Perú: la patria perdida
Ya empiezan a sonar las voces de la esquizofrenia comercial que nos inducen a festejar la independencia del Perú que encubre cierta falacia histórica. Es el poder de la dominación que nos convierte en zombis por reflejo condicionado haciéndonos actuar a conveniencia de intereses ajenos. Felices Fiestas Patrias, repetirán también los oprimidos ancestrales para beneplácito de los opresores, sin percatarse que es una celebración del aciago día en que se perdieron las esperanzas de recuperar la genuina patria ancestral. Esa patria era el Tahuantinsuyo.
A diferencia de otros países en que logran su libertad recuperando el dominio sobre su territorio ancestral desalojando al invasor, ello no ocurrió con la independencia del virreinato del Perú ni con el continente entero. Los invasores se adueñaron del territorio que pertenecía a la población autóctona y usurparon sus derechos, suplantándola en todo. Muchos somos los beneficiarios de esta injusticia pero el que calla otorga. Sabemos que no es verdad lo que nos enseñan desde niños y sin embargo, lo permitimos y hasta participamos del engaño. Eso no es honesto.
La independencia del virreinato del Perú no es lo mismo que la emancipación de la patria. No era que al fin de tres siglos de dominación los opresores dejaban el Tahuantinsuyo. No, eso no. Era la independencia de los invasores, que se separaban de España, su madre patria. La libertad era solo para los colonialistas pero no para los nativos que siguieron siendo sus vasallos. Los supuestos próceres de la independencia eran los mismos opresores coloniales que se pusieron el ropaje de “patriotas” republicanos. Estos, siguieron siendo propietarios de esclavos capturados en África y vendidos como animales salvajes. Estos humanos también perdieron su patria y jamás pudieron regresar a ella.
Pero los esclavistas y señores feudales hablaban de libertad (la de ellos solamente y no de todos). Los opresores se sentían oprimidos frente a los españoles peninsulares ignorando cínicamente la opresión que ellos ejercían sobre la población nativa y sobre los esclavos. Solo ellos, los colonialistas, tenían derecho a llamarse peruanos pero no los aborígenes a los que llamaban simplemente “indios” o “naturales”. Toda referencia a peruanos en la guerra de independencia del virreinato, se sobreentendía que se estaba hablando de los españoles sudamericanos y no de los nativos.
Hasta mediados del siglo XIX, en el Perú continuaron vigentes las leyes españolas, el tributo indígena y la esclavitud. Aun hoy, se pueden ver en Cañete, las rancherías de negros esclavos en el fundo “Arona” de los descendientes del prócer terrateniente Hipólito Unanue, secretario del virrey y representante de los realistas en las tratativas de armisticio con los delegados de la Expedición Libertadora. No obstante ser del campo enemigo, este “prócer” pasó a gobernar y presidir la Junta Gubernativa de la República.
El idioma de los colonialistas dominadores fue declarado oficial en 1825, quedando de lado el idioma de la mayoría de la población, el quechua. El despojo de tierras de cultivo prosiguió con la república y las consiguientes rebeliones con derramamiento de sangre nativa. Los esclavos no fueron liberados por decreto de la república. Su libertad fue comprada por el Estado 33 años después de la independencia como si se tratara de un gran negocio para los esclavistas que recibieron el precio de cada uno de ellos, dando lugar a fraudes para obtener mayores montos de compensación. Los súbditos yanaconas de los señores feudales (gamonales) solo alcanzaron su independencia con la reforma agraria de Velasco.
Es verdad que no es bueno mirar el pasado con rencor. Pero tampoco ocultar la verdad histórica ni mantener latente las injusticias. No se pide venganza. No se pide discriminar a los discriminadores. El racismo es denigrante. Solo se pide compartir con equidad. El Perú es de todas las sangres se suele decir como una viveza para disimular una situación oprobiosa. Pero hay sangres con más derecho que otras y eso deberíamos reconocer. El derecho ancestral no debería ser sepultado.
En el Perú actual, las mayorías están bajo el dominio de una minoría. Los cholos mestizos constituyen la mayoría de la población, pero juntos con los que se consideran totalmente quechuas, aimaras y nativos de la selva suman el 80% de la población peruana, sin considerar los que han perdido el orgullo de su raza. Pero entonces, ¿por qué no permitir una mayor participación en las decisiones de gobierno a los peruanos ancestrales? Eso no está permitido en el régimen electoral vigente hecho a la medida de los dominadores.
Se ha avanzado bastante en materia de equidad sexual, pero nos falta mucho por avanzar en cuanto a equidad política como en equidad económica. Aún siguen gobernando y legislando los descendientes de Juan de la Torre, uno de los trece de la “Isla del Gallo”, como sucede en el actual Parlamento. Pero nunca es tarde para reivindicar lo nativo, con mayor derecho. Que no nos vengan con el contrabando de que Túpac Amaru II fue precursor de la independencia del Perú. No luchó por la independencia de sus opresores sino por liberar a sus compatriotas de la opresión de aquellos.
Muchos aborígenes tuvieron que refugiarse en la cordillera para huir de la mita colonial que obligaba a entregar la vida de un descendiente para que trabaje en la extracción mineral que era muerte segura. Se quedaron habitando allí durante la república como lugar seguro contra la extinción de la gente, hasta que aparecieron los terribles “mistis” depredadores de sus recursos naturales, con la misma ambición que los conquistadores, en complicidad con los gobernantes actuales. Ahora luchan por su suelo, por su agua, por su ecología, por sobrevivir ante el infortunio de una fatalidad histórica.
Entonces, es esos lugares, resulta humillante entonar el himno nacional oficial y desearles “Felices Fiestas Patrias” porque significa celebrar toda una historia de sufrimientos de la opresión que no se extingue. Ya ni siquiera se puede vivir tranquilo en la cordillera. La persecución ha llegado hasta el escondite histórico. Por su puesto, ellos no recibirán gratificaciones monetarias por Fiestas Patrias Eso no es para ellos dirán los dominadores.
Pero esta incomprensión está encarnada ya en nuestra cultura y hasta los izquierdistas como los de derecha miran al bicentenario de la independencia del virreinato del Perú, como una hazaña para celebrar a lo grande. Todo lo que se planea y se hace es “con miras al bicentenario”, olvidando las reivindicaciones ancestrales. ¿Por qué no aprovechar el bicentenario para reconocer por ley las reivindicaciones ancestrales traducidas en derechos ciudadanos? Por ejemplo: ¿Seguirá manteniéndose el veto para que los nativos no sean oficiales ni jefes de nuestras fuerzas armadas? ¿Seguirán sin derecho a cuotas de poder?
Demás está decir que ni aún los más favorecidos por el sistema de dominación imperante podrá decir que somos libres verdaderamente. El país ha perdido su soberanía, no tenemos independencia económica y estamos sometidos a una legislación internacional arbitraria. No podemos ayudar a Cuba y a Venezuela sin ser castigados con represalias onerosas de facto. La lucha por la independencia real tendrá que continuar.
Es probable que lo dicho no sea aceptable por quienes tienen una visión distinta a la mía. Me disculpo por el atrevimiento. No siempre se tiene la razón y lo acepto. Pero mis convicciones se mantienen firmes en cuanto a la equidad necesaria para superar injusticias.