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Obrador, la gran esperanza envenenada para México y América Latina


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Hugo Salinas
03/07/2018

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Andrés Manuel López Obrador (AMLO), representante de casi todas las izquierdas de México, viene de ganar ampliamente las elecciones generales. Es el nuevo presidente de México y la esperanza de los pueblos de una América Latina en búsqueda de un gran líder.

Correa se convenció él mismo de ser el gran conductor de América Latina cuando, en verdad, tenía pies de barro. Lula, el gran sindicalista del otro coloso de la América Latina, Brasil, está pasando a la historia como el izquierdista más corrupto en el manejo de las arcas del país. Evo se desinfla de más en más, y sus programas sociales así como su Estado Plurinacional no resuelven los problemas centrales de Bolivia. Y la revolución socialista del siglo XXI en Venezuela ha mostrado ser un populismo ramplón.

Por su parte, AMLO ha prometido un “cambio radical”, tal como lo exigen las grandes mayorías de un país robusto en población y en recursos naturales. México siempre ha sido el líder natural de los países de América del Sur. Obrador y sus aliados, ¿están en la posibilidad de atender las exigencias nacionales, y no caer en los errores de Chávez-Maduro, Correa, Lula y Evo?

Vayamos directo al grano. Casi todos los izquierdistas de México han federado a una consigna propuesta por Orador: la causa de todos los males de México es la corrupción. Mutatis mutandis, es una propuesta política que se asemeja a la de Tsipras en Grecia. Éste, terminó con las esperanzas del pueblo griego en menos de dos meses. Espero equivocarme, pero Orador se desinflará, con bastante probabilidad, en un tiempo parecido. ¿Por qué? Por dos razones simples.

La primera razón se funda en el hecho de que los izquierdistas coaligados no se han puesto de acuerdo previamente en las medidas concretas a poner en juego para eliminar la corrupción. Cuando se inicie esta discusión vendrán las disensiones y el proyecto político terminará en uno más del montón: sin eficacidad alguna. Será el continuismo asegurado de un sector político corrupto y asesino.

La segunda razón toca al marco teórico del proyecto político propuesto por los izquierdistas, con Orador a la cabeza. Ellos aseguran que la corrupción es la causa de los grandes problemas de México. Craso error, salvo que el objetivo no sea precisamente lo prometido: el “cambio radical”.

Supongamos por un instante que Obrador resuelva el problema de corrupción, ¿cuál será el nuevo rostro de México?

Sin lugar a dudas que observaremos con mayor claridad las grandes desigualdades socio-económicas que no habrán sido tocadas en lo más mínimo, una gran mayoría de la población marginada, empobrecida, embrutecida por los vicos y, un pequeñísimo sector de la población que maneja la casi totalidad de la actividad económica como sirviente del Tío Sam. Y en este juego veremos a la “clase media” jugar su mejor partido en provecho personal y apátrida.

López Obrador tomará las riendas de México con la anuencia previa de los Estados Unidos. Una complicidad que ya nos indica con toda claridad que su gobierno será tal como lo es el de Evo, y lo fueron de Lula y Correa. AMLO seguirá realizando las reformas que el Capitalismo requiere para continuar extrayendo los recursos naturales a precio de regalo, apropiarse del valor agregado por los pueblos a precio de cholo barato y, con la muerte asegurada de todos aquellos que realmente quieren un cambio profundo en el destino de los pueblos de América Latina.

La coalición de los grupos políticos de izquierda, así como el de los sectores sociales en búsqueda de cambio, no debe por ningún motivo apoyarse en banderas de fenómenos secundarios como la corrupción, el medio ambiente, las luchas indígenas, indigenistas, o reivindicativas de salarios. Si bien estos problemas los confrontamos cotidianamente y hacen mal a la sociedad, ellos o alguno de ellos no son la causa profunda, esencial; no es ni son la raíz de nuestros problemas de sociedad y economía.

Tenemos que llegar a comprender que mientras nuestras alianzas no se realicen sobre la verdadera raíz del mal, todos nuestros esfuerzos serán insulsos, ilusorios, y seguiremos sembrando confusión y desaliento.

Nuestra tarea es encontrar la raíz de los grandes males de sociedad y economía a fin de proponer una solución válida históricamente. Y es en torno a este punto crucial que se deberán realizar todas las alianzas y frentes.

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