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En torno a una nueva constitución de la República


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
21/01/2018

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Agrupaciones de izquierda vienen reclamando una nueva constitución de la república que reemplace a la vigente constitución espuria impuesta fraudulentamente por el fujimorismo desde 1993. Cuando Fujimori accedió al poder en 1990, lo hizo bajo la Constitución de 1979 pero, el sistema democrático de ese entonces era un estorbo para su ideología japonesa de gobernar arbitrariamente e implantar las recetas del neoliberalismo. Como sabemos, en 1992 planeó con su asesor Montesinos, disolver el Congreso y convocar a una asamblea constituyente para obtener una Constitución que le permitiera gobernar a su modo autoritario.

Montesinos se encargó de capturar y manejar el Jurado Nacional de Elecciones para asegurar una mayoría suficiente para sus propósitos, comprando incluso votos de otros partidos políticos y así nació la Constitución que nos rige actualmente. Los gobiernos sucesivos han mantenido vigente esa constitución antidemocrática aun sabiendo que era espuria y hecha para un gobierno malvado y corrupto, bajo la jefatura de quien ha sido condenado como autor mediato de crímenes de lesa humanidad. Estando ahora el fujimorismo gobernando el país tampoco permitirá que se cambie la Constitución al amparo de la cual han accedido al poder. En sus miras está controlar el poder judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, Jurado Nacional de Elecciones y toda barrera que estorbe su totalitarismo.

Como se recordará, la izquierda peruana en su mejor momento histórico, participó en la aprobación de la Constitución de 1979. Ahora la izquierda no está en similares condiciones como para sacar una carta magna mejor que la de aquella época. Entonces, ¿No sería más conveniente reclamar la vuelta a la constitución de 1979, para lo cual no se necesita otra Asamblea Constituyente de resultados incógnitos?

Al lanzar la consigna de una nueva constitución habría que ver si hay condiciones para este propósito y bajo qué estrategia enarbolamos esta bandera. Si ese es el blanco al que apuntamos, deberíamos tener la certeza de su posibilidad en este momento político. ¿Cuán preparados estamos para dar esta pelea? Si eso fuera factible, tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es la alternativa de Constitución que proponemos? ¿Tenemos modelo propio? ¿La Constitución que proponemos responde al contexto histórico actual? ¿Es que pensamos en una Constitución ideal pero fuera de foco? ¿Cuáles sería los ejes estructurales de una nueva república? ¿Lo hemos discutido?

Enarbolar una consigna sin tener definida la estrategia quizá no sea lo más recomendable. Y en el mejor de los casos, suponiendo que todo nos sale a pedir de boca y se convoca a una asamblea constituyente, ¿Se han puesto a pensar quienes serían los miembros de esta y con qué mentalidad aprobarían la nueva constitución? Todo hace suponer que la composición de la asamblea constituyente sería similar a la composición del actual Parlamento, con representantes cuestionados por sus vilezas, corrupción, incapacidad, etc.

El asunto es que todo está amarrado para obtener parlamentarios de la calidad que estamos sufriendo. La estructura jurídica del sistema político nacional está condicionada para que el pueblo no acceda al poder. La ley de partidos políticos, la ley electoral, la administración electoral y el ordenamiento electoral en su conjunto es adverso a la participación de la izquierda. Entonces, de convocarse a una asamblea constituyente con la actual legislación fraudulenta, lo que se obtendría como resultado será constituyentes corruptos de derecha aprobando una constitución de corruptela y de derecha macartista.

Por consiguiente, tendríamos que cambiar la mira de nuestra estrategia apuntando primero al régimen electoral que es la clave para una genuina o desvirtuada democracia y es el que pone barreras a la participación de la izquierda. Si nos concentramos en luchar para derribar el régimen electoral de la corrupción entonces tendríamos mejores posibilidades de acceder al poder por la vía electoral. No tendríamos que entrar en componendas ni aceptar condiciones onerosas de los dueños del vientre de alquiler para poder participar en las elecciones.

Nueva Constitución sí, pero primero, y antes que todo, que se cambie el régimen electoral.

Para ello se necesita crear condiciones de rebeldía contra un régimen electoral injusto, enarbolando banderas que respondan a situaciones como las siguientes: ¿Hay justicia electoral? ¿Puede haber democracia con un régimen electoral antidemocrático? ¿Los peruanos ancestrales, tienen derecho a tener representantes en el Parlamento? ¿Deben los parlamentarios ser representativos de un sector social? ¿Este debe ser requisito indispensable para postular a parlamentario, gobernador regional y alcaldes? ¿Es democráticamente válido, la auto designación de candidato presidencial tan solo por haber fundado un movimiento político?

Sea como fuere, necesitamos imperiosamente en la izquierda, líderes y militantes capaces de formular propuestas sólidas, coherentes y de buena calidad cognoscitiva, factibles de ser sustentadas exitosamente y eficaces para la lucha popular. Es necesario asumir la tarea de preparar jóvenes valores, nuevas promociones de futuros políticos de izquierda. Salvo mejor parecer.

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