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Pedro Castillo y el purgante político

Actualizado: 9 marzo, 2022

Milcíades Ruiz

Cuando un líder religioso traiciona sus dogmas, cometiendo graves inmoralidades, hay quienes tratan de defenderlo culpando al diablo, y así, evitar que la feligresía pierda la fe en la iglesia. Similarmente, suele suceder cuando un líder político traiciona los ideales de su partido cediendo ante sus enemigos. Si este fuese el caso del presidente Castillo, no bastaría culpar solo al demonio de la derecha para evitar que la feligresía, pierda la fe ideológica. Veamos.

Es innegable la creciente desazón contenida, en la izquierda peruana y el electorado que lo apoyó, pero la torpeza política del aludido y los malos manejos administrativos a los que recurre, tienen una lógica distinta a la que muchos suponen. Por ello, pese al creciente deterioro político, hay todavía, quienes lo defienden por conveniencia de distinta índole, justificando lo injustificable, en tanto que otros, se sienten traicionados y lo repudian de plano por presunta corrupción.

Más allá de su persona, habría que ver el cuadro completo del fenómeno sociológico que lo ha catapultado, sin ser el único involucrado. Otras piezas forman parte del mismo engranaje que funciona mal, en el contexto histórico actual, pero se camuflan tirándole la pelota solo a él. Son muchas las objeciones a su gestión, como a la de otros poderes del estado. No obstante, los aliados comprometidos no emiten pronunciamiento orgánico, ni para orientar a sus propias iglesias. Tampoco está en agenda de debate para tomar posición al respecto, pero “el que calla, otorga”.

Por ello, a riesgo de ser mal interpretado diré algo al respecto. Culpar a la derecha hasta de nuestra deshonestidad, incapacidad y falta de autenticidad ideológica, es una picardía. Tenemos que ser objetivos. Aunque Castillo es el blanco de todas las miradas y de las indignaciones, su presencia es efecto circunstancial de un fenómeno social que nadie quiere ver. Solo se ve lo evacuado, pero no, el proceso infeccioso. Criticarlo, sin considerar las condiciones que han determinado su protagonismo, desmerece nuestro juicio.

Pudo ser otra persona, pero las circunstancias lo pusieron a él, independientemente de su calidad humana. En la segunda vuelta electoral, no importaba quien fuera, porque lo urgente era evitar que la siniestra mafia fujimorista tome el gobierno nacional. Ha sido pues, el electorado el que nos ha salvado de tan malvada amenaza. De no haber sido por ello, hoy estaríamos lamentando una peor situación para los intereses populares. El costo de esta disyuntiva, es lo que estamos asumiendo.

La gangrena de su desprestigio está muy avanzada y no tiene defensas, ya que hasta ahora, ningún sector popular se siente motivado para ello. Su debilidad política y de personalidad, estimula a la oposición en su deseo de borrarlo, pues con nuevas elecciones tendrá la oportunidad de retomar lo que se le fue de las manos. En esta situación, algunos sectores de izquierda podrían decir: o salvamos lo mal que tenemos, o lo abandonamos para peor. Otros dirán: o dejamos que la gangrena acabe también con nosotros, o tomamos distancia a tiempo, para salvar lo que nos queda. Solo el debate puede ayudar a valorar diversas opciones.

En realidad, fuimos nosotros los que interesadamente hemos malinterpretado la manifestación electoral, sobreestimando el triunfo de “Perú Libre” y su candidato. Nos imaginamos que Castillo era un líder popular lleno de virtudes y aún, se espera que se comporte como quisiéramos y no, como lo que realmente es. Pero ya hay bastante muestra indicativa de que no tiene convicción ideológica de izquierda, ni confía en ella. Militó en el “toledismo” de “Perú Posible” desde el año 2001, siendo directivo local hasta el 2017, en que se canceló la inscripción de ese partido.

Conjuntamente con otros activistas magisteriales, ingresó en el 2020 a “Perú Libre” y antes de cumplir un año de militancia ya era candidato presidencial, lo que nos da una idea de anomalía del caso. Ahora que su alineamiento con EE UU y la OEA es muy claro, podemos entender su proceder político y las medidas de su mandato. Nos cuesta admitirlo, y aunque por decreto supremo, ha definido su política de gobierno 2021-2026 bajo lineamientos no izquierdistas, hay quienes guardan esperanzas de cambio. Si ha usado el sombrero para fingir, probablemente ha fingido su izquierdismo.

Tan es así que, para felicidad de los latifundistas intocados por la promocionada II Reforma Agraria, el 25 del mes pasado, en un discurso público, el presidente Castillo, dijo: “poder darles garantía económica y jurídica a nuestros agroexportadores será nuestro trabajo permanente”. Ignora los muertos y heridos del sangriento paro de trabajadores agrarios en las corporaciones transnacionales agroexportadoras, subsidiadas por el estado que, por ser mayormente capitales extranjeros, se llevan fuera la riqueza generada por nuestro suelo. Esta es una posición contraria a la izquierda. Entonces, no nos engañemos, ni lo hagamos con los demás.

En la naturaleza, todo elemento extraño, no compatible con el conjunto, es rechazado como el en trasplante de órganos. Este lapsus procesal, podría ser expectorado si el deterioro se torna nocivo. Los hechos no suceden por azar sino por la concurrencia de condiciones previas. Denostar contra un resultado final, pisotear un producto, culpándolo de las fallas de fabricación, no es racional. Hay que ver dónde están las fallas del proceso, para poder corregir las deformaciones. Si personas inapropiadas llegan al poder filtrando un proceso político electoral, es porque las condiciones lo facilitan.

Si revisamos los antecedentes en el contexto integral, seguramente vamos a encontrar culpas nuestras, fallas del sistema y otras condicionantes. Es que, en la configuración de una situación política intervienen una serie de factores, propios y extraños, pues hay intereses de toda clase que pugnan por sacar provecho particular. La fuerza que imponga su predominio, será la que dominará la situación. En eso estamos políticamente en la actual coyuntura.

Pero, no solamente hay que ver los factores, sino también, lo que hay detrás de estos, siguiendo su trayectoria y así, poder ubicar las causas de las deformaciones procesales. Por el lado nuestro, podemos seguir las huellas de lo andado por Castillo y su entorno. Hasta podríamos encontrar explicación al bajo nivel cognoscitivo del profesorado que, junto a él, ha accedido al gobierno ocupando altos cargos sin la debida preparación. Los que tanto nos han hablado de “calidad educativa”, resultan siendo descalificados. Lo preocupante es que, nuestros hijos podrían estar en manos de formadores generacionales de muy baja calidad. Aunque no, todos.

También, siguiendo la trayectoria de los hechos, quizá podamos encontrar explicación al por qué, la plancha presidencial y postulantes al Parlamento que postuló “Perú Libre”, en las últimas elecciones, no ha sido del nivel apropiado. Muchos son improvisados oportunistas sin arraigo ideológico. ¿No será que también los demás partidos de izquierda, adolecen de cuadros con capacidad de gobernar? ¿Son confiables los candidatos de los otros partidos de izquierda? O quizá, los métodos orgánicos no son los adecuados. ¿Por qué, tenemos ex gobernadores regionales y ex alcaldes de izquierda investigados y condenados por corrupción?

También podríamos preguntarnos: ¿Lo mejor de nuestros recursos humanos, está en los partidos políticos? O, es todo lo contrario. ¿Qué tendríamos que hacer para que las organizaciones políticas tengan una convocatoria apropiada? Quizá tendríamos que reformular la organización, métodos, consignas, formación ideológica, democracia interna y otros aspectos de institucionalidad. Pero eso nos conduciría a la renovación total. Una revolución al interior de la izquierda. ¿Estarán dispuestas a esto, las actuales dirigencias?

En estas condiciones de deterioro político de la izquierda, clamar por una asamblea constituyente va perdiendo factibilidad, porque además del tramposo sistema electoral, ahora tenemos disconformidad popular. En estas condiciones, la mayoría de diputados sería de oposición. Es que, en la dinámica dialéctica, lo que pierde una fuerza es ganancia para su contraria. Tras el fracaso de la izquierda se fortalece la derecha y viceversa. No cabe duda que la gestión de Castillo, es favorable para los fines de la oposición y dañina para la izquierda. Esto se refleja en las próximas elecciones sub nacionales.

Por otro lado, también podríamos hacer el seguimiento del sistema electoral y del sistema político general en nuestro país, lo que nos llevaría a las fallas de estructura. Si se accede al gobierno con un plan de gobierno y se gobierna con otro, se incurre en delitos graves. Sin embargo, hay impunidad. Entonces, de nada sirve que el JNE exija un requisito que no vale. El plan de gobierno ganador, adquiere su derecho a regir. Este derecho democrático obtenido en sufragio, debería respetarse. Es una falla corregible.

Lo mismo ocurre con la representatividad de los postulantes al Parlamento. Son los oportunistas de toda laya los que copan las listas electorales dejando de lado a los verdaderos representantes de los sectores económicos, sociales y culturales. Entonces, vemos pues que las piezas defectuosas del proceso político son muchas. Pero lo que hacen las organizaciones políticas de izquierda es adaptarse a las aberraciones e injusticias del sistema electoral, antes que luchar contra el engendro antidemocrático.

Podríamos seguir escudriñando las fallas procesales en los diversos aspectos, pero de nada serviría si no hay voluntad política para el debate. Tenemos que ser honestos con nuestro pueblo y decir la verdad, aunque nos duela. Si hablamos de cambio, habría que empezar en propias filas. De nuestra actitud depende la capacidad de recuperación y sostenibilidad de la izquierda.

Por mi parte, continuaré en mi rol crítico, porque lo que está mal, hay que decirlo. Si estoy equivocado en lo dicho, tengo que corregirme. De las discrepancias también se aprende. Después de todo, esta es solo una opinión, como ustedes tienen la suya. No todos pensamos igual y la discrepancia es un derecho humano.


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