La colombiana
El invierno limeño y el cigarrillo que fumaba, fueron cómplices para que conociera a Malena, la chica de figura esbelta y piel blanca, ella se acercó y me pidió que le invitara un cigarrillo en afueras del terminal terrestre, éramos dos viajeros que hace minutos habíamos desembarcado de nuestros buses de distinto destino, eran aproximadamente las seis y media de la mañana, la intensa neblina, apenas dejaba ver el Estadio Nacional, la humedad hacía sentir el frío hasta los huesos, hace minutos había llegado de un viaje largo de siete horas, tenía planificado continuar mi travesía hacia Arequipa, me informaron que el primer carro que salía a esa ruta, era a las tres de la tarde, así que tenía ocho horas para disfrutar de Lima en una parada no programada.
A los pocos segundos ella tenía el cigarrillo encendido acariciando la colilla con sus hermosos labios, pude ver que tenía las manos delicadas y sus uñas pintadas de color celeste hacían contraste con sus movimientos suaves, me dijo que era de Cali, antes que mencionara de donde era, yo tenía claro su nacionalidad, porque he sido desde adolescente un hombre que adora el dejo de las colombianas. La conversación fue fluida desde el primer momento, le dije si deseaba ir tomar un café para afrontar el frío intenso y ella me dijo que sí, a los pocos minutos estábamos en un restaurant de Jr. de la unión, sentados frente a frente, hablando del café colombiano, pasamos al tema político, hablamos de las FARC largamente, ahí me di cuenta que Malena, no solo era bonita, sino también una mujer culta, sabía de historia y tenía el grado de maestra de educación secundaria, fue entonces que puse en tapete la conversación sobre literatura, le conté el cuento “Ladrón de sábado”, de Gabriel García Márquez, mientras le narraba mirándola fijamente, pude ver que tenía los ojos claros y radiantes, que me miraban serenos y con mucha atención, en cada sorbo del café, trataba de adentrarme más al personaje, terminé el cuento y me soltó una sonrisa. Se parece a mí la chica del cuento me dijo; la única diferencia es que tú eres un poco más bonita le dije, terminamos riéndonos cómplices de la emoción del momento.
Teníamos 5 horas más de tiempo para seguir conociéndonos, salimos del restaurante y fuimos caminando hasta la plaza mayor de Lima, llegamos a un bar cercano y bebimos cervezas, apenas nos conocimos hace tres horas y ya éramos muy buenos amigos, entre copa y copa al son de ballenatos y cumbia fuimos conociendo mejor. No sé en qué momento ni cómo sucedió, lo cierto es que estábamos bailando solos en el bar, besándonos apasionadamente, será la suerte del viajero o la recompensa del destino, tenía el placer de agarrar la cintura de la chica más bella que jamás había imaginado, fue tan real, porque aún tengo las fotografías guardadas en mi ordenador de aquel momento memorable, aun siento esos besos furtivos que nos dimos, es el recuerdo perfecto del amor de unas horas. Le recitaba versos románticos al oído y ella suspiraba, me miraba y pegaba a los míos sus labios suaves y delicados.
Esos momentos pequeños que nos regala la vida, son los que se quedan grabados en el alma y mirando al infinito en las noches solitarias sentimos que un día no muy lejano, gozamos del placer de esos amoríos pasajeros, que son historias que merecen ser contadas.
Han pasado varios años de aquel día y sólo recuerdo que terminamos encendidos de placer en algún lugar del centro de Lima, fue tan intenso, que se ha quedado grabado en mi memoria, el tiempo no pasa en esa historia, cada vez que miro su fotografía, puedo aun oler su piel y escuchar su voz que sigue robándome suspiros. La despedida fue muy corta y sin tanto discurso; nos abrazamos y nos dimos el último beso, sabíamos que nunca más nos volveríamos a ver, Malena subió al bus que la llevaría a una ciudad del norte y yo me quedé con esta pequeña historia de amor.