La cultura del «hueveo» en la resolución de conflictos sociales
“Huevear” es un término muy peruano. Se define como perder el tiempo y no hacer nada de provecho aunque también es usada cuando una persona quiere engañar a la otra por lo cual la expresión “me estás hueveando”, es muy común en las conversaciones peruanas.
Esa sería más o menos la definición de lo que se hace en cientos o miles de mesas de concertación, de trabajo, coordinación o en los llamados comités contra el hambre, la lucha contra la pobreza que plagan la administración pública desde el nivel nacional hasta el municipal.
Por supuesto que hay reuniones productivas y de provecho pero, en un Estado esencialmente hipócrita, son una excepción.
La hipocresía se menciona porque, resulta contradictorio que, por ejemplo, dentro de un Estado que niega, de antemano, el valor de la vida de cierto tipo de personas, pueda hablarse de concertación con los pobladores más descontentos.
Qué concertación puede haber entre agricultores que no quieren perder su tierra y los que les disparan balas. No podía haber acuerdo posible entre promineros y antimineros en el particular caso de Tía María.
Claro que la conversación y la comunicación son vitales, literalmente, para la convivencia humana, pero cuando una de las partes no tiene la voluntad mínima de ceder, entonces no hay diálogo posible.
En ese último caso, una reunión no es la búsqueda de acuerdos sino, una estrategia para que una parte doblegue a la otra.
No se puede seguir jugando indefinidamente a estos juegos pues, cuando tanto se ha usado el diálogo en forma hipócrita, esa manera de solucionar nuestros problemas termina por ser descartada y sólo queda la fuerza y la violencia. Es peor la conversación hipócrita que la falta de conversación.
Recoger los testimonios de los pobladores afectados por la contaminación del río Coata (Puno) da una idea de lo cansados que están de que el gobierno los “huevee” en reuniones y mesas de trabajo sin fin donde se promete en vano.
El Estado peruano promete por un lado y, por el otro, inicia la cacería a los dirigentes pues uno de ellos, ya está pedido por la fiscalía y, la policía hace su parte pues infiltra agentes en cada marcha.
La prensa local y nacional se presta para estos juegos pues le da amplia cobertura a la llegada de autoridades a las zonas de conflicto y destaca en grande titulares los ofrecimientos que se dan luego de sendas reuniones.
En verdad, las comisiones y mesas se arman para la foto y, tras ello, literalmente las partes las patean. Tras esto, sobreviene el desengaño, la impaciencia, y, nuevamente, la violencia.
Amplios sectores están hartos de esa falsa cultura de la concertación que durante años ha evitado solucionar problemas sociales. O una de las partes entiende que debe ceder o la otra deberá de hacerle entender; de lo contrario, el otro camino, es seguir con el teatro aburrido que significa ver a un ministro permanecer durante horas ante población que, en el fondo, no respeta ni valora como parte de la ciudadanía.