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Gobierno de PPK y el sistema político anacrónico


Milcíades Ruiz

Milcíades Ruiz
02/10/2017

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Los últimos acontecimientos políticos de septiembre nos permiten observar una serie de males que afectan la vida nacional. Entre ellos, el enfrentamiento político de poderes que culminó momentáneamente con la capitulación del gabinete Zavala y que ha sido analizado hasta el hartazgo, aunque mayormente con un enfoque doméstico y coyuntural. Se fijan más en las personas protagonistas que en el fenómeno político. Visto así los hechos, los problemas aparecen como obra de maquinaciones de las personas y no, como defectos inmanentes al sistema.

Nadie puede arar en el mar porque allí no hay condiciones. Pero sí, lo pueden hacer en tierra firme porque las condiciones lo permiten. Por analogía podríamos decir que el enfrentamiento de poderes públicos se presenta reiteradamente porque las condiciones del sistema imperante lo permiten en mayor o menor medida. Este fenómeno político se veía venir desde que se supo los resultados electorales del 2016.

El fenómeno político de provocar caos de gobierno por enfrentamiento del poder legislativo con el Ejecutivo no es un hecho nuevo. Ocurrió en 1948 y en 1968 culminando ambos casos con un golpe militar (Gral. Manuel A. Odría y Gral. Juan Velasco Alvarado respectivamente). Lo curioso es que en ambos casos estuvo involucrado el Partido Aprista (PAP) conformando mayoría opositora a la gestión de Bustamante y a la de Belaunde, como ahora lo está en oposición a Kuczynski.

La modalidad es casi la misma, traerse abajo a ministros y gabinetes completos teniendo mayoría en el Parlamento. Lo común en estas coyunturas es que prima la rivalidad de poderes dejando de lado las demandas nacionales, necesidades de empleo, inmoralidades de gobierno con el creciente desprestigio de esos poderes. Los conflictos sociales se agudizan como en la última huelga magisterial y se acusa de debilidad al mandatario de turno. Dichos golpes militares ocurrieron en el mes de octubre de esos años y en este mismo mes del próximo año, se conmemora el 50 aniversario de la Revolución Peruana que encabezó el Gral. Juan Velasco Alvarado.

Pueden ser coincidencias fortuitas pero no se descarta que las condiciones están dadas para un nuevo golpe militar teniendo en cuenta el nivel de desaprobación que arrojan las encuestas para toda la institucionalidad política. En cambio la aureola de Velasco está presente en la oficialidad joven del ejército cuya promoción lleva su nombre. La expulsión del poder, a los actuales gobernantes podría ser bien recibido por la población toda vez que dichos gobiernos militares dejaron reformas favorables a los trabajadores y población en general.

De Odría se recuerda las unidades vecinales de vivienda colectiva, las grandes unidades escolares, grandes obras como el Estadio Nacional, hospitales generales, el derecho de las mujeres al sufragio, el seguro social obligatorio, salario dominical, pago de beneficios sociales, participación en las utilidades de las empresas, creación del Ministerio de Trabajo, edificios ministeriales con esculturas alusivas al trabajo y todo un cúmulo de normas laborales a favor de los obreros.

De Velasco se recuerda la nacionalización del petróleo y la expulsión de las empresas extranjeras que explotaban nuestros recursos naturales, la reforma agraria que eliminó el gamonalismo y la oligarquía terrateniente, la Comunidad Industrial, la expropiación de la prensa, la reforma educativa, la potenciación de las Fuerzas Armadas, la nacionalización de la pesca, de las minas, empoderamiento del Estado, etc.

Todas estas medidas populares añoradas hoy, no hubieran sido posibles con los gobiernos “democráticos” de los partidos políticos, siempre manejables por los grupos de poder económico. Por eso, tampoco abolieron la esclavitud y tuvo que ser un militar golpista el que lo hizo. Hay que comparar la eficiencia de ambas opciones. Basta ver nada más, el sufrimiento que sigue causando la vieja democracia representativa en diversos países latinoamericanos con oligarquías que siguen mandando.

No es que esté promoviendo un golpe militar ocultando el lado malo que se atribuye a ambos gobernantes militares acusados de dictadores. Simplemente pongo sobre el tapete lo que ha ocurrido históricamente y lo que podría ocurrir si se mantienen las fallas estructurales del sistema electoral y el anacrónico sistema político imperante. La vieja estructura política se arrastra desde la fundación de la república con la separación de poderes en una democracia de varias cabezas.

El electorado repudia la suplantación de representatividad política de congresistas que solo representan a los financistas electorales de lavado de activos y narcotráfico más no, al pueblo. La democracia representativa fraudulenta de partidos políticos que usurpan representación popular ya no es aceptable. Se necesita abrir otros canales democráticos que permitan el acceso directo de los sectores sociales al poder y no a través de los partidos políticos corruptos. Si no hay cambios sustanciales en el sistema político imperante, el colapso será inevitable.

Concordante con esta situación arrastramos también esquemas mentales coloniales. Nos parece una barbarie que habitantes de algunos países del otro lado del planeta tengan patrones de conducta primitiva con las mujeres, pero no vemos nuestra barbarie política. Llevamos ya cerca de 200 años con una estructura heredada del virreinato. Aunque veamos que la persona más importante de Alemania es la Canciller Merkel nosotros vemos al presidente de la República como una divinidad a la que hay que rendirle pleitesía ceremonial aunque sea un corrupto.

El presidente es solo un administrador del Estado pero la gente lo ve como un emperador que tiene la máxima autoridad, lo que no es verdad. Lo viene demostrando el fujimorismo que actualmente maneja el Parlamento. Sin embargo, seguimos diciendo “el gobierno de Kuczynski” y hay quienes asumen su defensa porque conceptúan que son poderes de igual categoría. Los medios de prensa azuzan el enfrentamiento como si fuesen dos fuerzas similares y así lo entiende la gente.

Pero el hecho de que el Parlamento destituya un ministro o a todo el gabinete demuestra que el Ejecutivo está sujeto al mandato del Legislativo y si el presidente tiene que viajar al extranjero tendrá que pedirle permiso. La Caja Fiscal la maneja el Ejecutivo pero no puede salirse de las partidas presupuestales aprobadas por el Parlamento y así podríamos señalar muchas sujeciones. Así también, esa distorsión de confundir los roles políticos nos hace pensar y actuar equivocadamente.

En esta perspectiva apuntamos fuera del blanco y en vez de enfilar contra el Parlamento que es el que gobierna, lo hacemos culpando al Ejecutivo por problemas que son de responsabilidad legislativa. Si el Perú está en situación lastimosa es porque el Congreso de la República no ha dado las leyes para el cambio estructural que el país necesita. El colmo, es ya decir que el fujimorismo está en la oposición al gobierno.

Esta figura no aparece clara cuando el partido político del Presidente tiene mayoría en el Parlamento y como suele suceder, el líder dispone de manera personal sin que nadie se atreva a contradecirlo. En este caso no hay enfrentamiento de poderes pero entonces tras la hegemonía política aparecen los grandes negociados, el entreguismo, la corruptela y los amarres con intereses extraños que disfrazan como necesidad nacional o regional lo que no es y se deja de lado lo que sí lo es.

En estas condiciones, tenemos una gestión gubernamental (Legislativa y Ejecutiva) ineficiente e ineficaz por la baja calidad política de los gobernantes. El rendimiento de ambos poderes es deplorable. No solo porque carecen de horizonte sino también por ineptitud. Si los gobernantes del legislativo y ejecutivo son improvisados y de baja cultura política, las medidas de gobierno también lo son. Con esa producción y productividad tan baja, no podemos esperar cambios significativos en el desarrollo nacional.

Se hace necesario entonces luchar por un nuevo sistema político, eliminando los vicios que limitan el accionar gubernamental y el acceso directo al poder político a los delegados representativos de los sectores sociales. En suma una nueva democracia, acorde con los nuevos tiempos. La mediocridad gubernamental es producto del sistema. De nada sirve parcharlo con reformas electorales de maquillaje. Se necesita uno nuevo enteramente. Salvo mejor parecer.

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