Covid-19: de la ciencia dialéctica a la ciencia del dinero
Estamos viviendo un momento histórico de conmoción de la humanidad. La ciencia del dinero contraviene la ciencia dialéctica. De nada sirvieron las advertencias de mal proceder humano por un afán de lucro sin límites. La humanidad se ha mostrado impotente, ridiculizado por un virus al que no ha podido combatir pese a todo el poderío de los depredadores de nuestra ecología planetaria. No se ha podido encontrar un remedio eficaz y la derrota, deja millones de muertos y heridos. ¿Por qué no se puede?
Pues porque las leyes del universo son supremas y están por encima de las leyes interesadas como las que inventamos en nuestro planeta. La humanidad ha creado muchas leyes para establecer un orden mundial, favorables al grupo social dominante. Pero si las leyes humanas no respetan las leyes del universo, devienen contra natura y los resultados son adversos. Cuanto mayor sea la dimensión de este desacato, las consecuencias serán más catastróficas.
En el universo, todo tiene un límite. Los humanos pueden hacer fraude con sus propias leyes por intereses particulares, pero el universo no. La dialéctica carece de intención y funciona automáticamente conforme a la dinámica natural y espontánea. Atreverse a desafiar las leyes del universo mediante fraude, no funciona. Hay vida en nuestro planeta porque las condiciones astronómicas así lo determinan. Si estas condiciones son alteradas por acción humana o, por otra fuerza, en la misma medida, la vida se extinguirá.
Si se persiste en el daño a las condiciones de vida, la humanidad irá perdiendo su hábitat hasta hacer inhabitable nuestro planeta. Con el sistema de vida actual, hemos llegado al tope, más allá del cual, es incompatible con la existencia de vida. No hay campo para más, en el deseo irracional del lucro capitalista. La actual pandemia es solo una advertencia de lo que podría pasar si las condiciones de vida planetaria se agravan. ¿Cuán conscientes somos de este riesgo mundial?
Pero no basta tener consciencia de este peligro. A muchos, no les importa, como estamos viendo que innecesariamente se organizan eventos que contravienen las mínimas reglas de seguridad contra la pandemia, exponiéndose al peligro de muerte. Y cuando entremos a la campaña de vacunación, el relajo será incontenible. Pero la vacuna no eliminará el virus, ni el desequilibrio contra natura. La dialéctica del universo es inexorable. ¿Podemos impedir que suceda lo peor?
He allí, el problema. Querer, no es poder. Para cambiar el rumbo del mundo se necesita tener la capacidad de hacerlo. Si no la tenemos, tendremos que generarla para eliminar el poder vigente. Eso significa erosionar el poder dominante, acrecentar nuestra capacidad de poder, e ir ganando terreno hasta desestabilizar el predominio actual. Lo más difícil es concertar voluntades en esta dirección para ir construyendo una resistencia cada vez mayor. Pero no hay otra alternativa si de verdad queremos un mundo racional.
Sabemos bien que el capital se fortalece con las inversiones. Pero las inversiones de capital pueden ser benéficas, como también dañinas, dependiendo de las proporciones cuantitativas y cualitativas, en los propósitos y resultados. Desde que se fundó la república peruana, la inversión extranjera ha sido onerosa para los intereses del pueblo peruano. Pero estos intereses han sido definidos por quienes nos han gobernado, sin la participación democrática del pueblo mayoritario.
Las riquezas perdidas por el Perú son cuantiosas en doscientos años de entreguismo, sin contar con el saqueo colonial. El colonialismo territorial agotó sus posibilidades de dominio y saqueo, pasando a un modelo de dominio comercial y financiero. Siempre hemos cargado con deudas que nuestros depredadores nos han ofrecido como ayuda, que encerraba la trampa de la dependencia, de las concesiones onerosas, a costa de perder soberanía y riquezas.
Las inversiones financiadas se han constituido en la forma más eficaz de dominio y succión de riquezas que se arrebatan a los países dominados. Pero las inversiones tienen un tope y se convierten en nocivas cuando atentan contra el ecosistema planetario. Entonces las inversiones toman otro curso para expandirse y así, la tecnología electrónica se ha extendido a todo el planeta creando una adición ineludible, pero de alta rentabilidad para nuestros depredadores.
Parte de nuestros ingresos personales, empresariales e institucionales se va para empoderar a los dueños del negocio tecnológico. Nadie puede eximirse de esta adición porque no hay manera de evitarla por ahora. La tenemos en casa, en el centro laboral, y la portamos en el bolsillo electronizado por la tableta que absorbe nuestras vidas a través de la comunicación digital. La dependencia está tomando características impensadas.
El asunto es que cuanto más propugnamos la inversión extranjera onerosa, en la misma proporción, fortalecemos a nuestros depredadores en contra nuestra. Esta es la clave del desarrollo capitalista y dominio sobre nosotros. Pero entonces, ¿por qué seguimos haciendo esto desde hace 200 años? Porque nuestros gobernantes siempre han sido sobornados por nuestros depredadores. Sucedió con el salitre, puertos, ferrocarriles, guano de islas, caucho, minería, comunicaciones, servicios básicos, peajes, etc. etc.
Sin embargo, se promueve la celebración bicentenaria de la república nefasta. La cultura de la dominación nos ha domesticado a tal punto de sentirnos minusválidos, sin capacidad para emprender el desarrollo por propios medios, sin injerencia extranjera. De este modo, los intereses capitalistas extranjeros han establecido una estructura de dominación y dependencia con los países poseedores de materia prima y combustibles sin los cuales, ellos no podrían crecer ni subsistir.
Dicho a la inversa, si los países productores de petróleo y minerales cortan el abastecimiento a los países industrialmente desarrollados, entonces todo el andamiaje de sus economías se derrumbaría al quedar paralizada toda su economía. Eso, sería una catástrofe para nuestros depredadores. Esta es la razón estratégica por la cual los países depredadores de nuestros recursos naturales están obligados a someternos. De lo contrario, perderían poder, nivel de vida y otras bonificaciones del intercambio desigual y oneroso.
Esto explica el afán norteamericano de recupera para sus filas a Venezuela, cuyos recursos petroleros son inmensos y cercanos para que EE UU pueda competir comercialmente. En doscientos años de dominio sobre nosotros, EE UU ha logrado acumular riqueza a costa nuestra y tiene un nivel de vida que no puede perder. Por eso es que este país, lucha y se desespera, por temor a perder la fuente de ingresos sobre la cual, ha erigido su estatus.
Pero China ha seguido sus pasos, métodos y relaciones de dominio que le han dado el poderío que hoy tiene, desafiando la hegemonía norteamericana. Es su principal competidor y ya, en nuestro país las inversiones chinas suman más del 30% del total de inversión extranjera. Más de un centenar de sus empresas operan en nuestro país. La pandemia ha demostrado que EE UU no está en condiciones de afrontar una guerra bacteriológica y está quedando en ridículo frente a China en el manejo de la pandemia.
Mientras china económicamente y políticamente, va de menos a más, sucede todo lo contrario con EE UU cuya situación va de más, a menos. Esta tendencia ya es irreversible, lo que avizora un futuro de tensiones internacionales derivadas de las estrategias mundiales por la hegemonía planetaria.
La pandemia ha acelerado este deterioro en la correlación de fuerzas mundiales. Por la deuda pública acumulada, el déficit acumulado y la penetración china en sus dominios, EE UU no podrá recuperar el terreno perdido. Su panorama es sombrío y se anuncia que el dólar como moneda internacional va camino a perder su posición. Todo es cuestión de tiempo.
Todo lo dicho, tiene vital importancia para nuestro país, en los momentos actuales y hay que prepararse para lo que se viene. Es de vital importancia cambiar nuestra política respeto a la inversión extranjera, venga de donde venga. Nuestra situación es de gran deterioro en todo orden de asuntos. Nuestra incapacidad en el manejo de la pandemia nos coloca en el peor lugar en el mundo por mortalidad. El gobierno actual se está yendo dejándonos en muy mala situación generalizada. El pasivo es abrumador. El gobierno entrante es una incógnita.
No obstante, se busca concordar un pacto entre las fuerzas políticas y económicas, recurriendo a una vieja práctica que nunca ha dado resultados positivos. Un pacto propiciado por un gobierno que quiere irse lo más pronto posible no tiene sostenibilidad para el cumplimiento de compromisos. Cada cual busca prevalecer sus intereses antes de que venga un gobierno que lo cambie todo. Hay desesperación tanto en el empresariado que teme la descapitalización como en la población que ha perdido sus fuentes de ingresos.
No obstante, la producción de alimentos para afrontar la situación venidera no figura en la agenda. Pero mientras todo esto viene sucediendo entre la población enfrascada en un callejón sin salida con la esperanza puesta en las vacunas, nuestro planeta está de vuelta en su órbita alrededor del sol. Su inclinación progresiva será favorable para el hemisferio sur, porque a mayor luminosidad solar se esfuman los riesgos de las enfermedades respiratorias que ocasiona el invierno.
El 22 próximo, el planeta habrá llegado al punto medio de su inclinación en el equinoccio de primavera cuando el día y la noche tengan igual duración. Es probable que a muchos no les interese esto, porque viven por vivir, sin tener consciencia de lo demás. Pero este asunto condiciona nuestra vida natural, alimentación, vestimenta, trabajo, reproducción, economía, etc. Los negocios cambian de giro ante cada estación y la producción, como el empleo cambian en favor y en contra.
Para nuestros ancestros, los fenómenos astronómicos sí tenían mucha influencia en la vida de la sociedad y todavía los campesinos del ande conservan esa tradición. La llegada de la primavera pone en marcha un calendario de vida estrictamente puntual. No hay tiempo que perder y todo, debe quedar listo para cuando llegue la temporada de lluvias, para la germinación de los cultivos programados, dando inicio a los ciclos de producción de alimentos. El calendario de labores no se detiene porque todo se desarrolla siguiendo la evolución astronómica.
Eso significa una gran responsabilidad de gobierno. Este tiene que velar porque no falte la alimentación a más 30 millones de gobernados. De la manera como se tome este asunto dependerá la disponibilidad alimentaria en los días venideros, inmunidad sanitaria, pobreza, reactivación económica, etc. Esta responsabilidad de gobierno hacía que, en el Tahuantinsuyo, todas las autoridades, empezando por el Inca, le dieran la mayor importancia al inicio de la campaña agrícola.
Por lo mismo, es de imaginarse lo que puede suceder, si se descuida este proceso de vida nacional. La pandemia ha ocasionado muchas pérdidas a los inversionistas agrarios, en un 99% pequeños agricultores, porque el confinamiento y desempleo, los dejó sin mercado y sin rentabilidad. Este solo hecho, nos dice de la situación en que el sector agrario tiene que afrontar la campaña agrícola bajo un calendario inexorable.
El aparato productivo agrario, está muy debilitado. Pero es lo único que tenemos para asegurar la alimentación nacional. Si el agro nacional no es atendido en la magnitud requerida para obtener buenos resultados, entonces la pasaremos mal. Ni el Congreso de la República ni el Ejecutivo, están pensando en ello. Cuanto quisiéramos que nuestro país, se desarrolle de manera racional. Pero querer, no es poder. Si no asumimos nuestro deber, ¿con qué moral reclamar, lo que no tenemos el coraje de afrontar? El reclamo no basta. Si quieres democracia, lucha por ella. Si quieres justicia, lucha por ella. Ustedes que dicen.