Guzmán quiso ser outsider del 2021 pero su personalidad lo traicionó
Julio Guzmán ha desaparecido del escenario electoral, con la misma velocidad con que se escapó del aquel incendio en Miraflores, cuando en un departamento celebraba, rodeado de rosas en forma de corazón, un encuentro furtivo y libidinoso con una muchacha cuzqueña de su partido. Según mis cálculos fue a esa velocidad, estoy seguro, como a 100 km por hora. Porque de qué otra forma se podría explicar que teniendo un expectante 8% de intención de voto en diciembre del 2020, pase a quedarse con 4.6% en enero, 3.1% en febrero y 2.3% en marzo del 2021. No hay otra explicación, Guzmán se ha esfumado de la lid presidencial, tanto que, a estas alturas, cada vez que habla en televisión, parece una cortina de humo morado, disipándose en el aire.
El momento cumbre de Guzmán ha desaparecido, y no por alguna maniobra política de mala fe de algún adversario, sino por sus propias acciones. Nadie le ha dicho a Guzmán que se escape del incendio y abandone a su secreto amor. Tampoco le han dicho que saque su pequeño pecho para azuzar a la “generación del bicentenario”, para enfrentar a Merino o para poner de presidente al perezoso de Sagasti. Todo lo hizo solo.
Guzmán ha cavado su propia tumba, en forma de corazón, pero parece que aún no lo asimila. De ahí que, desesperado como un pez fuera de su pecera, no deja de lanzar insultos e improperios todos los días, a cualquiera de quien se acuerde. Tanto así, que un día se lanza contra López aliaga, al siguiente contra Lescano, contra Beto Ortiz y así sucesivamente, contra todos los grandes, con la finalidad de protagonizar políticamente. Lo peor de todo es que ninguno de esos adversarios se come la provocación: a los ojos de sus adversarios Guzmán es tan insignificante que piensan que responderle, es gastar saliva por las puras.
El momento de gloria de Guzmán, allá por el 2016, acabó de la peor manera. Y todo por ser un muchacho imprudente. Quiso ser el outsider del 2021, pero su personalidad lo traicionó y lo develó ante el electorado como un muchacho sin aplomo político, sin brújula ideológica y sobre todo, con la misma personalidad egocéntrica, lenguaraz y de aparente inteligencia, de la clase política que rechaza el Perú.