes se dediquen a defender sus demandas ante los tribunales de justicia, pero permanece impasible e indiferente con quienes están encargados de dirigir el espíritu de sus hijos. Rechaza al charlatán y al leguleyo, pero admite al maestro empírico e ignorante”.
Gamaliel Churata colaborador del gran Amauta José Carlos Mariátegui, señalaba: “La escuela debe mantenerse en un estado latente de revolución. ¡Triste destino el de los profesores que comprendiendo este deber ejercen su ministerio con holgura paquidérmica! (…) Si hay una responsabilidad ante la naturaleza y la civilización, esa responsabilidad es la del maestro”.
El Centro Escolar 881
En 1907, Encinas fue Director del Centro Escolar 881 de Puno. Danilo Sánchez [3], su biógrafo y comentarista explicaba su labor en los siguientes términos: “Encinas convirtió al Centro Escolar en una escuela renovada en su praxis pedagógica, hizo Escuela Nueva porque el modo de hacer las cosas en el Centro 881 correspondía, (…)”. En el centro Escolar 881 bajo su orientación y liderazgo, se forjaron y se pusieron en acción las ideas y doctrinas de una pedagogía humanista, vale decir, respetuosa de la libertad del niño, de su personalidad incontrastable, de su tendencia natural a la actividad lúdica, de su descubrimiento del deber moral y de su curiosidad y lógica puras, precursoras del pensamiento crítico y creador.
La experiencia de José Antonio Encinas Franco, en la escuela 881, merece figurar en la historia al nivel de famosas escuelas como Yasnaya Poliana de León Tolstoy, o la de Shantiniketan de Rabindranath Tagore; o la Comunidad Ayllu de Warisata de Lizardo Pérez en Bolivia; o la Escuela Experimental del humanista Jesualdo Sosa en Uruguay.
El rol del maestro como líder social
José Antonio Encinas, reconociendo el importante rol del maestro señalo: “El más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de Escuela. Cuando la sociedad actual se sacuda del egoísmo y de los prejuicios que anquilosan sus más vitales funciones y cuando el maestro, de su parte, deje la rutina y se transforme en un LIDER SOCIAL, entonces el magisterio habrá sobrepasado en importancia a cualquier otra actividad humana”.
No obstante, la importancia del maestro en la educación, gobernantes y el propio sistema social que la propicia, ha venido maltratando de manera sistemática la labor docente, reduciendo el presupuesto de sus escuelas y hasta de sus propios salarios. Encinas advertía: “el maestro pagado con los desperdicios del Presupuesto Nacional, impedido para intervenir en política del país, es sencillamente un paria que vegeta dentro de la rutina como sistema, teniendo el favor como recompensa. Así el maestro no es un mentor de conciencias, un conductor de multitudes, un arquitecto de gran envergadura. Es simplemente, un conductor de rebaños o un albañil de aldea”.
Encinas es sin lugar a dudas, un magnífico ejemplo para quienes, han comprendido el rol de la carrera ‘más noble’ y de más urgente necesidad en el país, para quienes creen sentirse aptos para responder, sobre la base de la vocación, inteligencia y dedicación, al desafío que implica cumplir con altura y responsabilidad generacional y romper los grilletes del analfabetismo y la ignorancia, lastres que la clase política en el poder encuba, para beneficio de unos cuantos y el atraso de nuestro país.
[1] Einstein, A. citado por Sergio Dávila Espinosa (2000). Revista digital de educación y nuevas tecnologías. Contexto educativo
[2] Encinas Franco, José Antonio “Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú” (1932). Minerva. Lima
[3] Sánchez D. (2004). Encinas, maestro del Perú profundo. Derrama Magisterial, Lima