Lunes, 25 de noviembre 2024 - Diario digital del Perú

El pedido de vacancia presidencial como inmoralidad

Actualizado: 4 diciembre, 2021

Jorge Rendón Vásquez

Para nada parece ya extraño vivir en una ciénaga. Aunque algunos no nos habituemos a ella, no tenemos otro habitat social y tenemos que caminar por calles y plazas, cuidando de no rozarnos y, mucho más, de no contaminarnos. No bastan las dos mascarillas.

Ciro Alegría tituló su magistral novela con la expresión El mundo es ancho y ajeno. Solo con ella hubiera pasado a la posteridad, porque denuncia la realidad social que nos englute al trasponer las puertas de nuestras casas: un mundo ancho donde todo puede pasar, y ajeno porque no depende de nosotros, sino de los demás. Podemos ser vejados o robados; alguien puede chocarnos; un policía puede ordenar la detención de nuestro automóvil y atribuirnos una infracción porque quiere una coima; si requerimos un servicio público, tenemos que rogarles incluso a los porteros para que nos permitan ponernos en la cola.

Por supuesto, para los otros, para los que salen a agredir, abusar, discriminar, robar, estafar o matar, el mundo es también ancho, pero no ajeno. Es de ellos.

En 1934, Enrique Santos Discépolo, el gran bardo argentino, reflexionando sobre el mundo en el cual tuvo que vivir, dijo en su tango Cambalache:

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y amargaos, valores y dublé.
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.
¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao…
Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que si es cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.”
Creo que se equivocó cuando dijo “en el dos mil también”. Lo correcto era “En el tres mil también”.

En síntesis, este mundo está gobernado en gran parte por la inmoralidad. Para quienes tienen la sartén por el mango es válido todo lo inmoral. Pero, ateniéndose a los usos y costumbres, tienen que recubrir y bruñir la inmoralidad de legalidad. Y, si la objetan unos pocos, poquísimos, los inmorales tachan a estos de disfuncionales.

Está por ser considerada en el Congreso una moción para declarar la vacancia de la Presidencia de la República, arguyendo una “permanente incapacidad moral” del Presidente. Las siete causas alegadas por sus ponentes nada tienen que ver con la moral, ni con una supuesta y permanente incapacidad moral.

Sin embargo, cualquiera que sea lo que ellos entiendan por moral y por incapacidad moral, lo primero que debería figurar como antecedente de derecho en su pedido es una definición de moral, de la cual se pueda inferir que un comportamiento determinado es no moral o inmoral por no ajustarse a esa definición. Y bien, no la han dado, ni podrían darla, primero, porque no hay una definición legal de moral y, segundo, porque la moral pertenece al campo de la Ética, o parte de la Filosofía que trata del comportamiento humano en relación a ciertos valores, rectores de la convivencia social que están más allá del derecho y no pueden ser considerados para decidir sobre la aplicación de las sanciones. Por eso, el principio nullum crimen nulla poena sine lege (no hay pena ni crimen sin ley) es absoluto y, con tal carácter, lo recoge la Constitución: “Nadie será procesado ni condenado por acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté previamente calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como infracción punible; ni sancionado con pena no prevista en la ley.” (art. 2º-24.d).

Llamar al Congreso a un Presidente de la República, alegando permanente incapacidad moral, para desposeerlo de su cargo, es someterlo a un proceso por hechos no definidos por la ley como infracciones punibles.

Ya he demostrado que la llamada “incapacidad moral permanente” en la Constitución se refiere a la incapacidad mental permanente que es distinta de la incapacidad física, y que ambas tienen que ser comprobadas por funcionarios médicos competentes (mi comento del 2/12/2021).

Pero, a los congresistas firmantes del pedido de vacancia no les interesan ni la semántica ni la etiología de la expresión “incapacidad moral permanente”. Quieren la vacancia a toda costa; la han planeado y lo dijeron desde que Pedro Castillo, un maestro de escuela honesto, fue declarado ganador en la segunda vuelta. Lo que les importa es conseguir los 87 votos para declararla.

Ahora bien, ¿no es esto inmoral?

En este concierto de inmoralidad intervienen como músicos los congresistas de la derecha recalcitrante, sus activistas políticos y candidatos a la Presidencia frustrados, una fracción del poder empresarial blanco que cree que la Presidencia de la República les ha sido arrebatada indebidamente por un maestro de escuela del pueblo distinto de ellos, lo que no perdonan. Los solos en esta orquesta están a cargo de periodistas alquilados, y de los periódicos y canales de TV y radios del poder empresarial.

Es el reinado de la inmoralidad, como una fase de la corrupción; la inmoralidad juzgando a la moral.

Ya se la aplicaron a Martín Vizcarra el 9 de noviembre de 1920. El presidente del Congreso en ese momento (un acciopopulista) quería la presidencia de la República, buscó los votos y los obtuvo, 68 de los cuales fueron de congresistas con procesos penales en curso. No bien le pusieron la banda, se trasladó al Palacio de Gobierno y su primera medida fue ordenar que les metieran bala a los jóvenes manifestantes que protestaban contra la inmoralidad de los congresistas que aprobaron la vacancia. Y es posible que no se haya contentado con hacer matar a dos y herir a otros. La protesta popular creció y tuvo que renunciar.

“Los inmorales nos han igualao.” Pero esta vez, contra lo que quieren, están educando a las mayorías populares en la enseñanza de que ellas tendrán que juzgar, en algún momento, a esos inmorales.

¿Las nociones de moral y Estado de derecho están al alcance de sus ofensores? Un predicador que recorría Galilea hace 2000 años dijo en cierta ocasión: “Nolite dare sanctum canibus neque mittatis margaritas vestras ante porcos ne forte conculcent eas pedibus suis et conversi disrumpant vos.” (No deis las cosas santas a los perros ni arrojeis vuestras perlas a los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y revolviéndose os destrocen. Evangelio de San Mateo, 7-6). La palabra latina margaritas, que se traduce como perlas, ha pasado a la máxima margaritas para los cerdos.


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