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Hablando claro: ¿folklore o cultura popular?

Actualizado: 22 agosto, 2017

Guillermo Vásquez Cuentas

Precisando términos y significados. Folklore (o “Folclor”, según una corriente “castellanizadora”) deriva de las voces de la lengua inglesa “folk”= gente, pueblo, y “lore”= saber, conocimiento. Se trata de un neologismo anglo-sajón acuñado por el arqueólogo William Jhon Thoms, el 22 de agosto de 1846 (por eso “Día del Folklore”), fecha en que apareció un artículo suyo en la revista inglesa THE ATENEUM, en el cual trató sobre la permanencia de ciertas manifestaciones culturales en la sociedad inglesa de su tiempo.

La interpretación del término folklore no ha sido homogénea entre sus difusores, usuarios y seguidores. Así, unos creen que su contenido conceptual es “lo que se sabe del pueblo” y no “lo que sabe el pueblo”, como lo conciben otros, creemos que correctamente. La primera interpretación ha hecho que el término “folklore” denote lo colorido, lo pintoresco, lo exótico, lo turístico y a veces es usado para referirse a algo “inferior”, despectivamente. Por esto, cuando se discutió en el parlamento peruano el proyecto de ley por la que se declaró a Puno como Capital del Folklore Peruano, se desechó la fórmula “Capital Folklórica del Perú”, porque esto antes que un encomio sugería una minusvaloración.

Hay que tener en cuenta que el pueblo inglés, casi uno solo, evolucionó a través del tiempo en forma homogénea, uniforme. Tiene unidad racial, lingüística y cultural. Por eso, el término en su acepción de “lo que sabe el pueblo” le es plenamente aplicable. No ocurre eso en el caso peruano, que presenta una sociedad cuya heterogeneidad está explicada por su historia, destacando en ella las tres caracterizaciones que definen su realidad: pluricultural, multiétnica, multilingüe.

Para nosotros, en nuestro país en vez de hablar de “folklore”, procede hablar más bien de “cultura popular”. Cultura, porque engloba a todos los productos logrados históricamente en los múltiples procesos de la creación humana; y popular, porque esa cultura es creada, cultivada y modificada en el seno de las capas sociales más amplias del pueblo, entendido este no en el sentido político ni sociológico, sino en cuanto sociedad global o amplia colectividad humana.

Téngase en cuenta que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la Cultura Popular como “Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.

En el análisis, la Cultura Popular presenta dos grandes aspectos: Por una parte el conocimiento, pero no el conocimiento erudito, científico, exclusivo de élites intelectuales o profesionales, sino el conocimiento empírico, vulgar, desinteresado, difundido en las multitudes. Por otra parte, la Cultura Popular presenta el arte, tanto en su dimensión estética, como en aquella otra segunda dimensión que corresponde a las habilidades y destrezas que poseen los seres humanos.

Ese conocimiento y ese arte, para ser efectivamente considerados como aspectos de la Cultura Popular, deben presentar dos grandes características:

Por una parte deben ser conocimiento y arte colectivos, en el sentido de que se hallan “socializados” o difundidos, propagados en una colectividad humana, constituyendo un patrimonio de esta; en suma, deben acreditar una práctica más o menos permanente y generalizada en sectores sociales determinables en el seno del pueblo. Por ser colectivos, populares, escapan a la lógica individualista occidental, que informó y sustentó en su momento, la creación del término “folklore”.

Por otra parte, ese conocimiento y arte populares, deben ser tradicionales, en cuanto son producto de condicionamientos históricos y geográficos. A lo que fue y a lo que es, a lo que será o podría ser ese conocimiento y ese arte, como legados transmisibles en el desarrollo de una colectividad humana determinada y asentada en un territorio.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EL PERÚ?

El escenario social e intelectual del Perú de hoy, presenta como una de sus notas distintivas la vivificación cultural de lo andino. Lo autóctono, la tradición cultural, la tecnología andina, la medicina natural, la música y las danzas tradicionales, etc. etc., mantienen y van ganando –no sin las dificultades impuestas por el embate cultural foráneo- cada vez más espacios en la sociedad. En algunos lugares del Perú más que en otros, es cierto.

Sabido es que a ese fenómeno contribuye decisivamente el migrante andino, asentado de las urbes costeñas.

Hay quienes creemos, al igual que Rodrigo Montoya, que “la esencia cultural, la matriz cultural de la sociedad peruana es la cultura andina”. Lo andino se manifiesta en diversas formas. Se manifiesta en la permanencia a veces subyacente a veces explícita de una cosmovisión andina milenaria que se hace patente en diversos sistemas de creencias a través de ritos, cuentos, leyendas, mitos, así como en la asunción consciente de ciertos valores sociales, religiosos, éticos. Se manifiesta también en la identidad sentida por las mayorías poblacionales con su medio social, histórico, cultural, lingüístico y físico natural.

Las relaciones humanas, las fiestas patronales, la música, la danza, las artesanías, y otras formas de expresión artística popular, son manifestaciones o formas externas de la cultura andina, a las que la educación oficial nos enseñó a mirarlas como meras expresiones formales pertenecientes al pasado.

Como apunta certeramente Arrufo Alcántara, catedrático de la UNAP, “esa herencia cultural es viva y actuante, por eso tenemos que volver a mirar lo nuestro. Lo andino está pues siendo objeto de redescubrimiento, en medio de centurias de persecución, satanización, destierro y desprecio. Sin embargo hay que decir que las manifestaciones de la cultura andina se desenvuelven en condiciones sumamente desfavorables y adversas frente a la hegemonía de la lógica de la racionalidad moderna occidental. Téngase en cuenta que la opresión cultural en la colonia y la República ha sido sistemática y hasta cruel (Santa Inquisición, evangelización, segregación social). Sin embargo el hombre andino no dejó de persistir en su cultura, que subsiste en su práctica y en su inconsciente”.

¿Por qué subsiste la cultura andina? José María Arguedas ha aportado a la explicación de tal fenómeno señalando que la cultura andina tiene su mejor defensa en su larga data de evolución histórica. Además, frente a la irrupción de la cultura occidental europea traída por los invasores españoles, el hombre andino supo enfrentar la imposición de esa cultura mediante su asimilación sincrética, redefiniéndola desde su propia visión y sus propios intereses culturales. Señaló asimismo que “el hombre andino mantiene virtualmente intacta su matriz cultural, desarrollada en su propio medio geográfico y social”.

Por lo demás, el hombre andino ha creado y desarrollado ciertos mecanismos de resistencia a la opresión cultural externa, cuando no de oposición y confrontación. La confrontación más nítida y dinámica que se ha dado en el campo cultural, tiene que ver directamente con los rituales, la música, la danza, las festividades. Esto ocurre claramente en la región de Puno.

LA COREOGRAFÍA

En el bagaje cultural de Puno se han destacado la música y la danza, especialmente en el ensamble, en el encuentro, en la conjunción de ambas, a la que llamamos propiamente “coreografía popular”.

A este respecto, acudamos otra vez al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Coreografía, en las acepciones pertinentes al tema que tratamos, es: “En general, arte de la danza” o “Conjunto de pasos y figuras de un espectáculo de danza o baile”. Y Bailar no es sino “ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies”.

Pero –a menos que se trate de una práctica artística distinta cual es la mímica- las series de movimientos corporales y desplazamientos en un espacio dado (“pasos”, “figuras”, “mudanzas”) inherentes al baile o danza, requieren ineludiblemente de la música, componente que provee los acordes, la melodía, la cadencia, el ritmo, el compás, que guían y condicionan los movimientos.

La música viene a ser en la práctica coreográfica el estímulo sonoro que procesado por el cerebro humano desencadena el movimiento corporal. Solo con la música se produce el arte de la danza, es decir, la coreografía. La música puede andar sola y muy bien, pero el baile o danza, no, puesto que para erigirse en práctica coreográfica requieren del son, su audible complemento sine qua non.

De ahí que hablar de “danza folklórica” (además de usar impropiamente un derivado del exótico término “folklore”) sea aludir solo a uno de los aspectos del fenómeno danza o baile, lo cual es parcialización a favor del movimiento en perjuicio del sonido. Alguien podrá contradecir ese juicio señalando que la danza presupone la música, pero esto constituye además de incuestionable omisión, falta de necesaria consideración a aquellos artistas quienes con sus habilidades y destrezas arrancan de los instrumentos que ejecutan los sonidos que hacen posible la realización de la magia de la danza: los músicos.

LA COREOGRAFÍA POPULAR EN PUNO

Es la coreografía popular puneña, la que –de las manifestaciones culturales populares de la región- ha logrado mayor divulgación ante los ojos de peruanos y extranjeros; y la podemos ver en muchos lugares y en distintas fechas del calendario de festividades del departamento de Puno, pero con notoriedad evidente en la Festividad de la Candelaria, todos los años, en febrero.

La práctica coreográfica popular en Puno constituye un fenómeno que no tiene parangón con otros lugares del país, en los que si bien existen muchas y bellas estampas, no llegan sin embargo a la gran diversidad y número, cultivo permanente, masivo e institucionalizado como ocurre en Puno. La diversidad alcanza a los ritmos y sones, a las vestimentas, a los ritos y costumbres, y en general a todo aquello que engloba el quehacer coreográfico. En suma, parte no desdeñable de la diversidad existente en la sociedad peruana se reproduce en Puno.

Fue esa realidad cultural puneña, objetiva y comprobable, la que llevó a los legisladores de 1985 a la aprobación de la Ley Nº 24325 mediante la cual se consagra el acto declarativo del Estado a favor de Puno, a cuya ciudad capital se la declara legalmente como “Capital del Folklore Peruano”.

Ese reconocimiento, con el tiempo, fue la antesala de ese otro reconocimiento mundial que se produjo a través de la inscripción de la Festividad de la Candelaria en el Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por parte de la UNESCO.


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