Los remotos orígenes de los aimaras (aymaras)
El Poblamiento de América. Este tema es sin duda subyugante para los interesados en conocer el pasado de las culturas que se forjaron en el continente. Y la pregunta inicial clave es ¿cómo llegaron los seres humanos a esta parte del planeta? ¿Cómo llegaron al Perú? Y, desde nuestro interés, aún más concretamente: ¿cuáles son los orígenes de los antiguos Collas, hoy conocidos como Aimaras?
Sabido es que la historiografía continental y especialmente en la peruana, está llena de publicaciones que contienen resultados de investigaciones, teorías y posiciones de todos aquellos que han dedicado parte de sus vidas a dilucidar las interrogantes antes planteadas.
1. Teorías inmigracionistas
Así, sobre el poblamiento del continente americano y en particular de América del Sur (ya desechada la posición autoctonista por carecer de suficientes bases científicas), existen muchas posiciones especulativas que van desde la llegada de fenicios, egipcios, chinos, japoneses, vikingos etc.
Sin embargo, en el campo histórico-cultural de la ciencia, prevalecen teorías inmigracionistas que se han fundido en tres vertientes, todas ellas datadas en el post diluvio universal.
Parece haber consenso en que las tres rutas de inmigración fueron efectivas en diversas épocas.
a. La teoría asiática
(Levantada por Alex Hrdlicka, Pedro Bosh Gimpera y otros) postula que la inmigración se produjo por el estrecho de Behering, tal vez hace 60 mil años o menos (los tratadistas difieren enormemente en esta data) en sucesivas oleadas, siguiendo a los animales que los precedieron. Es posible que el paso desde Asia se produjo en los tramos finales de la última glaciación (Winscosing) sea cuando las aguas del estrecho se helaron o ya sea en pequeñas embarcaciones recorriendo las islas Aleutinas.
El sustento argumental de la teoría asiática goza de difusión intensiva y es aceptada ahora casi sin mayor discusión, en todo el mundo.
b. La Teoría Polinésica y Melanésica
(Paul Rivet y otros). La inmigración se produjo desde Polinesia y Melanesia en embarcaciones pequeñas. Hay gran cantidad de señales que avalan esta posición partiendo de los rasgos físicos, objetos culturales y ciertas similitudes lingüísticas.
Esta teoría oceánica ha merecido abundantes probanzas en calidad y cantidad, de forma que queda pocas dudas sobre su verosimilitud.
Sobre la teoría oceánica dijimos en otro trabajo que “alguna inmigración llegó a las costas del actual Lambayeque como se infiere de la leyenda de Naylamp. Otras llegaron al actual Chile, tal vez utilizando las islas Marquesas, Juan Fernández y Rapa Nui o Isla de Pascua, recalando en las regiones actualmente chilenas de Coquimbo y Atacama a las que poblaron y en las que se desarrollaron culturalmente durante tiempo prolongado”
c. La Teoría Australiana
(Tiene como su más esclarecido representante al antropólogo portugués Antonio Méndez Correa, principalmente) Sostiene en síntesis que la gente llegó por mar desde Australia hasta el extremo sur del continente americano, aprovechando una distancia relativamente corta si se considera las proximidades físicas de la Antártida con Australia y con Sudamérica.
Méndez Correa sostiene que “América fue poblada por una corriente migratoria proveniente de Australia y que entró al continente por la parte más austral del continente americano (Tierra del Fuego)”. Las conclusiones del delineado de esta ruta tienen asiento en similitudes físicas y semejanzas lingüísticas y culturales halladas entre pobladores americanos y australianos.
“Esta corriente migratoria – según Méndez- pudo haberse concretado provechando unas condiciones climáticas favorables conocidas como “optimus climaticum” (óptimo climático). La ruta factible seguida por los indígenas migrantes pudo haber bordeado la Antártida pasando por las islas Tasmania, Auckland y Campbell, hasta el mar de Hoces. Habrían atravesado en pequeñas balsas el pasaje de Drake (punto de separación entre América del Sur y el bloque antártico), hasta llegar a Tierra del fuego y Patagonia.
Los fundamentos de la teoría australiana son de carácter geográfico, antroposomático, lingüístico, cultural-etnológico, que no es posible presentar en espacio tan reducido de esta nota.
Se tiene noticia de que, a contrapelo de las críticas a esta teoría porque se alzaría sobre bases científicas aun no suficientemente validadas, sobre todo por la insuficiencia de mayores hallazgos arqueológicos, la University of New South Wales (UNSW) de Sidney y la Universidad de Tarapacá en Chile, coordinan estrechamente acciones de investigación sobre la teoría australiana. Uno de los frutos de esa cooperación son conclusiones preliminares obtenidas mediante la contrastación del ADN de los cientos de restos esqueléticos encontrados en la Patagonia y de restos aborígenes australianos, permitiendo inferir que las primeras inmigraciones al extremo sur de Sudamérica, tienen origen muy probable en Australia.
Una vez asentados en tierras suramericanas, l”os inmigrantes australianos habrían creado, entre otros, milenarios grupos étnicos de Onas, Alacalufes y Tehuelches en la Patagonia”, así como a Mapuches y Atacameños. Estos últimos, antecesores de los Collas, en la costa del Pacifico sur, agregaríamos nosotros.
2. Desde Coquimbo y Atacama hasta la gran meseta
Sea por la ruta oceánica o por la australiana o por ambas (lo cual es más probable) gentes venidas de esos lugares poblaron, entre otras, considerables áreas de la geografía de las actuales regiones de Coquimbo y Tarapacá en Chile de hoy.
Según José de la Riva Agüero -gran historiador peruano apoyado en considerable historiografía de los llamados Cronistas de la Historia-, “las regiones de Tarapacá, del antiguo litoral boliviano y de Atacama, hoy tan desoladas y áridas, no debieron serlo hace muchos siglos. Pueden descubrirse en ellas vestigios de extensa vegetación milenaria, ríos desecados, como el que existía junto a Copiapó, y hasta restos de bosques, como dicen haberse hallado en las cercanías de Calama y de Huantajaya. Todavía en la época de los Españoles, Copiapó recibía el nombre de “San Francisco de la Selva”.
Múltiples trabajos arqueológicos y estudios realizados por la Universidad de Tarapacá y de la Universidad Católica, ambas chilenas, han confirmado la antigua realidad ecológico-natural.
En épocas posteriores sobrevino un lento proceso de desecación del gran bosque húmedo, que convirtió a ese vergel en uno de los más grandes desiertos del continente; ello debido principalmente a la cesación progresiva de las filtraciones que provenían de la cuenca del Titicaca; esto, según muchos profesionales entendidos en la materia.
Ante la nueva y aguda situación emergente, los pobladores de ese extenso territorio se vieron obligados a buscar en su entorno geográfico nuevas tierras, optando por la más cercana: La meseta del Collao, en donde la cultura Tiahuanaquense a la sazón en decadencia, mantenía aún la portentosa arquitectura de sus principales edificios.
La obligada continuación del proceso histórico se patentizó cuando la gran meseta, actualmente nominada como “del Collao” y Tiahuanaco sufren una gran invasión que sube desde la costa, aniquila o ahuyenta a sus antiguos dueños que según Riva Agüero, eran quechuas, pero que las investigaciones contemporáneas han establecido que fueron Puquinas.
Reafirma ese historiador que “la destrucción de Tiahuanaco se debió a las hordas aimaraes de Cari, procedentes del lado de Coquimbo”, afirmación sostenida por varios cronistas, entre ellos el Cieza de León el creíble “príncipe de los cronistas”, así como validada por documentos coloniales, tales como la famosa “Visita” de Diez de San Miguel.
Debe tenerse en cuenta que la tierra fría del Collao era, no obstante el áspero clima, objeto de la ambición de atacameños o collas por ocuparla violentamente. Así lo hicieron, pues constataron que la nueva tierra ofrecía posibilidades ciertas para la satisfacción de sus necesidades vitales de supervivencia. Una vez asentados los grupos humanos venidos desde Coquimbo, pasando por Atacama, aprovecharon el desarrollo incipiente de la región, asumiendo, impulsando y mejorando las actividades de domesticación de plantas y animales que generosamente ofrecía el medio altiplánico.
Formulamos votos fervientes para que los actuales estudios en el país vecino se incrementen y arrojen conclusiones científicas que validen o recusen la hipótesis provisional de que el largo recorrido de los actuales collas llamados aimaras, empezó en Australia y/o en Oceanía, llegó a Coquimbo y luego a Atacama, y finalmente saltaron a la meseta del Collao, su principal hábitat actual.