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Solo quien a mordido el polvo alcanzará la gloria [Opinión]

Actualizado: 22 mayo, 2017

Fuster Alfredo

Todos fuimos testigos de un combate fuera de serie, un combate que colocó en el ring a dos luchadores, pero es el peruano Jonathan Maicelo de quien nos referiremos ahora; el pujil nacional no se coronó con la victoria pero vale destacar que peleó con las entrañas.

Sin duda para muchos críticos, existen explicaciones diversas de por que perdió, desde explicaciones técnicas, críticas constructivas y otras lapidarias sin embargo este pequeño artículo plasma la perspectiva humana de lo que se presenció en aquella pelea, que justamente se la dedico a este muchacho que desde hace tiempo ya es un campeón.

Jonathan Maicelo, aquel joven Chalaco que desde niño tuvo que colocarse los guantes y soportar duros golpes que la vida propina y, que en el viejo puerto, suelen ser más duros.

Ganarle a un destino incierto, donde el único camino para un joven pareciera ser la delincuencia y los vicios, en un panorama nada alentador, donde no entrar a la pasta, la hierba o no «chapar un cuete» es sinónimo de ser «Maricón», un mundo donde no se está permitido ser «sano» porque  todos te agarran de «Gil»; si pues, así son las leyes de las calles del Callao, leyes que son duras, códigos del sub mundo, ligados al sicariato y narcotráfico, enfermedad cancerosa que se ha apoderado del primer puerto y donde pareciera que las autoridades se confabulan para que se mantenga así; asegurándose una juventud perdida, una nueva generación domesticable y servidora del sistema opresor que busca un Perú sin cerebro. En ese escenario de drogas, asesinatos, delincuencia y alcohol, sobrevivir es un regalo de cada día.

Maicelo siempre lo supo, esquivó día a día cada golpe, soportó los mortales puños del destino y sobrevivió; Ayer, al verlo pelear, sentía que no peleaba él, peleaba su corazón, su instinto de sobrevivir, peleaban los sentimientos encontrados contenidos por años, peleaban sus frustraciones, sus alegrías, sus penas, decepciones y su deseo de llevar respeto para él y los suyos; Lamentablemente, aquella desesperación, aquélla entrega que le puso, también fue su cruz; un descuido en su guardia fue suficiente para traer abajo ese ímpetu y sueño. Sin embargo, las heridas exteriores sanan, los golpes pasan, pero los sueños rotos quedan y se debe tener la fuerza de un guerrero para ponerse en pie y decir al destino: «dame un raund más traicionero destino y verás que te venso».

Maicelo es de esos guerreros, aprendió a pararse de niño, a limpiarse la nariz ensangrentada y darle con todo a la vida, su derrota servirá para que veamos al último Inca, resurgir como el Inkarri y verlo en la gloria, aquella por la que lucha día a día.

El mundo es de esos que perdieron, por qué sólo quien pierde en la vida, aquellos que muerden el polvo, aprende realmente a vivirla.

Todos estamos contigo Jonathan Maicelo.


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