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12 de octubre: Día de la raza y de los pueblos originarios


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
12/10/2017

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Como todos sabemos, el 12 de octubre de 1492 el navegante Cristóbal Colón llegó a la isla Guanahani cerca de Cuba y supuso que había llegado a la India siguiendo una ruta inversa. Esta suposición determinó que a todo poblador nativo de América se le conociera por entonces como “indio”. Pese a que tal suposición fue desmentida se siguió utilizando este término y aún hoy, peyorativamente de manera discriminatoria. Pero esta misma fecha fue establecida también por iniciativa española como “Día de la Raza” desde una perspectiva lastimera, reconociendo las bondades de las culturas nativas de América.

Aunque para la población andina el “Día de la Raza” no era para festejar sino para lamentar, al menos era motivo para rememorar obligatoriamente cada año en las instituciones y centros educativos, las proezas de nuestros antepasados. En nuestro país, dicha efeméride fue sustituida en el año 2009 mediante ley 29421, por el «Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural» ordenando que “cada año el Ministerio de Educación elabora en coordinación con los gobiernos regionales y las organizaciones representativas de los pueblos originarios, los actos y actividades que deben realizarse”.

Las leyes son para cumplirse dicen muchos. Sin embargo, el mandato de esa ley viene siendo desacatado impunemente por la administración estatal, pasando al olvido toda recordación a nuestro pasado prehispánico cuya grandiosidad no cesan de develar las investigaciones arqueológicas. De cada 4 peruanos uno es quechua, aimara o nativo de la selva. El 51,2% se considera mestizo y solo el 6.2 se considera blanco. No obstante, la discriminación proviene desde la misma política educativa gubernamental.

No se habla de las heroicas rebeliones de la población ancestral durante siglos de dominación extranjera colonialista, ni de los héroes nativos, ni de sus culturas sino es para fines turísticos solamente. No se habla de la independencia del Tahuantinsuyo. Por el contrario, se habla cada vez más del “Bicentenario” de la independencia del virreinato de los opresores aunque ninguna ley lo ordene expresamente. La independencia política del virreinato del Perú se hizo sin emancipación de la población aborigen ni de los esclavos. Los centros educativos ocultan esta verdad.

Esta discriminación cultural tergiversa la historia para favorecer los intereses de la dominación vigente. Por otro lado, la manipulación por reflejo condicionado, hace que hasta los aborígenes terminen celebrando un acontecimiento que fue ajeno a sus ancestros. El Acta de la Independencia fue firmada por condes, marqueses y miembros de la aristocracia virreinal sin ninguna participación de los representantes nativos. Es que esa independencia era válida solo para los opresores virreinales y no para los oprimidos.

Por eso, cuando la letra del himno nacional dice “largo tiempo el peruano oprimido, la ominosa cadena arrastró. Condenado a cruel servidumbre, largo tiempo en silencio gimió. Mas apenas el grito sagrado, Libertad en sus costas se oyó, La indolencia de esclavo sacude, la humillada cerviz levantó”, no se refiere a los peruanos autóctonos sino a los españoles sudamericanos que se consideraban en esa condición frente a los españoles peninsulares. Veían solo el abuso que se cometía con ellos pero no, el abuso que los mismos cometían contra la población despatriada.

Jurada la independencia los supuestos “patriotas” continuaron con sus vasallos nativos y esclavos traídos de África como si nada hubiera pasado en el régimen virreinal. No era que los colonialistas extranjeros se retiraban y devolvían su patria a la población autóctona. Eso no. Los realistas se pusieron el disfraz republicano y como los tránsfugas políticos actuales volvieron “patriotas” para seguir gobernando. Entonces, desde que los invasores europeos sometieron al Tahuantinsuyo nunca más los pobladores andinos recuperaron su patria que les fue arrebatada por la fuerza.

Esa patria ha desaparecido del mapamundi sin que los peruanos ancestrales se resignen a perderla definitivamente y este sentimiento nacional crece día adía sin que los dominadores se den por enterados. Siempre se reacciona cuando ya es tarde pero puede correr la sangre como en la Revolución Francesa. La civilización occidental y cristiana, proveniente de Europa sepultó nuestra civilización andina y así se mantiene porque la dominación ha cerrado las puertas de acceso al poder a los pueblos originarios que se han quedado sin derecho a gobernarse.

Dejar que los hechos discriminatorios pasen sin resistencia alguna nos hace cómplices por indiferencia. Los más auténticos dueños del territorio peruano no deberían seguir segregados del gobierno nacional sino por el contrario, darles cabida hasta que se sientan realmente partícipes de las decisiones nacionales. De lo contrario seguirá latente el resentimiento social que tarde o temprano podría desenfrenarse arrasando con todo lo que actualmente odia.

Pero así como advertimos de la discriminación cultural, hay una inmensidad de casos aplicados contra la población de sangre aborigen en todos los aspectos de la vida nacional y eso es factor de rebeldía natural. Aún en la actualidad si alguien se interna en los pueblos originarios andinos podrá comprobar el terror encarnado que la gente tiene respecto al hombre blanco que por siglos abusó de sus ancestros. Le teme y lo odia instintivamente porque representa el poder de los dominantes.

Es que los descendientes de los conquistadores y colonialistas siempre han gobernado el país ya sea posesionándose del Poder Ejecutivo como del Legislativo. Dominan el poder judicial, las fuerzas armadas, y otras instancias de gobierno. Por eso vemos ahora como hemos visto en gobiernos anteriores a legisladores como los Belaunde y los Diez Canseco que descienden de Juan de la Torre que fue uno de los trece de la Isla del Gallo, encomendero, fundador y alcalde de Arequipa. Pero no sucede lo mismo con los descendientes de Huáscar, Túpac Amaru, Túpac Catari, etc.

Gran parte de la población aborigen sobrevive refugiada entre la cordillera de los andes desde que los conquistadores europeos sometieron al Tahuantinsuyo en el siglo XVI aplicando los más crueles abusos hasta el exterminio genocida. La población nativa quedó cautiva en campos de concentración denominados “Reducciones de indios” erradicando ayllus. La república reconoció esas reducciones como Comunidades Indígenas sin restituir la heredad de los ayllus.

Esas comunidades no eran instituciones ancestrales como sí lo eran los ayllus. Pero la tergiversación cultural los presenta como entidades nativas aunque estas no hayan existido en el incanato. Presentan también como entidad nativa a los “Varayoc” (Alcalde vara) lo cual es una falsedad histórica. Estos fueron estatuidos a raíz de la sublevación de Túpac Amaru para quitarle toda autoridad a los curacas y evitar que encabecen rebeliones. En su reemplazo el corregidor era el que elegía a los alcaldes de vara entre los traidores más adulones.

Valga la oportunidad para reflexionar sobre lo mucho que nos queda por hacer para recuperar la verdadera historia, nuestra cultura milenaria y los derechos de las poblaciones ancestrales que han sido negados hasta ahora por la dominación vigente. Todos los peruanos sacan pecho por Machu Picchu como maravilla mundial pero muchos no reconocen a los autores de esa maravilla. Pero allí están en el genoma de sus descendientes, sirviendo de bestias de carga a los turistas. A otros se les mira con desprecio y se les pone barreras por solo llevar apellido ancestral. Este calvario debe terminar.

Es probable que muchos cuestionen lo dicho y me mal interpreten. Pero aun así, ojalá que por lo menos sirva para reflexionar sobre este tema.

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