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Los 100 años del calzado más usado del Perú en el siglo XX: la ojota de jebe

Actualizado: 5 marzo, 2023

LAPATRIA

Los 100 años del calzado más usado del Perú en el siglo XX: la ojota de jebe

La ojota de jebe fue el producto perfecto: es durable, económico, resistente, tiene un diseño sencillo y eficaz, contribuye a la conservación del medio ambiente y era inmensamente popular, tanto que, probablemente, es el calzado más usado en el Perú del siglo XX.

El calzado de los antiguos peruanos era la Ushuta que era confeccionada con el cuero del cuello de llama, preferentemente. La genialidad de un aimara consistió en una idea simple: elaborarla de un material moderno pero abundante y barato.

Una idea genial

El historiador Alfonso Canahuiri identifica como inventor de la ojota al aimara Damián Choque Ponce, comunero de Tunuhuiri Chico (ichu, Puno).

Según cuenta, Damián era un comerciante que viajaba constantemente entre Ichu y Arequipa. lo recuerdan como un hombre curioso y con varios oficios.

Era el año 1920, los viajes se hacían a pie y las ojotas de cuero no bastaban para todo el viaje. Damián, bastante perspicaz, observaba con curiosidad la gran cantidad de llantas botadas en un paraje de Arequipa.

En un momento de genialidad, se le ocurrió que el material de las llantas utilizadas y lanzadas en los vertederos era perfecto para fabricar su propio calzado. Lo hizo, y al regresar, su invención llamó la atención de sus paisanos.

Los 100 años del calzado más usado del Perú en el siglo XX: la ojota de jebe

Se debe apuntar aquí que, las ideas geniales suelen parecer obvias luego de ser concebidas, por eso no se valoran adecuadamente pero, en el caso de las ojotas, lo que pasó después del invento de Damián demuestran la grandeza de su idea.

La novedad

Los hermanos Aurelio, Pablo y Cipriano Flores fueron los más entusiastas. Ellos son los que imitaron la ocurrencia de Damián y comenzaron a elaborar las ojotas. Las primeras se vendieron en Inchupalla y, cuando se les acabó el material, sus viajes hacia Arequipa para traer llanta, se hicieron frecuentes.

Canahuiri, reseña este hecho en su obra, «Historia Social de Ichu» y sus datos son sólidos como se verá a continuación.

Boom regional

Marco Aspilcueta, quien realizó un trabajo sobre los comerciantes aimaras en Lima, narra que tras los esfuerzos pioneros de los hermanos Flores, las ojotas se empezaron a vender en las ferias distritales y fiestas patronales de Puno, Pucará, Lampa, Juliaca e Ilave.

Naturalmente llegó a Desaguadero y, posteriormente, a Bolivia, donde, con los años también se hizo un calzado muy usado.

El lector debe considerar que se tratan de las décadas del 20, 30 y 40. Cuando la población era mayormente rural. El mejor calzado era el que más servía para las labores agrícolas o ganaderas.

Las personas que han usado las ojotas han resaltado que donde los zapatos se destrozan, las ojotas resisten como si nada, donde las botas hacen sudar, las ojotas mantienen la frescura; donde el cuero se hincha o se torna resbaloso, el jebe mantiene su agarre y no se deforma.

El ingenio de Ichu

La extensión nacional del uso de las ojotas también vino de la mano de los aimaras. Comerciantes desde tiempos inmemoriales, complementaban sus actividades agrícolas con la fabricación de sogas así como de tinas, lazos y otros productos derivados de las llantas.

Esa impulso comercial los llevó primero a Arequipa, no solo para recoger llantas sino para asentarse y negociar. Históricamente se registran tres picos de migración de la sierra a la costa: la de 1940, 1960 y 1990 que coinciden con periodos de sequía o crisis económica.

Manuel Curasi, un comerciante asentado en Lima, contó que, su búsqueda de insumo era tal que adquirían llantas de los remates de las mineras Cerro Verde, Toquepala, Cuajone. Transformaban la materia en calzado y lo comercializaban en Arequipa.

«Vendíamos nomas», dice Curasi, minimizando su éxito comercial con un expresión típica en el altiplano.

Una taller- tienda de un artesano de Ichu en los años 90.

La expansión

El siguiente paso fue la conquista de Lima. Sin embargo, este mercado les planteó otro tipo de retos. Las ojotas no eran tan demandadas como en otras ciudades, de manera que se las ingeniaron para convertir las llantas en piezas de zapatería (tacos por ejemplo).

Ahí que muchos de los aimaras presentes en la capital, actualmente se dediquen al rubro de la venta de insumos para la industria zapatera.

El ferrocarril central, vía que comunicaba Lima y Huancayo atrajo a muchos aimaras a la feria huancaína donde las ojotas tuvieron gran aceptación por las mismas razones que en Puno.

Mientras esto ocurría, los imitadores extendía el uso de las ojotas a Cuzco, Andahuaylas. Y así la ojota se convirtió en el calzado más usado del Perú. En Bolivia, otro país rural y con mucha población indígena, también se hizo común su uso.

Décadas de uso

Aunque los productores se han sofisticado, se puede fabricar una ojota con una cuchilla, un punzón, un martillo y algunos clavos. Esa sencillez, también fue la fuente de trabajo de cientos de ciudadanos que solo tenían su habilidad como principal capital.

Si se piensa bien, las ojotas llevan 100 años en el mercado. Aún hoy, en las ferias de pueblos pequeños, el calzado se sigue comercializando con pocas variantes. Para las mujeres se agrega una flor y una tira; para los hombres tres tiras.

El Chile, algunos hombres del campo también tiene su propia versión de las ojotas, así como en Bolivia donde algunos artesanos intentan estilizar del diseño.

En el medio rural, la ojota es el rey. No tiene competidor posible. No hay nada más adecuado para las faenas del campo. La ojota es el calzado más usado del Perú, tiene para 100 años más.


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