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Feliz Año Nuevo Andino: el eco histórico que los políticos no oyen

Actualizado: 21 junio, 2017

Milcíades Ruiz

Amanecer en la ciudad de Puno. FOTO: Edwen Ramos

El día 21 de Junio tendremos la noche más larga del año y por consiguiente el día más corto del mismo. Quizá usted no lo sepa, pero hace más de 500 años ya lo sabían nuestros antepasados. Es el solsticio con el que se inicia la estación de invierno en nuestro país y marcaba el fin del año agrícola y el inicio del nuevo año. Había que festejar por las cosechas obtenidas y agradecer al sol por su inmensa ayuda en la obtención de alimentos y por el alumbramiento diario de la vida. Sin sol la vida es imposible, el sol abriga, cura enfermedades, madura los frutos, estimula reproducción y decide en todo.

Cómo no venerar al sol que nos trae la vida. Esta era la lógica de entonces. En agradecimiento al padre sol había que dedicarle honores y festividades. Pero también, pedirle que nunca los abandone. Con el solsticio de invierno se alejaba y, había que pedirle que regrese. El Inti Raymi o la fiesta del sol era como una celebración de año nuevo. En el hemisferio norte del planeta (Europa. EE UU, Rusia, etc., el solsticio de invierno ocurre el 21 de diciembre pero siendo nuestros dominadores de ese hemisferio fuimos obligados a regirnos por el calendario de ellos.

Alienados por siglos de dominación festejamos como año nuevo el fin de las cosechas europeas y el inicio de su año nuevo que es distinto al nuestro. Ellos, entran al invierno cuando nosotros entramos al verano. Sin embargo, festejamos el año nuevo con pinos y nieve artificiales animados por la publicidad comercial más que por un sentimiento social. Este ordenamiento mundial hace que nos olvidemos de lo nuestro y sigamos costumbres extranjeras teniendo que adaptarnos a ese calendario como patrón del tiempo para tener una sola medición. Así nos educan desde muy temprano. Y aunque septiembre sea el séptimo tenemos que decir que es el noveno mes.

Pero nada impide recordar la grandiosidad de nuestra cultura ancestral y rescatar los valores enterrados por la dominación. Nuestro planeta, se demora 365 días en dar una vuelta alrededor del sol, cada vuelta es un año más. Pero su recorrido lo hace de manea inclinada llagando a un máximo de inclinación el 21 de junio de cada año (23,5° de inclinación). Por esa razón el sol lo alumbra menos, lo que equivale a más horas a oscuras. Este hecho es lo que se conoce como solsticio de invierno ya que a la vuelta de su recorrido se acerca nuevamente al sol y el 21 de diciembre ocurre el solsticio de verano que es todo lo contrario.

Desde tiempos inmemoriales los pueblos andinos identificaron los equinoccios (cuando el día dura igual que la noche) y los solsticios, observando el entorno natural. Entonces elaboraron un calendario de estaciones climáticas, 13 meses, semanas o lunas, días y horas que les permitía una convivencia armónica con la naturaleza. Formaba parte de la cosmovisión andina. Si ustedes no se han dado cuenta, estos días oscurece más temprano. A las seis de la tarde ya está anocheciendo porque pronto llegaremos al solsticio de invierno a partir del cual, la oscuridad irá disminuyendo hasta igualarse con el día cuando llegue al equinoccio de primavera.

Con el año nuevo andino, las labores agrícolas entraban en descanso dejando que la tierra de cultivo recupere su fertilidad. Había que planificar el siguiente año agrícola y en agosto tener todo listo, esperando que la primavera traiga las primeras lluvias con las que germinarán las semillas colocadas anticipadamente en los surcos. Si las lluvias no llegan la producción agraria peligra porque a diferencia de otras actividades el proceso productivo agrario es meteorológico y se trabaja con seres vivientes, vegetales y animales, a los que hay que criar desde antes de la infancia, alimentarlos, cuidarlos para que se desarrollen libres de todo mal y den los frutos esperados. De esos frutos nos alimentamos todos, aunque algunos solo los conozcan en el mercado.

La agricultura prosperó en el Tahuantinsuyo más que en cualquier parte del mundo por la cosmovisión de nuestros antepasados y la economía estaba centrada en este rubro siguiendo una política de Estado en que los intereses comunitarios estaban por encima de los particulares. Todavía no habíamos entrado a la etapa industrial por nuestros propios medios cuando el proceso de desarrollo autónomo fue interrumpido por los conquistadores europeos para servir a intereses extranjeros. Nunca más se pudo recuperar la autonomía perdida.

En todo el territorio del incanato había celebraciones al inicio del año nuevo andino, quedando hasta la actualidad la festividad del Inti Raymi que se acostumbra hacerlo cada 24 de junio. En Chile, se ha oficializado esta fecha como: “Día Nacional de los Pueblos Indígenas”, en tanto que Bolivia ha decretado como feriado inamovible al 21 de junio de cada año con suspensión de actividades públicas y privadas, siguiendo el mandato constitucional.

Según la Carta Magna boliviana, la diversidad cultural constituye la base esencial del Estado Plurinacional Comunitario y la interculturalidad es el instrumento para la cohesión y la convivencia armónica y equilibrada entre todos los pueblos y naciones, en el marco del respeto a las diferencias y en igualdad de condiciones. “El Estado asume como fortaleza la existencia de culturas indígena originario campesinas, depositarias de saberes, conocimientos, valores, espiritualidades y cosmovisiones, siendo su responsabilidad fundamental preservar, desarrollar, proteger y difundir las culturas existentes en el país”.

Es verdad, el pueblo andino es uno solo en su diversidad y la añoranza por el pasado esplendoroso comparado con lo que sucede actualmente en los países de la cordillera de los andes revive el fuego de un sentimiento patriótico ancestral anhelando restaurar y reivindicar la cultura nativa sepultada como resto arqueológico por la cultura de nuestros dominadores. Vayan donde vayan por los países del territorio andino encontrarán ese sentimiento ancestral y la esperanza jamás perdida de recuperar el dominio de nuestro destino que nos arrebató la dominación extranjera.

Muchos no estarán de acuerdo con esto, ni con alentar utopías pretendiendo volver al pasado. Es verdad, pero allí está ese sentimiento, anidado en el corazón de la población andina aunque a muchos no les guste. No desaparece ni con los siglos. Todos saben lo mal que se encuentra el país pero no quieren mirar atrás. Pero los peruanos ancestrales si lo hacen y su presencia está creciendo en las ciudades, cargando consigo toda la rabia por la injusta postergación habiendo sido sus ancestros los dueños originales del territorio usurpado.

Si los políticos no entienden esto o, no quieren saber nada sobre el resentimiento nacional anidado entre la masa mayoritaria del pueblo, cometen un error al ignorarlo porque este embalsamiento podría explotar en cualquier momento como revolución social incontrolable. Prestarle atención a este fenómeno social es crucial. Es necesario abrir ya las puertas para que los peruanos ancestrales tengan cada vez mayor acceso al poder. Su participación en los destinos del país evitará desbordes sociales impredecibles. No esperemos el derramamiento de sangre del Estado Incaico como sucede actualmente en el Estado Islámico.

Por mi parte, creo que las aspiraciones ancestrales son compatibles con nuestra perspectiva de un mundo mejor, con un gobierno colectivo cada vez más representativo de las aspiraciones populares y que tenga el coraje de reducir las bruscas desigualdades sociales hasta alcanzar en el mediano plazo un sistema equitativo de convivencia.

¡“Feliz Año Nuevo Andino” ¡llaqtamasikuna! ¡markamasinaca!


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