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Hasta que nos volvamos a cholear: otra vez ponen al peruano como adorno artesanal

Actualizado: 25 marzo, 2022

LAPATRIA

«Hasta que nos volvamos a encontrar» es una película de turistas para turistas. Hablando «en peruano»: no es que joda la película (que da sueño pero resulta simpática), sino lo que evidencia.

Tondero producciones tiene los mejores presupuestos y los actores más conocidos. Es como el delegado de salón en el cine peruano, el representante forzado, al que nadie quiere pero, por tener dinero y el apoyo de los medios de comunicación, está en primera fila, delante de todos.

Por eso fastidia que casi todas sus películas sean un fiasco. En suma: «hace quedar mal» habiendo tanto buen cineasta en el interior sin los recursos suficientes.

El doloroso, por ejemplo, que el director de Wiñaypacha, Oscar Catacora se haya muerto por terminar de grabar su última película descuidando una simple apendicitis que se convirtió en una mortal peritonitis.

Apena que Palito Ortega, quien dirigía su obra maestra «La casa rosada», se haya ido sin terminarla por un cáncer que pudo tener mejor tratamiento.

Cierto escozor fastidioso recorre en alma cuando ves a dos gringos recorriendo los lugares más comerciales del Perú en algo que pretende ser una película y recuerdas los esfuerzos creativos de otros directores menos afortunados.

Como se decía, la película no es tanto el problema; es finalmente, un producto consumible como una lechuga. Lo que desconcierta es esa visión de turista y la exigencia implícita de considerarla como cine nacional.

Lo cierto es que en mientras Ariana (Stephanie Cayo) y Salvador (Maxi Iglesias) se enamoran con frases cliché, más reutilizadas que barbijo de chofer, se muestra un Perú hecho y diseñado para turistas.

En ese Perú, el peruano es como un cuy o un jarrón de barro: está para adornar o apapachar. El puneño o cuzqueño vive y existe solo para personas que no lucen ni hablan, ni sufren, ni luchan como él.

Para quien haya escrito el guión (Un tal Bruno Ascenso), Cuzco es el lugar donde la pitucada se va a drogar y vacacionar en los únicos momentos en que salen de sus exclusivos barrios enrejados.

Cuando pretender ser empáticos, en especial ese diálogo en el que Ariana dice que Cuzco no vive del turismo sino de su cultura y tradiciones, se percibe el tipo de benevolencia que se tiene a un desconocido que agoniza.

Se reitera: no es el problema que un grupo social tenga una visión tan estereotipada, tan «básica», en suma… tan cojuda del país donde viven; sino que pretendan que represente de alguna manera al Perú.

Ver a su connacional como ese anónimo que solo sirve para vestir ojotita, servirle los mejores platos, traerle una alpaquita para sus fotos, mostrarle su «unión con la pachamama» (un espiritualismo tan barato), es hasta ofensivo y ahí se explica que películas como esa sean tan criticadas.

Este es uno de los comentarios más compartidos en redes sociales pues, de alguna manera, traduce lo que tantos sienten:

«En una misma semana se han estrenado dos películas nacionales en plataformas de streaming: «Hasta que nos volvamos a encontrar» (2022), disponible en Netflix, y «Manco Capac» (2020), disponible en Movistar Play. La coincidencia, sin embargo, parece terminar allí: Ambas cintas muestran dos caras contrarias del turismo peruano. Mientras que la primera película no trasciende de la visión superficial que un viajero casual tendría del ombligo del mundo, el largometraje dirigido por Henry Vallejos retrata la vida de aquellos que observan de reojo el milagro económico, como estatuas exóticas a la espera de ser reconocidas por su esfuerzo. «Tú vives para tener plata en el banco. Yo, vivo para tener tiempo para mí», sentencia el personaje de Stephanie Cayo a su futura pareja (quien es, irónicamente, arquitecto de profesión). En aparente respuesta, el protagonista de «Manco Capac» se ve forzado a dormir en el cajero de una agencia bancaria para sobrevivir».

Lo cierto es que Netflix hizo su negocio: creó polémica y su producto estuvo en el top número uno durante algunos días a nivel nacional y número 4 en España.

Lo que sí está en deuda es el cine como arte y expresión de una colectividad.


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