El error de pedir una nueva Constitución sin más explicaciones
Con la Asamblea Constituyente se está cometiendo el mismo error que con el rechazo al neoliberalismo. ¿Con qué se comen? ¿Qué tienen que ver con los problemas de las personas?
No quiere decir que no sean cambios fundamentales pero el mensaje no llega a las grandes mayorías por ser abstracciones, palabras al aire que pueden ser interpretadas y descalificadas muy fácilmente.
En los hechos, para que se dé un cambio fundamental en el orden social se empieza con una nueva constitución sobre la cual se establecen las reformas necesarias.
Pero, en el discurso se debe tomar en camino inverso: primero introducir en del debate nacional las reformas que tocan intereses particulares para que luego la necesidad de una nueva constitución aparezca por sí misma como una respuesta a preguntas concretas.
¿Qué atormenta al ciudadano de a pie? pues, por ejemplo, los altos intereses cuando se piden un préstamo y los bajos intereses que ganan sus ahorros. Los bajos sueldos en la administración pública, el abuso de los intermediarios en el caso de los productores agropecuarios; la necesidad de tener dos o tres trabajos para llegar a fin de mes, la baja rentabilidad de sus empresas, los peajes odiosos…
Aníbal Torres fue astuto cuando habló de los monopolios justo cuando los precios de los alimentos subieron de forma espectacular. Relacionó un problema concreto con la necesidad de una reforma legal.
Por esto, es el momento de relacionar problemas concretos de la personas con las leyes que regulan las actividades económicas.
Relacionar el problema de los altos intereses en los créditos con las normas que regulan la banca; el pésimo servicio educativo y sanitario con el pobre presupuesto; los atropellos a las comunidades con la legislación minera; la contaminación y las normas que limitan la actuación de los entes fiscalizadores.
Los beneficiados se rebelarán a sí mismos, como pasa actualmente con los monopolios o con la nueva Constitución. No hace falta denunciar a los ladrones que se hacen llamar empresarios, sino que se debe provocar que ellos, mediante sus periodistas, se exhiban al defender normas que se encargaron de aprobar mediante sus congresistas lobistas.
De otra manera se puede caer en el error de los anteriores 30 años cuando los izquierdistas hablaban de neoliberalismo y nunca les hicieron caso. Ni en las urnas ni en la calle.
Hay que hablar del petróleo, de la harina, del pasaje, de los altos intereses, de todo el dinero que se va en los camiones mineros sin que beneficie a sus propietarios; se debe relacionar los problemas con normas luego las normas con los injustos beneficiados para que la exigencia de una nueva constitución no sea la respuesta forzada desde arriba sino la necesidad que nace desde abajo.