Miércoles, 27 de noviembre 2024 - Diario digital del Perú

Elecciones 2021: ¿Cómo votan los peruanos?

Actualizado: 19 marzo, 2021

Jorge Rendón Vásquez

Cuando los ciudadanos van a votar en las elecciones políticas muy pocos piensan en sus intereses y conveniencias de clase y personales. Por lo general, no tienen, ni idea de las ofertas reales y falaces de los candidatos y, mucho menos, de su poder mandante para la conformación de los poderes Legislativo y Ejecutivo. Desconocen que son ellos la base del poder en la sociedad y que el acto electoral es la expresión suprema de la democracia. Y, aunque se les diga que cada uno y en conjunto poseen ese poder, no lo creerían ni les interesaría. La mayor parte concurre a votar por obligación y para evitar el pago de la multa por omisión del voto, una evidencia apabullante del subdesarrollo político y cultural de la ciudadanía peruana.

Es sobre este panorama que trabajan los políticos reunidos en los residuales partidos, los aventureros que se las ingeniaron para inscribir sus movimientos o que alquilaron alguno ya inscrito o sedujeron a sus titulares para presentarse como candidatos a cambio de alguna promesa y, por encima de todos ellos, el poder empresarial que financia a los que quiere y, en definitiva, puede determinar el curso y el resultado de las elecciones.

Las motivaciones de la masa electoral pueden dividirse en: 1) las determinadas por su pertenencia a una clase social; y 2) las promovidas por la alienación que sustrae al ciudadano de su condición social y lo lleva a creer en ciertos fetiches prefabricados con los cuales se le manipula. 

Esta manera de ser de los ciudadanos puede ser graficada con una pirámide en la cual las clases sociales se estratifican por su colocación en la estructura, y sus preferencias electorales se agrupan en dos campos A y B.

       Pirámide electoral

                                              A                       B

Clases sociales:

1.– Grandes empresarios, conformantes del Poder empresarial;

2.– Mediana y pequeña burguesía, propietarios de medianos y pequeños negocios;

3.– Microempresarios urbanos y rurales;

4.– Trabajadores dependientes;

5.- Informales y otros.

El campo A indica las decisiones en el voto determinadas por los intereses o conveniencias de los sujetos de cada clase social.

El campo B indica las decisiones en el voto determinadas por la alienación que aparta a los electores de decidir según sus conveniencias de clase: por una educación dirigida o insuficiente; el desconocimiento de las razones de la existencia del voto y la indiferencia; el impacto de la información y la opinión sesgadas a través de los medios de difusión; la percusión de la propaganda; la comunicación personal de ciertas ideas o ventajas superfluas.

El campo A puede ir del 40% a menos, según el grado de conciencia social y política de sus integrantes que, en general, es aquí bajo y rudimentario, y el campo B del 60% a más.

Es del todo evidente, por lo tanto, que el resultado de las elecciones depende del campo B.

A los expertos en la manipulación electoral no les interesa tanto el campo A. No tiene un peso estadístico determinante. Sus campañas publicitarias, incluidas las encuestas, están destinadas a inducir el voto del campo B y ampliarlo a costa del campo A. El procedimiento probado hasta la saciedad para lograrlo abarca desde las promesas vagas, las declaraciones anodinas, los carteles en calles y plazas y los ilimitados espacios en la TV y los periódicos (noticias, entrevistas, opiniones) hasta los aparatos escénicos con marchas de gente contratada y uniformada, sonrisas, estrechamiento de manos, bailes trufados de contorsiones ridículas en los barrios y mercados populares (¿bailarán también así ante el directorio de la CONFIEP y los CADE?) y, si es posible, regalos de víveres y artefactos domésticos, con el complemento de los operativos diversivos de cacerías de brujas a determinados políticos, como telenovelas. Cuanto más se repita la imagen de los candidatos y sus eslóganes su incidencia en la mente de los votantes es mayor hasta convertir sus decisiones en reflejos automáticos. Nada más que una aplicación de la mercadotecnia.

Los grandes problemas del país y sus soluciones están ausentes, la corrupción no existe, y no les es necesario ni mencionarlos. No encajan en la alienación.

Y en esto todos los contendores son similares.

En el proceso electoral en curso, los grupos que compiten con el estandarte de izquierdistas ignoran, por ejemplo, que los servicios de salud son insuficientes (no me refiero a los aplicados a tratar a las víctimas del covid 19, cuyos fervorosos difusores son los reacios a observar las medidas de protección). ¿Por qué ESSALUD no atiende como debería a los asegurados y sus derechohabientes? ¿Cuál es la infraestructura creada en los últimos 40 años? ¿Por qué no aumentan los centros asistenciales del sector Salud, ni mejora la infraestructura de los que ya existen?

¿Qué proponen en materia de educación en todos los niveles, vialidad, saneamiento, vivienda popular, erradicación del acaparamiento y la especulación? 

He visto por ahí alguna declaración de las centrales sindicales reclamando una Ley General de Trabajo, el mismo proyecto que reproduce la legislación de los gobiernos de Fujimori, Toledo, García y Humala. Hace algunos meses, los trabajadores agrarios obligaron al Congreso a derogar la nefasta Ley 27360 con la que se les superexplotó por más de veinte años. Pues bien, en el proyecto de Ley General de Trabajo apoyado por las cúpulas sindicales se abogaba por la continuación de la Ley 27360. Por supuesto, ningún grupo ha hecho planteamientos para derogar las nefastas normas laborales emitidas desde la década de Fujimori y colocar a las relaciones laborales en un plano de mayor equidad.

Y, sin embargo, los ciudadanos con conciencia social, sobre todo si son trabajadores, tendrán que optar, como otras veces, por el mal menor. Pero ¿cuál?

Es obvio que mientras no haya una renovación ideológica en los medios intelectuales que cale en las clases trabajadoras esta manera de ser de la mecánica electoral habrá de continuar.


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