Día 37 de Boluarte: no aparece en público hace 48 horas y aliados comenzaron a abandonarla
En su día de gobierno número 37, la presidenta de la república Dina Boluarte no logra gobernar en el territorio, pierde aliados y se gana manifiestos opositores luego de las masacres de Juliaca y Ayacucho.
Hasta la tarde del 12 de enero, la presidenta no aparece en público. En su agenda figuran reuniones con representantes de organizaciones empresariales y, luego de culminar estas reuniones, no se dejó ver.
Esta ausencia se hizo más patente cuando su primer ministro, Alberto Otárola habló en su nombre y dijo que no piensa renunciar haciendo notar que este tema es, precisamente, el que se discute en reserva.
Respaldo perdido
La noche del 11 de enero, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos exigió su renuncia, expresando: » «Las/os ministros y la presidenta Boluarte tendrán que asumir la responsabilidad política y penal por esta masacre«.
Los decanos del colegio de abogados de 12 regiones, sin incluir Lima metropolitana, propusieron su renuncia como salida a la crisis además de la censura de la Mesa Directiva del Congreso.
Por otro lado, operadores políticos que ejercen periodismo también sugirieron directa o indirectamente que renuncie.
Yonhy Lescano quien mantenía una posición ambigua respecto a su presidencia también pidió su renuncia directamente mediante sus redes sociales.
El gobernador de Apurimac, Percy Godoy también se pronunció exigiendo la salida inmediata de Dina Boluarte.
Incendio social e incendio real
Mientras esto se da en la capital, en las alturas del Espinar, se reportó en incendio de un bus que transportaba policías, el incendio de vehículos y propiedad de la minera Antapacay.
En Lima, ciudadanos llegados de las regiones del interior se mezclaron con los de capital, especialmente de los conos para llevar a cabo una de las marchas con más convocatoria de los últimos años.
Se tiene reportes que, la noche del 9 de enero, las municiones de los policías se agotaron y estaban a merced de la población juliaqueña. La munición se acaba y el poder, también.