El populismo: ¿una amenaza a la democracia?
El populismo es claramente un tema muy controversial, porque el populista puede ser de derecha o de izquierda, puede ser neoliberal o realizar intervenciones desde el Estado –como lo hicieron de diferente modo Alberto Fujimori y Hugo Chávez–, pero lo que tienen en común los líderes populistas es la estrategia política.
Según la bibliografía académica, hay una indefinición que hace que la palabra populismo sea utilizada como comodín según el contexto o beneficio de quien la use (Quiroga, 2014). Desde el ámbito político es común encontrar que el populismo suele usarse para calificar gobiernos negativamente. Al respecto Charaudeau afirma: «Muchas veces para la derecha, la izquierda es populista porque manipula a las clases obreras y populares; para la izquierda, la derecha es populista porque manipula a las clases medias y populares con discursos que buscan generar la emoción más primitiva (el miedo). En otros términos, en un caso como en el otro, el populista es el otro, que para expresarse emplearía una retórica simplista y esencialista”. (Charaudeau, 2009, p.257).
Los líderes populistas se presentan como autores de acciones inmediatas y desarrollan una comunicación que busca ganar la confianza del pueblo mediante la promesa de que las aspiraciones del pueblo se realizarán bajo su mandato. Julio Cotler(1969), describe el populismo como: “(…) movimiento pluriclasista, que a través de relaciones de clientela manipula a las masas populares en proceso de adaptación urbana, por medio de símbolos carismáticos y a fin de incorporarlos al sistema social existente por vías de la ocupación y el consenso. Persigue el establecimiento de una convivencia entre diferentes sectores de la sociedad, ampliando las bases de la ocupación y consumo de la población, a través de la labor de modernización del país, que consiste fundamentalmente en impulsar el proceso de modernización”.
El populismo, en contiendas electorales utiliza la demagogia como instrumento para la manipulación. El discurso demagógico, se caracterizaría por ser fundamentalmente engañoso, vacíamente retórico, indiferente a la verdad. El demagogo deforma la realidad, utiliza la retórica para engañar, ilusionar y conseguir la adhesión a sus pretensiones. En palabras de Aristóteles: “el demagogo dice al pueblo aquello que el pueblo quiere oír; el pueblo quiere oír aquello que dice el demagogo”