A propósito de la navidad que se avecina
Luego de un año tormentoso, generado por la pandemia y las medidas restrictivas adoptadas, la inmensa cantidad de contagiados y el fallecimiento de miles de compatriotas, nos acercamos a una fecha tan importante como es la Navidad.
La fiebre del consumismo y las campañas mediáticas, han logrado alienar nuestras mentes para convertirnos en voraces compradores, adictos a despilfarrar “gozosamente” nuestra economía, para alegría y beneplácito de la industria de juguetes, artefactos, ropa y demás artículos que se promueven en dicha festividad.
De esta manera, hemos corrompido el verdadero sentido de la Navidad. Hemos pasado de la añorada reflexión y renovación personal al gran circo del gasto; lejos de traernos paz y felicidad, nos genera estrés, ansiedad, además de sinsabores y deudas.
Se ha repetido hasta la saciedad que la felicidad no puede comprarse; a pesar de ello, nos comportamos como si efectivamente pudiéramos conseguirla en las tiendas.
Si bien los regalos materiales pueden producir satisfacción, pero es de corta duración. Contrario al esfuerzo que realizamos para obtener esos ingresos monetarios que utilizamos para las compras, con largas y duras jornadas de trabajo. Visto desde un punto de vista economicista, el retorno de la inversión es muy bajo. ¿Por qué no pensar en hacer regalos que tengan un mayor impacto en la felicidad y un menor impacto en nuestro presupuesto?
En síntesis, la navidad parece estar destinada a consumir cosas, comidas, regalos, y cuentas. Estamos dejando de lado, que la Navidad tiene otras connotaciones que tienen que ver con esa necesidad humana de reunirse para celebrar sentimientos logros familiares; de unir a la familia, la búsqueda de la reconciliación unión familiar; para compartir un momento de alegría familiar, alrededor de la mesa comiendo el mismo pan, de sentir el cariño mediante el abrazo fraterno, de un beso, de un regalo, sin importar lo que sea. El sentido humano de la navidad.
En esta fecha, también se asocia la Navidad y la pobreza. Se emiten mensajes y discursos sobre la pobreza, sus causas, sus efectos, la forma de paliarla, reducirla o desterrarla, tanto local como mundialmente. Pero solo son eso, mensajes de reflexión alusivos a la fecha, pero nada de compromiso, nada de verdadera reflexión. Hablar de la pobreza parece ser una necesidad política para enaltecer a gobernantes y políticos.
No hay políticas, ni proyectos serios para atacar esta situación, para reducirla. Mayor daño causa en la lucha contra la pobreza, el criterio de inmediatez, impulsado por necesidades electorales, ideológicas, la alta corrupción que corroe todo el sistema económico, social y político.
Para los pobres, la Navidad es una época cruel, en la que sus carencias son más evidentes. Las cifras del INEI son muy alarmantes. Se estima que alrededor de 3,3 millones de peruanos estarían cayendo en la pobreza en el 2020 ante impacto del COVID-19. La población más afectada será la que se encuentra en la sierra rural y selva rural, la población más afectada es la que se encuentra en la sierra rural (el índice de pobreza pasará de 44,5% a 57,8%), y en la selva rural (de 36,6% a 51,5%). Esto se deba que la mayoría de la población que reside en estas zonas se desempeña en el sector agricultura.
En tanto, la pobreza extrema se incrementaría de 2,8% registrado en el 2019 a 6,3% en el 2020, al mismo nivel del 2011, prevé el estudio.
El número de niñas, niños y adolescentes en situación de pobreza monetaria se incrementará de 2, 862,222 en el 2019 a 4, 095,898 en el 2020, según los estudios de UNICEF. Dado que se estima que alrededor de 3,3 millones de peruanos estarían cayendo en la pobreza en el 2020, poco más de un tercio de ellas serían personas menores de 18 años.
La reflexión sobre la navidad, también corresponde a las autoridades de todos los niveles de gobierno y la respuesta no puede ser de corte electoral o demagógica, debe ser una respuesta sesuda, un verdadero compromiso en vísperas del bicentenario.