Perú y el pesimismo electoral
El estado de ánimo nacional es muy triste. No solo entre quienes han perdido sus seres queridos por la pandemia sino también, en toda la población afectada por las crisis en cadena. La crisis económica provoca otras crisis secundarias en lo personal, familiar y social. Los conflictos internos se agudizan y los entornos también entran en crisis, generando crisis sectoriales, políticas, culturales, psicológicas y hasta de moral o, ética. Pero todo problema genera su propia solución.
Esta es la situación que afrontamos. Lo peor de todo, es que no hay confianza en los conductores del país, que se muestran ineptos para resolver los problemas que nos aquejan. El deterioro generalizado requiere de un liderazgo alentador que nos haga abrigar esperanzas de solución, pero eso, no lo tenemos. El cambio de gobierno se presentaba como una ventana de escape, pero las opciones políticas que nos dan a elegir, son desalentadoras. El deterioro es profundo y tenemos que afrontarlo con inteligencia y coraje.
Hay mucho pesimismo y preocupación sobre el futuro. Se piensa que no depende de nosotros y que nada podemos hacer. Pero eso, no es cierto relativamente. Claro que podemos hacer algo, o mucho. Eso depende de nosotros. Solo tenemos que romper las ataduras de la sumisión. Estamos domados para aceptar los dictados de la dominación y permitimos que los gobernantes abusen de nuestra docilidad. Hemos perdido la confianza en nosotros mismos. Tenemos que levantar cabeza. Si el gobierno no hace lo debido, tenemos que actuar.
Es preciso luchar contra la opresión bicentenaria, armándonos de valor para vencer nuestra timidez inducida. El estado de derecho no es sagrado. Durante dos siglos nos han marginado de las decisiones de gobierno, y eso continuará sino nos decidimos a acabar el “apartheid” andino. Si queremos ser libres, tendremos que lucharla. La libertad no llega por sí, sola. No basta reclamar al gobierno de los opresores. También, tenemos que reclamarnos por nuestra inacción. Túpac Amaru II se cansó de reclamar. Tenemos que honrar su legado histórico.
«Durante dos siglos nos han marginado de las decisiones de gobierno, y eso continuará sino nos decidimos a acabar el “apartheid” andino»
Se ha perdido la fe en los partidos políticos, por muchas razones válidas, pero estos son los pilares de nuestra seudo democracia. Si los insumos son de pésima calidad, no podemos esperar un producto final de buena calidad. Hay que mejorar o, cambiar los insumos para obtener una democracia de calidad auténtica. Los partidos políticos se han convertido en instrumentos del sistema, son exclusivos y excluyentes. Han monopolizado el acceso al gobierno del país, cerrando el paso a otras formas de representación.
Nos quejamos de todos los gobiernos, a todos les reclamamos lo mismo de siempre, y seguimos pidiendo que el próximo gobierno corrija los mismos problemas consuetudinarios. Pero seis presidentes elegidos a través de los partidos políticos tienen comprobadas acusaciones de corrupción y malos manejos. No obstante, seguimos insistiendo con el mismo sistema político, los mismos métodos fraudulentos y vicios antidemocráticos.
Si esta es la tendencia predominante, no podemos esperar de la próxima administración un viraje de esta tendencia. De allí, la desconfianza popular en los candidatos y los resultados electorales. En estas condiciones, existe mucho temor de que el próximo gobierno no tenga la solvencia requerida para afrontar la difícil situación que se avecina. No hay consciencia de la gravedad de la caída. Los candidatos hablan de corregir la situación pre pandemia, sin percatarse del precipicio post pandemia.
Las vacunas ayudan, pero no son las que determinarán la recuperación de la economía nacional, del empleo, nivel de vida de la población, equidad en la reactivación. Tener gobiernos ineptos es una maldición histórica. Salir del problema como sea, siempre ha sido lo más importante, sin visionar lo que vendría después. Eso podría suceder ahora.
La forma más fácil de salir de las crisis ha sido siempre el entreguismo, concesionando nuestras riquezas naturales para saldar apremios. Pasó con el salitre y, guano. A la Peruvian Corporation se le dio la concesión de ferrocarriles por 66 años. Lo hizo el fujimorismo con el neoliberalismo, para salir de la catástrofe en que nos dejó el primer gobierno aprista. Echó mano del patrimonio empresarial del estado para financiar déficit, dando origen a la Constitución vigente, que castra al estado, condenándolo a ser subsidiario de la inversión privada.
«La forma más fácil de salir de las crisis ha sido siempre el entreguismo, concesionando nuestras riquezas naturales para saldar apremios. Pasó con el salitre y, guano».
Entre 1990 y 2000, se ejecutaron 228 condenas de venta, concesión o liquidación de empresas públicas, algunas de alta rentabilidad. Se privatizó el 90% del patrimonio empresarial minero, el 85.5% de manufactura estatal, 68% en hidrocarburos, 68% en electricidad y 35% en agricultura. Se entregó al sector privado, a precio regalado, la Compañía Peruana de Vapores, Petrolera Transoceánica, Minero Perú, Centromin Perú, Entel Perú, Tintaya, Sider Perú, ENAFER, Electro Perú, AeroPerú, banca estatal y otras empresas estratégicas. (Fuente: Congreso de la República)
Si este hábito vende patria se usa ahora para salir de la crisis, no sería raro que se recurra a la privatización de las cuencas hidrográficas, pasando a ser administradas por inversionistas extranjeros en colusión con los nacionales, por 30, 50, o más años. De ser así, quedarán de lado las Juntas de Usuarios de Riego y Comisiones de Regantes de los campesinos peruanos. La puntería está puesta en el agua de nuestros valles para que se coticen en bolsa extranjera con contratos a futuro favoreciendo a los de mayor poder económico.
Ya casi todo el Perú está concesionado actualmente, incluyendo servicios básicos y rubros cuya infraestructura se levantó con nuestros impuestos. Peajes de autopistas, centros arqueológicos, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, minas, telefonía, electricidad, territorios petroleros y de gas, bosques amazónicos, y muchos otros rubros estratégicos. Desmontar lo que ha concesionado el neoliberalismo es una tarea patriótica pendiente.
Será difícil revertir esta invasión extranjera. ¿Lo hará el próximo gobierno? ¿Una nueva constitución recuperará la soberanía nacional? “Para muestra, un botón”:
The Carlyle Group es la más grande corporación multinacional en el mundo, con más de 180 empresas integradas. Al amparo del neoliberalismo, creó en el gobierno de Humala (2013), Carlyle Peru Fund, con un fondo de $ 308 millones administrado con Credicorp, el banco más grande de Perú. Sus inversiones incluyen salud, comercio minorista y consumo, servicios mineros, construcción, y educación. Es dueña de Liderman, la compañía de seguridad más grande de Perú, Hermes, para la movilización de caudales y muchos otros negocios.
Esta corporación, tiene la concesión del tren Cusco- Machu Picchu, a través de Inca Rail, empresa que está controlada por otra de sus dependencias, constituida en el paraíso fiscal Isla Caimán. El 20% de las acciones de Inca Rail pertenece a los anteriores concesionarios Juan A. Felipe Forsyth y su hijo. A fines del año pasado la población del Valle Sagrado de los Incas, se levantó contra esta empresa reclamando un precio justo por el boletaje abusivo.
Este poderoso grupo Carlyle, como es normal en EE UU, financia campañas electorales de parlamentarios que defienden sus intereses. Allá, los lobbies son legales. Entonces, un gobierno popular que intente recuperar la concesión ferroviaria señalada, tendrá que vérselas con las represalias norteamericanas y de sus aliados. Pero hay muchos otros negocios concesionados que nos exponen a la presión extranjera.
Muchos no entienden que esta es, la “madre del cordero” de las represalias y sabotajes contra Cuba y Venezuela. Los despistados se suman al ataque, favoreciendo a nuestros depredadores. El mayor concesionario en minería y petróleo es China, que también aplica represalias. Entonces, si llegáramos a gobernar y cambiar la constitución para recuperar lo nuestro, habrá que tomar en cuenta el terreno que pisamos.
«El mayor concesionario en minería y petróleo es China, que también aplica represalias. Entonces, si llegáramos a gobernar y cambiar la constitución para recuperar lo nuestro, habrá que tomar en cuenta el terreno que pisamos»
Lo señalado nos da una idea del pasivo neoliberal que dejaremos como herencia a nuestra descendencia, si no cambiamos la tendencia gubernativa peruana. La mentalidad de los gobernantes es muy distinta y la mentalidad popular. Lo que quiere el pueblo no es lo que quiere el gobierno Lo hemos visto en los últimos conflictos sociales. En el manejo de la pandemia, la Caja Fiscal se ha dispuesto según el enfoque de los gobernantes, con resultados deficientes en Reactiva Perú, Arranca Perú, FAE agrario, vacunas, etc.
Todo esto, nos hace ver que no habrá cambio si la población no se moviliza. Pero “no hay mal que por bien no venga”. Un nuevo gobierno inepto, no podrá manejar la situación post pandemia, en que todo se agravará: conflictos sociales, desempleo, delincuencia, recuperación económica, déficit presupuestal, alimentación, pobreza extrema, etc. Habrá entonces un campo propicio para el protagonismo de las fuerzas populares. La rebeldía crecerá. Si el gobierno no satisface, el pueblo tendrá que asumir su rol histórico.
Tenemos que levantarnos de los escombros. Actuar en conjunto como lo hacemos ancestralmente, será la mejor estrategia en la lucha social. La minca política, la mita y el ayni en la lucha social, serán nuestras armas para salir de la desgracia, rompiendo las cadenas de un estado de derecho adverso. No esperar con los brazos cruzados a que el gobierno lo resuelva todo. Nuestra mística ancestral será la clave del resurgimiento que soñamos.
Hay que actuar responsablemente en masa con o sin apoyo del gobierno, con o sin solidaridad de los partidos políticos. Salir por nuestros propios medios, aunque tengamos sufrir la criminalización de la protesta. No se precisa de la violencia para hacer prevalecer nuestros derechos actuando en defensa propia. No perdamos la oportunidad histórica. Nuestra redención solo será obra de nosotros mismos. ¿O no?