Vargas Llosa, los Barnechea y el «síndrome colonial»
Si uno quiere comprender la política contemporánea debe examinar con cuidado el término Think Tank (Tanque de ideas o tanque de pensamientos). Por ejemplo, el Instituto Peruano de Economía – IPE es un Think tank a toda regla pues produce «ideas» a favor de un interés muy concreto: los mineros y otros grupos de poder económico.
El exministro de economía Pedro Francke no dudó en señalar al sector minero como el gran financista de dicho instituto y el estudioso Francisco Durand fue quien calificó al IPE como un Tink Tank.
Por eso el IPE se disfraza de ente técnico y eminentemente intelectual para atacar iniciativas como el incremento de la remuneración básica, el aumento de impuestos al sector minero, el cambio de constitución y otros que, evidentemente, le quitan dinero a las cuentas de sus financistas.
¿Qué tiene que ver esto con Vargas Llosa? pues que el escritor, además de ser un convencido de ideas liberales, es miembro activo, tan activo, como para ser líder de una red de «think tanks» que, al igual que el IPE, defienden intereses empresariales bajo la cubierta intelectual de la defensa de la libertad y otros términos bonitos.
Ese «tanque de ideas» sobre el que se sienta el escritor se llama la Fundación Internacional para la Libertad un ente que, saca lo genuinamente humano del genial autor de «Conversación en la Catedral»: el mero ánimo de lucro.
Ganar dinero no está mal, es válido y del todo legítimo aunque, al parecer, Vargas Llosa no se siente del todo justificado pues más de una vez fue pillado en listas de personas usuarias de los llamados paraísos fiscales.
En el año 2021 se reveló que el escritor tuvo una sociedad en las Islas Vírgenes Británicas a través de la cual movió dinero por sus ingresos por derechos de autor y la venta de algunas de sus propiedades (aunque se sospecha que también otros fondos).
Alrededor de un think tank el dinero se mueve en ingentes cantidades para pagar bonitos almuerzos, alojamientos, pasajes, elegantes recepciones y todo el garbo que tanto le gusta al escritor.
Mario es pues, una suerte de mayordomo de los archimillonarios, fiel hasta la muerte (que poco falta) y fanático a tal punto que una vez dijo que no importa que hayan elecciones sino que los electores «voten bien»… es decir, por Keiko Fujimori en el caso peruano.
Hasta este punto se explican los intereses del «marqués» pero no se explica su añoranza por lo español y su desprecio por lo peruano, por eso es necesario describir una verdad milenaria sobre la «naturaleza», del ser humano.
La posición de superioridad no se puede justificar por que sí, sino, requiere de alguna justificación más allá del poder. Ya sea la descendencia divina, la piel más blanca, la cultura «superior», la procedencia o cualquier distinción, los humanos necesitamos un signo de nuestra supuesta superioridad.
Gente como Vargas Llosa tiene la suficiente cultura para saber que las distinciones de ese tipo son pamplinas. Los científicos jamás encontraron evidencia alguna de que un negro sea menos inteligente (o menos bruto) que un blanco. Ciertamente parece que los judíos gozan de más probabilidades de tener altos coeficientes pero, esta apariencia se destroza con las pruebas tomadas a los coreanos.
Sin embargo, los privilegiados suelen olvidarse de los hallazgos científicos y no logran disimular por completo su clasismo y racismo.
Esa es la solución a la aparente contradicción que significa que los sectores mejores educados de la población sean, a la vez, usuarios de todo tipo de ideas discriminadoras. Ellos necesitan justificar sus privilegios y, para satisfacer esa necesidad, nada como un matrimonio al estilo de la hija de Barnechea (el mismo que llamó a golpe de estado cuando ganó Castillo).
Siendo un blanco, de apellido extranjero en un país de cholos que cada año, rodean tenazmente sus propiedades no hay más salida que sentirse de la península. Nada de chicha ni cerveza: el vino y las corridas; jamás ser un «alferado» sino ser un «Conde».
Mientras más equilibrada la economía, menos de esa tara que tan bien representa Vargas Llosa. No es cuestión de llorar o escandalizarse cada vez que alguien le dice negro o maricón al otro, es cuestión de lograr normas económicas más justas.