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La “choza” ultrajada de efraín miranda


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Eleuterio Rufo Moya Cosi
14/01/2019

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Efraín Miranda entrevistado por el escritor Christian Reynoso. FOTO: Los Andes

La “Choza” de Miranda Luján huele como Machupicchu allá en el altiplano. Después de Oquendo y Churata, Efraín Miranda es una de las voces más originales de la legendaria poesía puneña, que no solo escribió su nombre con sangre maltrecha sobre el hielo del Titicaca, sino, con una cocción de arcilla blanca (el ch’aqo) que es un cimiento antisísmico en la literatura puneña que aportó y aporta a la literatura peruana y universal con hombres humanos que conmovieron a la humanidad con sus lágrimas escurridas de la Cordillera de los Andes e hicieron comprender la realidad histórica y social del mundo.

Entonces, Miranda se pone la mano al pecho y llora desconsoladamente en el corazón de una niña ansiosa, pero, huérfana: “Soi una indiecita escolar” en otro momento: “Lloro porque soi india y tengo una niña blanca / que el Maestro ha creado dentro de mí”. Es una clara lucha contra la discriminación campante de blancos contra supuestos indios. Sin embargo, es oficialmente ignorada y terruqueada por la literatura peruana y latinoamericana. Así como los jueces en el Perú forman mafias junto a sus amigos delincuentes, enemigos del pueblo; los escritores más famosos de Latinoamérica no son realmente quienes lo merecen y los premios no se la dan al talento, sino al representante de la mafia, es una frustración ser poeta: “Ovejita: regálame tus pezuñas para hacerme zapatos; / oye: ¿sabes?, dicen que los presidentes regalan ropa”. Y por qué César Hildebrandt sale a quejarse de intelectuales: “¿Qué hacen los intelectuales en el Perú? ¿Dónde están sus voces, sus iras, sus ensayos sobre este país, el nuestro, cap­turado por las mafias?”. Aquí estamos César Hildebrandt, marginados, excluidos, detestados y tildados de terrucos, estamos en nuestras cuevas mordiéndonos el remordimiento del olvido que corroe nuestros huesos como Yanacocha. Aquí estamos junto a nuestras alpaquitas de oro, masticando la coca para poder sobrevivir en este descomunal friaje de la naturaleza que nos ha castigado por obra y gracia de nuestros prójimos tecnócratas. Aquí estamos junto a Miranda, Oquendo y Churata que yacen congelados en el altiplano como cuán mendigos de la humanidad. Miranda está en su “Choza” cruelmente asesinado, sus palabras incineradas por el sol y condenadas al olvido, su error fue decir la verdad, no se equivocó para nada, le doy mi palabra. Soy su abogado defensor que ha nacido en la misma “Choza” en donde más de una veintena de veces el rayo ha intentado asesinarme con un implacable disparo de la furia de Dios. Y como soy el portavoz de la humanidad nadie me ha oído, nadie nos necesita, porque somos hombres del terror cuando no sabemos ni desenvainar un arma como el rayo. Nuestras iras están aquí en la altipampa desparramados como la nevada de julio, porque no hay río ni laguna que nos aguante. Hildebrandt: “¿Y dónde están nuestros intelectua­les? ¿En qué torre se callan, desde qué azotea de suicidas nos miran como si con ellos no fuera la cosa?”. Replico: estamos aquí dormitando en la azotea de suicidas del Huajchapuquito cubriéndonos las noches con una titánica manta de nieve que nos adormece el cerebro. Aquí estamos, sin querer, desterrados al olvido en la “Choza” de Miranda en la que repito y repito como pateando una pelota: “¡No me grites de calle a plaza: cholo, / grítame de selva a cordillera, / de mar a sierra / de Tahuantinsuyo a República: INDIO / ¡Lo soi!” y que como tal Romeo nos suicidamos sobre la falsa tumba de Julieta creyendo ser honorable. Entonces, ¿cuándo la justicia será verdadera y creíble?.

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