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Reforma electoral, pero de verdad: una propuesta desde el pueblo

Actualizado: 6 mayo, 2017

Milcíades Ruiz

Estos días se viene discutiendo en los círculos de la derecha legislativa y sectores afines, la Reforma Electoral. Mientras estos avanzan en acondicionar el sistema electoral a sus conveniencias no hay en la bancada del Frente Amplio ni en los sectores afines, una plataforma alternativa al respecto, que por lo menos responda a las aspiraciones populares. Aunque podría ser por desinformación mediática, lo cierto es que no sabemos si ello es por negligencia, ineptitud o sencillamente porque no les interesa el tema, allanándose a lo que decida la derecha sin dar la pelea.

Sin embargo, creo que debería ser punto de agenda en los debates de la izquierda y por eso me atrevo a dar una opinión que quizá motive otras que pudieran ser de mayor validez que nos ayuden a construir una plataforma enriquecida con el aporte de quienes comparten nuestros ideales. Una reforma del régimen electoral puede ser de forma pero no de fondo. Se puede hacer solo un maquillaje del régimen vigente para darle una apariencia santa o, podría ser una reforma radical que transforme la estructura política actual.

Si consideramos que todo proceso arroja un resultado o producto, el proceso electoral arroja un resultado con las características que están a la vista en los órganos de gobierno. El producto obtenido tiene fallas repudiables en su mayor parte. Así como el fraude de fabricación es muy común en una serie de productos que se comercializan con publicidad fraudulenta, también, el proceso electoral adolece de estos fraudes desde el recojo de firmas de respaldo hasta el conteo final de votos, incluida la publicidad engañosa. Pero en este caso, el pillaje es legítimo.

Pero la construcción de un régimen electoral responde a una concepción ideológica sobre cómo debería ser administrado el Estado. En nuestro país, ha imperado la opción de que el Estado debe ser administrado por los representantes de la sociedad. A esta modalidad se le ha denominado “Democracia representativa”. Pero el asunto es que desde que nació la República Peruana han sido los aristócratas colonialistas y sus descendientes, ya como conservadores o liberales, quienes han establecido un régimen electoral a su conveniencia.

La historia registra la existencia de extranjeros en el Poder Legislativo que estaban como “representantes” de departamentos que ni siquiera conocían. En 1825, había 91 diputados, de los cuales 78 eran nacidos en el Perú y todos económicamente pudientes, conforme a las normas eleccionarias. 28 diputados eran abogados aristócratas y 26 sacerdotes del alto clero. Los descendientes del Tahuantinsuyo estaban impedidos. Así surgió la democracia republicana con gobernantes que suplantaban la representación política y así se ha mantenido cerca ya de dos siglos.

Los partidos políticos continúan suplantando la representación de los sectores socioeconómicos y no están dispuestos a cambiar esta modalidad al ser inconveniente para sus intereses. Entonces tenemos un poder legislativo en el que no está representado el sector agrario por ejemplo, aunque sea mayoritario, como tampoco están los otros sectores sociales. Ya ni siquiera se necesita tener partido político ni doctrina, pues la membresía se alquila o se compra como cualquier mercancía. Así tenemos, gobernantes sin ninguna representación que capturan el poder político para servir a intereses oscuros y no, a la comunidad nacional.

Como sabemos, una campaña electoral es como un juego sucio donde todo vale para fabricar imagen de candidatos que utilizan frases y posturas falsas. Se explota neurológicamente las necesidades y anhelos de la población para ganar adeptos con engaños. Se derrocha dinero en toda forma de publicidad y tiene mayor opción quien disponga de mayores recursos aunque provengan de la inmoralidad. El dinero sucio decide.

Si se analiza el material periodístico que ha quedado de la última campaña electoral se podrá comprobar que estaba previsto lo que sucedió al final. Cada vez que aparecía una amenaza a lo previsto, la prensa se encargaba de traerlo abajo en contubernio con la autoridad electoral. Se hizo esto cuando Acuña apareció como segundo en las encuestas, y lo propio se hizo con Guzmán que de pronto apareció segundo. Y lo mismo habría sucedido con cualquiera otra opción que apareciera segundo, porque ese puesto estaba reservado como que en verdad se cumplió hasta el final.

A esto se le llama juego democrático y el sistema de gobierno constituye la “democracia”. Respetar este juego sucio es ser un demócrata y entonces el extranjero Fujimori y su compinche Montesinos son para la derecha unos demócratas que deberían ser indultados. Pero si nos atenemos al concepto original de la palabra democracia como gobierno del pueblo lo que tenemos en el país está muy lejos de ser una democracia. Pero entonces: ¿Qué concepto tiene la izquierda sobre la democracia? ¿Es el mismo que maneja la derecha?

El congresista del FA, Ing. Richard Arce, de las filas de “Nuevo Perú”, fue el único de su bancada que votó junto con los fujimoristas a favor de la “moción de solidaridad con Venezuela” promovida por la derecha para combatir al gobierno de Maduro. Está de acuerdo con la intervención de la OEA como lo propugna el Secretario General Luis Almagro, argumentando que lo hacía por principio, pues se considera un demócrata.

Consecuente con su idiosincrasia, votó conjuntamente con otros congresistas de “Nuevo Perú” y con los fujimoristas, a favor de declarar “Héroes de la democracia” a los comandos Chavín de Huántar, enviados por la dictadura fujimontesinista a debelar la acción armada del MRTA. Esto nos hace ver pues que, si estos congresistas manejan el mismo concepto de democracia que la derecha, entonces no se podría esperar de ellos una lucha por el cambio, pues gracias a este régimen electoral hoy gozan de prebendas económicas y políticas.

Sin embargo, creo que la izquierda debería postular un cambio estructural del viejo sistema de democracia representativa lo que significa una nueva democracia en la que no se permita la usurpación de representatividad por suplantación. La participación en el proceso electoral no debería ser exclusiva de los partidos políticos sino también permitir el acceso a las instituciones representativas de los sectores socioeconómicos tales como los gremios y colegios profesionales que hay en cada sector.

Para que los congresistas sean auténticamente representantes de los diversos sectores socioeconómicos, el sistema eleccionario político, debería ser mediante elección directa por sectores socioeconómicos. La cuota por cada sector debería ser de manera proporcional a su masa electoral y así lograr una democracia equitativa. Las elecciones sectoriales darían un nuevo giro a la vieja democracia y en el Parlamento estarían los que más saben de la problemática de cada sector.

Esta sola reforma dejaría fuera de juego a una serie de oportunistas y testaferros de los opresores que ahora están en el poder por el dinero sucio o por malas prácticas políticas de las cúpulas de la partidocracia. Este cambio deja muy poca opción a los que han hecho de la política un medio de vida y a los corruptos de la cleptocracia política. Pero a su vez otorgaría el derecho de participación en el gobierno nacional a sectores marginados consuetudinariamente como es el sector militar y policial.

El desarrollo de esta propuesta excede los límites de este mensaje pero los fundamentos lo pueden ver en el libro: “Trazos para una República Equitativa”. Pero es obvio que una reforma de esta naturaleza cambiaría muchos aspectos del sistema político actual y significaría una reestructuración de la vieja república a la que parasitan los grupos de poder. Pero por lo menos es un planteamiento. Lo peor es no decir nada y dejar las cosas como están.

La izquierda tiene la responsabilidad de desarrollar alternativas de cambio, innovando planteamientos y demostrar que tiene capacidad de gobierno. El pueblo debería ver en nosotros una posición distinta que haga la diferencia con los planteamientos de la derecha. Si estamos del lado del pueblo, hay que demostrarlo.


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