Liberales y comunistas: hay más semejanzas que diferencias
En las últimas elecciones, detrás de la candidatura de Hernando de Soto y muy activos en redes sociales, aparecieron los llamados “libertarios”. Discutir sus ideas económicas sería interminable pero necesario; sin embargo, antes se debe criticar sus posturas y modos de enfrentar las ideas opuestas.
Podrían ser la derecha moderna que tanto hace falta para superar a la derecha que anhela la colonia pero, hasta ahora, no pasan de ser un grupo semi religioso y molesto para quienes no piensan como ellos.
La versión adolescente del discurso lliberal está bien sintetizado y divulgado por la bonita Gloria Alvares o el escandaloso Javier Milei. Basta analizar un poco de su discurso para encontrarse con las estrategias de los propagandistas comunistas.
Una de esas estrategias era, por supuesto, etiquetar a los que pensaban diferente. Si el comunista de los años 80´s etiquetaba como «burgués» o «reaccionario» a toda idea o persona que se oponía a sus convicciones, el libertario tiene la etiqueta de «populista«, » rojo» «rojete«, «retrógrado«, «caviar» y parecidos.
Si el comunista culpaba de todos los males habidos y por haber al pulpo capitalista, el «libertario» culpa de todos los males al estatista comunistoide, al «caviar» o, nuevamente, al «rojete«.
En extremo: si un libertario barato sufrió una infidelidad, quizá culpe al comunismo.
Lo otro es el uso constante del argumento de autoridad. Un ejemplo: “Uno más uno es tres y tengo razón porque sé de economía» y leí a Hayek, a Menger o a Ludwig von Mises.
Tienen frases hechas como «si no leíste la constitución, no opines», «si no sabes de economía, no discutas», «si no leíste a la escuela austriaca no sabes nada». Y todo al mismo estilo que los viejos comunistas cuando decían algo así como: «si no sabes de materialismo histórico, no sabes nada».
Hay una enorme semejanza entre los liberales y senderistas cuando se trata de imponer ideas a partir de la descalificación, la colocación de etiquetas, la visión en blanco y negro, el uso del argumento de autoridad… en suma, esa mezcla tan peligrosa para la mente del ciudadano.
La tragedia del liberal es parecerse a su extremo opuesto y, por lo tanto, convertirse en una especie de grupo atrapado por una burbuja. No logran sintonizar con la realidad, por eso sus resultados electorales son desastrosos. Mientras maduran, tenemos a gente como Norma Yarrow haciendo el ridículo en el Congreso y en la ducha.