Entre la muerte y el reciclaje: a la derecha se le acaba la oferta política
Hay dos hechos que sugieren que a la derecha se le agotó su oferta política. Primero: que, a pesar de toda la maquinaria mediática a favor de candidatos amigos (De Soto, Forsyth, Aliaga, Keiko), haya triunfado el desconocido Castillo.
En segundo lugar: la falta de rostros derechistas nuevos de cara a las elecciones municipales al punto que Fuerza Popular tuvo que reciclar a César Combina para lanzarlo al ruedo. En ese sentido, la muerte de Castañeda no solo es la de una persona sino, la de un modelo de político.
Los fracasos electorales tienen su reflejo en el desgaste del discurso político que colocaba a las inversiones en el pedestal de lo sagrado.
Los partidos de derecha y todos sus cerebros no fueron capaces de elaborar un discurso que suene nuevo al elector, por lo cual a pesar del control casi total de la prensa, jamás pudieron convencerlo.
Ni siquiera pudieron atemorizarlo lo suficiente como para imponer a su candidata. En la derecha, las ideas están tan escazas que recurrieron inútilmente al «terruqueo» desperdiciando la cuidadosa elaboración del discurso del «populismo» divulgado por gente como Gloria Álvarez o Javier Milei.
Crisis moral
El escape a la muerte de Alan García, el encarcelamiento de Fujimori, los malabares de Keiko, Acuña y Castañeda (en su momento) para evitar la cárcel, la traición de Ollanta para irse a la derecha, son muestra de la crisis moral por la que atraviesa ese sector político.
Podrán enjuiciar a cada periodista, sobornar a otros para comprar su silencio, contratar aplausos, organizar artificiales homenajes… pero, para la gente, son unos ladrones.
El poder político es una trampa. Con el gobierno capturado por «empresarios», el gobernante que camina de su lado, debe robar y dejar robar si quiere mantenerse en el cargo.
Cautivos voluntarios
El problema de la derecha política es que es hija de los grupos de poder económico. Una vez instalado el presidente de derecha (o capturado por los grupos de poder económico como Ollanta y de similar manera con Toledo), debe y tiene que colocar operadores empresariales en altos cargos del gobierno.
Por eso, Alejandro Toledo, intensamente presionado, colocó a PPK como ministro quien a su vez, desde ese cargo gestó las adendas del contrato de gas de Camisea.
Ollanta tuvo lo suyo cuando nombró a Castilla quien se encargó de elaborar normas para «dinamizar la inversión» que no eran otra cosa que el desmantelamiento de los controles institucionales de la actividad minera.
Alan García fue quien mejor entendió la dinámica del poder en el Perú por lo cual no tuvo que ser presionado para colocar agentes empresariales y transferir dinero público directo a varias arcas privadas en la época más dorada de la minería. Cuando quiso tener, a la vez, fortuna y un buen lugar en la historia, le tocó darse un tiro.
Los derechistas se encargan de culpar a Fujimori pero jamás están dispuestos a, por lo menos, cuestionar el sistema de captura del Estado que, al final de cuentas, juega a favor del empresario a costas del político.
Por eso, varios de los más listos y, con algún decoro moral, huyen de los altos cargos y ofrecimientos. Keiko no pudo reclutar a nadie con mejor imagen que el sentenciado por corrupción, Jorge Baca Campodónico.
La pequeña burbuja
Ser cautivos voluntarios, lleva a lo fatal en política: la negación de la realidad. La incapacidad de procesar, interpretar y dar una respuesta a las necesidades políticas se hizo patente en las últimas elecciones.
Los cerebros políticos de la derecha están atrapados en alguna dimensión donde el país es una hacienda. No hallan explicación a los reveses electorales.
Esto no se puede explicar por la estupidez o ignorancia, sino por el peso de cargar la bandera democrática cuando sus patrones son antidemocráticos; el libre mercado cuando sus financistas son mercantilistas; la institucionalidad del estado cuando, al final de cuentas, los gobierna la avaricia de sus «socios» empresariales.
La Paradoja
Todo indica que la izquierda hará lo que la derecha no pudo pero no evitará caer en sus vicios. La «izquierda» se hará derecha y cumplirá con el rol de dar apariencia de renovación sin cambiar nada en el fondo.
Con la correlación de fuerzas a nivel internacional, la realidad económica que no admite revolución (aún), la izquierda tiene dos caminos: ser relegada o absorbida por el poder económico.
No es tiempo de relegados. Ser absorbidos por el poder económico implica ser los reformadores o, con más probabilidad, «maquilladores» del orden económico.
Castillo no tiene las fuerzas para ejecutar las grandes reformas que prometió pero puede ganar pequeños terrenos como la dinamización de Petroperú, pero no más.