Castillo se impuso a vacadores tras negociado político con la derecha y abandono de reformas
La congresista Susel Paredes lo había anticipado: se trataba de un show político. Con la seguridad de no ser vacado, Pedro Castillo acudió al Congreso para justificar su permanencia en el poder para superar la crisis institucional y lograr «el crecimiento económico».
En su discurso no habían ni rastros de sus propuestas reformistas como nueva legislación económica o la Asamblea Constituyente.
Tal como lo advirtió La Patria, la clave para su permanencia fue la entrega del Ministerio de Economía a los grupos de poder económico con la designación de Oscar Graham como el titular de dicho sector.
Graham forma parte de la conocida «collera dorada» que domina el superministerio de economía y lo hace bajo dictados de empresarios (contra la reforma tributaria, a favor de la elusión, luz verde al subsidio público a empresas y negativa a subsidios sociales, etc).
Cabe indicar que cada proceso de vacancia se inicia para obtener más concesiones del Ejecutivo. Desde la derecha asustan a Castillo para obtener, desde un ministerio hasta la permanencia de mafias al interior del sector salud o educación.
Otro negociado puesto en evidencia fue el de contratos millonarios de construcción a empresas chinas que, aparentemente, tuvieron como operadores a congresistas no oficialistas.
Los periodistas empresariales advirtieron que Castillo habría canjeado votos a cambio de Petroperú y, a los pocos días, se confirmó la salida del economista Hugo Chávez sobre quien se orquestó una campaña para embarrarlo.
Los gestos entre el ministro de Salud, Hernán Condori y los fujimoristas evidenciaron canjes al interior de su sector para asegurar la permanencia de Castillo.
Un hecho crucial para el desenlace fue el desgaste político del Congreso y su incapacidad para justificar la salida de Castillo.
A la vista de ciudadanos que no simpatizan con Castillo, este poder se percibe como abusivo y centrado en intereses particulares por lo que sus actos no tienen legitimidad.
Castillo aprovechó esto para deslizar la idea de «nos quedamos todos», una de las únicas maniobras políticas que le han salido bien.