Juicio popular a Ollanta: entre la traición, la corrupción y la cobardía
Ollanta Humala será juzgado dentro de pronto por un deslegitimado Poder Judicial, sin embargo, hace buen tiempo, la población decretó su muerte política tal como se reflejó en las ánforas.
En su última participación en elecciones obtuvo 195 mil 536 votos, acumulando en 1.6% de los votos válidos. Cuando caminaba por las calles en plena campaña electoral del año 2021, olía a muerto.
Ni Alan García o Keiko tuvieron tan estrepitosa caída a pesar de que, presumiblemente estaban más embarrados de él.
Para explicar su muerte política es bueno recordar el incidente amargo que el político vivió en la región de Puno, cuyo electorado lo apoyó decisivamente cuando ganó las elecciones del año 2011.
Oro amargo
Hasta Jaime Bayly aplaudió al periodista juliaqueño Max Lanza quien, «en su cara pelada» le dijo: «traidor» y «cabrón» al aire, en un sintonizado programa radial.
En plena entrevista reprodujo un audio registrado en campaña electoral en el cual el entonces candidato decía: «yo me comprometo a respetar la voluntad de Bambamarca de Hualgayoc (respecto al proyecto Conga)» y, tres meses después de ser elegido, su gobierno ya cargaba con tres muertos, entre ellos un menor de edad.
Se puede reprochar la búsqueda de protagonismo de parte del periodista pero no se puede negar que muchos se sintieron representados por las palabras del exaltado Max Lanza quien, en una parte de la entrevista le recordó que, durante su gestión se contaron 66 muertos a manos de la «fuerzas del orden».
Al bolsillo de la Confiep
No es leyenda negra que se vendió a la Confiep. Luego de años, hay pruebas y toda clase de pistas de su mayor crimen político.
El trabajo «Cuando el Poder Extractivo Captura al Estado» ha recogido la secuencia que empezó con las primeras reuniones privadas y públicas con representantes de la Confiep, la renovación de Julio Velarde en el BCR, el llamado a Luis Miguel Castillo y la elaboración de normas a «medida», encargadas por empresarios mineros.
De acuerdo al testimonio de Nicolás Lynch, el momento clave para la traición fue la reunión de Humala con Beatriz Merino, quien era presidenta del gremio de los fondos de pensiones.
Apenas comenzada su gestión se desligó de sus aliados izquierdistas y se rodeó de los mismos de siempre: los llamados técnicos que cada tanto brindan entrevistas a los medios de comunicación empresarial.
Los siguiente fue sumergirse en el pantanoso mundo de la captura corporativa del Estado que implicó traicionar a los cajamarquinos, abandonar la idea de la reforma constitucional, castrar a la Sunat y los organismos que cuidan el medio ambiente y otros que la población que votó por él recuerda con amargura.
Balance
Ollanta Humala se encumbró en lo más alto del poder político pero, lo que se ignoraba entonces y se acepta a medias hoy, es que hay un poder más grande conformado por el completo de grupos de poder económico con el que tuvo que pactar y negociar.
Para esta situación, Francisco Durand, lanza una reflexión oportuna:
El problema de fondo siempre ha consistido en que las dos élites coludidas (empresarios y políticos) no solo son poderosas, sino que se protegen mutuamente. Cuando estallan los escándalos, sucede lo contrario, se acusan mutuamente, generando una confusión y ocultando los arreglos que tuvieron. Este problema y esta confusión se superan cuando entra el cálculo costo-beneficio de admitir responsabilidades donde una élite, la económica, comienza a hablar y mostrar evidencias. A diferencia de la élite política, cuyo final definitivo tras la admisión del delito es inminente, la élite económica no lo va a perder todo, pues mantiene recursos y puede «reinstitucionalizarse» luego de admitir sus faltas y pagar las multas y reparaciones.